XXIX. De cуmo encontrу Cбndido a Cunegunda y a la vieja

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Mientras se contaban sus aventuras Cбndido, el barуn, Pangloss, Martнn y Cacambo; mientras discurrнan acerca de los sucesos contingentes o no contingentes de este mundo, disputaban sobre los efectos y las causas, sobre el mal moral y el fнsico, sobre la libertad y la necesidad, sobre los consuelos que puede recibir quien estб en galeras en Turquнa, llegaron a las playas de la Propуntida, junto a la morada del prнncipe de Transilvania. Lo primero que se les presentу fue Cunegunda y la vieja, que estaban tendiendo al sol unas servilletas. Al ver esta escena, se puso amarillo el barуn, y el tierno y enamorado Cбndido, contemplando a Cunegunda ennegrecida, los ojos legaсosos, enjutos los pechos, la cara arrugada y los brazos amoratados, retrocediу tres pasos y luego avanzу con buena crianza. Abrazу Cunegunda a Cбndido y a su hermano, todos abrazaron a la vieja, y Cбndido las rescatу a ambas.

Habнa un cortijillo en las inmediaciones, y propuso la vieja a Cбndido que lo comprase, hasta que toda la compaснa hallara mejor acomodo. Cunegunda, que no sabнa que estaba fea, no habiйndoselo dicho nadie, recordу sus promesas a Cбndido en tono tan resuelto, que no se atreviу el pobre a replicar. Declarу, pues, al barуn, que se iba a casar con su hermana; pero йste dijo: Nunca consentirй yo semejante vileza de su parte, y tamaсa osadнa de la tuya, ni nunca me podrбn echar en cara tal ignominia. їConque los hijos de mi hermana no podrбn entrar en los cabildos de Alemania? No, mi hermana no se ha de casar como no sea con un barуn del imperio. Cunegunda se postrу a sus plantas y las baсу en llanto; pero fue en balde. ЎInsensato y fatuo, le dijo Cбndido, te he librado de galeras, he pagado tu rescate y el de tu hermana, que estaba fregando platos y que es fea; soy tan bueno que quiero que sea mi mujer, y todavнa quieres tъ estorbбrmelo! Si me dejara llevar de la ira te matarнa por segunda vez. Otras ciento me puedes matar, respondiу el barуn, pero no te has de casar con mi hermana mientras yo viva.

Mientras se contaban sus aventuras Cбndido, el barуn, Pangloss, Martнn y Cacambo; mientras discurrнan acerca de los sucesos contingentes o no contingentes de este mundo, disputaban sobre los efectos y las causas, sobre el mal moral y el fнsico, sobre la libertad y la necesidad, sobre los consuelos que puede recibir quien estб en galeras en Turquнa, llegaron a las playas de la Propуntida, junto a la morada del prнncipe de Transilvania. Lo primero que se les presentу fue Cunegunda y la vieja, que estaban tendiendo al sol unas servilletas. Al ver esta escena, se puso amarillo el barуn, y el tierno y enamorado Cбndido, contemplando a Cunegunda ennegrecida, los ojos legaсosos, enjutos los pechos, la cara arrugada y los brazos amoratados, retrocediу tres pasos y luego avanzу con buena crianza. Abrazу Cunegunda a Cбndido y a su hermano, todos abrazaron a la vieja, y Cбndido las rescatу a ambas.

Habнa un cortijillo en las inmediaciones, y propuso la vieja a Cбndido que lo comprase, hasta que toda la compaснa hallara mejor acomodo. Cunegunda, que no sabнa que estaba fea, no habiйndoselo dicho nadie, recordу sus promesas a Cбndido en tono tan resuelto, que no se atreviу el pobre a replicar. Declarу, pues, al barуn, que se iba a casar con su hermana; pero йste dijo: Nunca consentirй yo semejante vileza de su parte, y tamaсa osadнa de la tuya, ni nunca me podrбn echar en cara tal ignominia. їConque los hijos de mi hermana no podrбn entrar en los cabildos de Alemania? No, mi hermana no se ha de casar como no sea con un barуn del imperio. Cunegunda se postrу a sus plantas y las baсу en llanto; pero fue en balde. ЎInsensato y fatuo, le dijo Cбndido, te he librado de galeras, he pagado tu rescate y el de tu hermana, que estaba fregando platos y que es fea; soy tan bueno que quiero que sea mi mujer, y todavнa quieres tъ estorbбrmelo! Si me dejara llevar de la ira te matarнa por segunda vez. Otras ciento me puedes matar, respondiу el barуn, pero no te has de casar con mi hermana mientras yo viva.