Capнtulo 1.- Viaje de un habitante de la estrella Sirio al planeta Saturno

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Habнa en uno de los planetas que giran en torno de la estrella llamada Sirio, un mozo de mucho talento, a quien tuve la honra de conocer en el postrer viaje que hizo a nuestro mezquino hormiguero. Era su nombre Micromegas. Tenнa ocho leguas de alto, quiero decir, veinticuatro mil pasos geomйtricos de cinco pies cada uno.

Algъn matemбtico, casta de gente muy ъtil al pъblico, tomarб la pluma en este trance de mi historia y calcularб que teniendo el seсor Micromegas, morador del paнs de Sirio, veinticuatro mil pasos, desde la cabeza a los pies, que hacen ciento veinte mil pies, y nosotros, ciudadanos de la Tierra, no mбs por lo comъn de cinco pies, y midiendo la circunferencia de nuestro globo nueve mil leguas, es absolutamente preciso que el planeta donde naciу nuestro hйroe tenga cabalmente veintiъn millones y seiscientas mil veces mбs de circunferencia que nuestra minъscula Tierra. Nada mбs natural. Los Estados de ciertos prнncipes de Alemania o de Italia, que pueden andarse en media hora, comparados con Turquнa, Rusia o China, son un ejemplo muy pбlido de las diferencias que la naturaleza ha establecido en todas las cosas.

Siendo la estatura de Su Excelencia la que llevamos dicha, convendrбn todos nuestros pintores y escultores que su cintura podrнa medir unos cincuenta mil pies de circunferencia, lo que revela una bella figura. Su entendimiento era de los mбs perspicaces; sabнa muchas cosas y otras las inventaba; apenas frisaba en los trescientos cincuenta aсos y siendo estudiante de un colegio de jesuitas de su planeta, descubriу a fuerza de inteligencia mбs de cincuenta proposiciones de Euclides, dieciocho mбs que Blas Pascal el cual, luego de adivinar como quien juega (segъn dijo su hermana), treinta y dos, llegу a ser, andando los aсos, un geуmetra muy mediocre y un pйsimo metafнsico.

A la edad de cuatrocientos aсos, o sea al salir de la infancia, disecу unos insectos diminutos de apenas cien pies de grosor. Publicу un libro muy interesante acerca de esos insectos, lo que le proporcionу bastantes disgustos. El muftн de su paнs, tan receloso como ignorante, advirtiу en su libro proposiciones sospechosas, blasfemas, temerarias, herйticas, o que «olнan» a herejнa, y le persiguiу de muerte. Hubo que discutir si la sustancia formal de las pulgas de Sirio era de la misma naturaleza que la de los caracoles. Defendiуse con mucho ingenio Micromegas; se declararon las mujeres en su favor, y despuйs de doscientos veinte aсos que durу el pleito, hizo el muftн condenar el libro por jueces que no le habнan leнdo, ni sabнan leer. En cuanto al autor, fue desterrado de la Corte ochocientos aсos.

No le afligiу mucho abandonar una Corte llena de enredos y chismes. Escribiу unas dйcimas muy graciosas contra el muftн, que a йste le tuvieron sin cuidado, y se dedicу a viajar de planeta en planeta para, como dicen, perfeccionar el juicio y el corazуn. Quienes viajamos en diligencias o sillas de posta nos pasmarнan los vehнculos que allб arriba usan. Nosotros, en la bola de cieno en que vivimos no comprendemos otros procedimientos. Micromegas, conocedor de las leyes de la gravitaciуn y de las fuerzas atractivas y repulsivas, se valнa de ellas con tanto acierto que, ora montado en un rayo de sol, ora cabalgando en un cometa, o saltando de globo en globo, lo mismo que revolotea un pajarillo de rama en rama, йl y sus sirvientes hacнan su camino.

En poco tiempo recorriу la vнa lбctea. Debo confesar, y lo siento, que nunca logrу ver, entre las estrellas que la pueblan, el empнrico cielo que vio el ilustre Derhan con su catalejo. No niego que Derhan lo viese, ЎDios me libre de tamaсo error!, pero tambiйn Micromegas estaba allн y no tenнa mala vista. En fin, yo no quiero contradecir a nadie.

Despuйs de largo viaje, Micromegas llegу un dнa a Saturno, y aun cuando estaba acostumbrado a contemplar cosas nuevas, le sorprendiу la pequeсez de aquel planeta y de sus moradores. No pudo menos de sonreнr con ese aire de superioridad que los mбs discretos no pueden contener a veces. Verdad es que Saturno no es mбs que novecientas veces mayor que la Tierra, y sus habitantes pobres enanos de unas dos mil varas de estatura, mбs o menos. Riуse al principio de ellos con sus criados, como se rнe cuando viene a Francia cualquier mъsico italiano, de la mъsica de Lulli. Pero el siriano era razonable y pronto se dio cuenta de que ningъn ser que piensa es ridнculo, aunque su estatura no pase de seis mil pies. Acostumbrуse a los saturninos, despuйs de haber causado su asombro, y se hizo нntimo amigo del secretario de la Academia de Saturno, hombre de mucho talento. No habнa inventado nada, pero explicaba muy bien los inventos de los demбs, y sabнa componer coplas chicas y hacer cбlculos grandes. He aquн expuesta, para satisfacciуn de mis lectores, una extraсa conversaciуn que con el seсor secretario, tuvo cierto dнa Micromegas.

Habнa en uno de los planetas que giran en torno de la estrella llamada Sirio, un mozo de mucho talento, a quien tuve la honra de conocer en el postrer viaje que hizo a nuestro mezquino hormiguero. Era su nombre Micromegas. Tenнa ocho leguas de alto, quiero decir, veinticuatro mil pasos geomйtricos de cinco pies cada uno.

Algъn matemбtico, casta de gente muy ъtil al pъblico, tomarб la pluma en este trance de mi historia y calcularб que teniendo el seсor Micromegas, morador del paнs de Sirio, veinticuatro mil pasos, desde la cabeza a los pies, que hacen ciento veinte mil pies, y nosotros, ciudadanos de la Tierra, no mбs por lo comъn de cinco pies, y midiendo la circunferencia de nuestro globo nueve mil leguas, es absolutamente preciso que el planeta donde naciу nuestro hйroe tenga cabalmente veintiъn millones y seiscientas mil veces mбs de circunferencia que nuestra minъscula Tierra. Nada mбs natural. Los Estados de ciertos prнncipes de Alemania o de Italia, que pueden andarse en media hora, comparados con Turquнa, Rusia o China, son un ejemplo muy pбlido de las diferencias que la naturaleza ha establecido en todas las cosas.

Siendo la estatura de Su Excelencia la que llevamos dicha, convendrбn todos nuestros pintores y escultores que su cintura podrнa medir unos cincuenta mil pies de circunferencia, lo que revela una bella figura. Su entendimiento era de los mбs perspicaces; sabнa muchas cosas y otras las inventaba; apenas frisaba en los trescientos cincuenta aсos y siendo estudiante de un colegio de jesuitas de su planeta, descubriу a fuerza de inteligencia mбs de cincuenta proposiciones de Euclides, dieciocho mбs que Blas Pascal el cual, luego de adivinar como quien juega (segъn dijo su hermana), treinta y dos, llegу a ser, andando los aсos, un geуmetra muy mediocre y un pйsimo metafнsico.

A la edad de cuatrocientos aсos, o sea al salir de la infancia, disecу unos insectos diminutos de apenas cien pies de grosor. Publicу un libro muy interesante acerca de esos insectos, lo que le proporcionу bastantes disgustos. El muftн de su paнs, tan receloso como ignorante, advirtiу en su libro proposiciones sospechosas, blasfemas, temerarias, herйticas, o que «olнan» a herejнa, y le persiguiу de muerte. Hubo que discutir si la sustancia formal de las pulgas de Sirio era de la misma naturaleza que la de los caracoles. Defendiуse con mucho ingenio Micromegas; se declararon las mujeres en su favor, y despuйs de doscientos veinte aсos que durу el pleito, hizo el muftн condenar el libro por jueces que no le habнan leнdo, ni sabнan leer. En cuanto al autor, fue desterrado de la Corte ochocientos aсos.

No le afligiу mucho abandonar una Corte llena de enredos y chismes. Escribiу unas dйcimas muy graciosas contra el muftн, que a йste le tuvieron sin cuidado, y se dedicу a viajar de planeta en planeta para, como dicen, perfeccionar el juicio y el corazуn. Quienes viajamos en diligencias o sillas de posta nos pasmarнan los vehнculos que allб arriba usan. Nosotros, en la bola de cieno en que vivimos no comprendemos otros procedimientos. Micromegas, conocedor de las leyes de la gravitaciуn y de las fuerzas atractivas y repulsivas, se valнa de ellas con tanto acierto que, ora montado en un rayo de sol, ora cabalgando en un cometa, o saltando de globo en globo, lo mismo que revolotea un pajarillo de rama en rama, йl y sus sirvientes hacнan su camino.

En poco tiempo recorriу la vнa lбctea. Debo confesar, y lo siento, que nunca logrу ver, entre las estrellas que la pueblan, el empнrico cielo que vio el ilustre Derhan con su catalejo. No niego que Derhan lo viese, ЎDios me libre de tamaсo error!, pero tambiйn Micromegas estaba allн y no tenнa mala vista. En fin, yo no quiero contradecir a nadie.

Despuйs de largo viaje, Micromegas llegу un dнa a Saturno, y aun cuando estaba acostumbrado a contemplar cosas nuevas, le sorprendiу la pequeсez de aquel planeta y de sus moradores. No pudo menos de sonreнr con ese aire de superioridad que los mбs discretos no pueden contener a veces. Verdad es que Saturno no es mбs que novecientas veces mayor que la Tierra, y sus habitantes pobres enanos de unas dos mil varas de estatura, mбs o menos. Riуse al principio de ellos con sus criados, como se rнe cuando viene a Francia cualquier mъsico italiano, de la mъsica de Lulli. Pero el siriano era razonable y pronto se dio cuenta de que ningъn ser que piensa es ridнculo, aunque su estatura no pase de seis mil pies. Acostumbrуse a los saturninos, despuйs de haber causado su asombro, y se hizo нntimo amigo del secretario de la Academia de Saturno, hombre de mucho talento. No habнa inventado nada, pero explicaba muy bien los inventos de los demбs, y sabнa componer coplas chicas y hacer cбlculos grandes. He aquн expuesta, para satisfacciуn de mis lectores, una extraсa conversaciуn que con el seсor secretario, tuvo cierto dнa Micromegas.