VIII

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Mientras tanto Amazбn estaba ya en camino a la capital de Albiуn, en su carroza tirada por seis unicornios, y soсaba con su princesa. Vio un coche caнdo en una zanja; los criados se habнan alejado para buscar ayuda; el dueсo del coche permanecнa tranqui­lamente en su vehнculo, sin mostrar la menor impa­ciencia y divirtiйndose en fumar porque en esa йpoca se fumaba: se llamaba milord What-then, lo que significa aproximadamente Ya mн que en la lengua a la cual traduzco estas memorias.

Amazбn se precipitу en su direcciуn para ayu­darlo; enderezу solo el coche, hasta tal punto su fuerza era superior a la de los otros hombres. Milord Y a mi quй se contentу con decir: "He aquн un hombre bien vigoroso". Los rъsticos, que habнan acudido de la vecindad, montaron en cуlera porque se los habнa hecho ir inъtilmente y se la tomaron con el extranjero: lo amenazaron llamбndolo perro extranjero y quisieron golpearlo.

Amazбn tomу a dos en cada mano y los arrojу a veinte pasos; los otros lo respetaron, lo saludaron, le pidieron dinero del que jamбs habнan visto en su vida.

Milord Y a mi quй le dijo:

-Os estimo; venid a beber conmigo a mi casa de campo, que sуlo se halla a tres millas.

Subiу en el vehнculo de Amazбn, porque el suyo habнa quedado maltrecho luego del golpe.

Luego de un cuarto de hora de silencio, mirу un instante a Amazбn y le dijo: How dye do; literalmente. їCуmo hace usted hacer?, y en la lengua del traductor їCуmo estб usted?, lo cual no quiere decir absoluta­mente nada en ningъn idioma; luego agregу: "Tiene usted seis lindos unicornios" y siguiу fumando.

El viajero le dijo que ponнa sus unicornios a su servicio; que venнa con ellos del paнs de los gangбridas; aprovechу la ocasiуn para hablarle de la princesa de

Babilonia y del beso fatal que le habнa dado al rey de Egipto; a todo lo cual el otro no replicу absolutamente nada, preocupбndole bien poco que hubiese en el mundo un rey de Egipto y una princesa de Babilonia. Estuvo nuevamente un cuarto de hora sin hablar, despuйs de lo cual volviу a preguntar a su compaсero cуmo hacнa hacer y si se comнa buen roast-beef en el paнs de los gangбridas. El viajero le respondiу con su habitual cortesнa que no se comнa a los hermanos en las orillas del Ganges. Le explicу luego el sistema que fue, despuйs de muchos siglos, el de Pitбgoras, Porfirio, Jбmblico. Despuйs de lo cual el milord se durmiу y continuу durmiendo de un tirуn hasta que llegу a su casa.

Tenнa una mujer joven y encantadora, a quien la naturaleza habнa dado un alma tan viva y sensible como indiferente era la de su marido. Varios seсores albionenses habнan venido ese dнa a cenar con ella. Habнa allн toda clase de caracteres porque no habiendo estado el paнs gobernado casi nunca sino por extranjeros, las familias que vinieron con estos prнncipes habнan traнdo cada una de ellas costumbres diferentes. Amazбn se hallу en compaснa de personas muy amables.

La dueсa de casa no tenнa nada de esa apariencia falsa y torpe, de esa rigidez, de ese falso pudor que se reprochaba por entonces a los jуvenes de Albiуn. No escondнa, tras un porte desdeсoso y un silencio afectado, la esterilidad de sus ideas y el embarazo humillante de no tener nada que decir: ninguna mujer era mбs entusiasta. Recibiу a Amazбn con la cortesнa y la gracia que le eran naturales. La extrema belleza de este joven extranjero y la repentina comparaciуn que hizo entre йl y su marido, la impresionaron vivamente al comienzo.

Sirvieron la comida. Ella hizo sentar a Amazбn a su lado y le hizo comer puddings de todas clases, habiendo sabido por йl que los gangбridas no se alimentaban con nada que hubiese recibido de los dioses el don celeste de la vida. Su belleza, su fuerza, las costumbres de los gangбridas, el progreso de las artes, la religiуn y el gobierno, fueron el tema de una conversaciуn tan agradable como instructiva, que durу hasta la noche y durante la cual milord Y a mi quй bebiу mucho y no dijo una sola palabra.

Despuйs de la cena, mientras milady servнa el tй y devoraba con los ojos al mancebo, йste conversу con un miembro del parlamento: porque, como todos saben, por ese entonces habнa un parlamento y se llamaba Wittenagemot lo cual significa la asamblea de la gente inteligente. Amazбn se informaba de la constituciуn, las costumbres, las leyes, los conocimientos, los usos, las artes que tornaban a este paнs tan recomendable; el seсor le hablaba en estos tйrminos:

-Durante mucho tiempo anduvimos comple­tamente desnudos, a pesar de que el paнs no es cбlido. Durante mucho tiempo fuimos tratados como esclavos por gente que venнa de la antigua tierra de Saturno regada por las aguas del Tнber; pero nosotros mismos nos hicimos males mucho mayores que aquellos que debimos enjugar de nuestros primeros conquistadores. Uno de nuestros reyes llevу su bajeza hasta declararse sъbdito de un prelado que habitaba tambiйn en las orillas del Tнber y a quien se llamaba el Viejo de las siete montaсas: hasta tal punto el destino de estas siete montaсas fue durante mucho tiempo dominar una gran parte de Europa, habitada entonces por brutos.

«Despuйs de esos tiempos de envilecimiento, vinieron siglos de ferocidad y de anarquнa. Nuestra tierra, mбs tempestuosa que los mares que la rodean, fue saqueada y ensangrentada por nuestras discordias.

Varias cabezas coronadas perecieron en el ъltimo suplicio. Mбs de cien prнncipes de sangre real terminaron sus dнas en el cadalso; se arrancу el corazуn de todos sus seguidores y se azotaron sus mejillas. Era el verdugo a quien correspondнa escribir la historia de nuestra isla, puesto que era йl quien habнa terminado con todos los grandes debates.

«No hace mucho tiempo que, para colmo de horror, algunas personas que llevaban un manto negro y otras que usaban una camisa blanca encima de su chaqueta, al ser mordidas por perros rabiosos, comunicaron su rabia a la naciуn entera. Todos los ciudadanos fueron o asesinados o degollados, o verdugos o ajusticiados, o depredadores o esclavos, en el nombre del cielo y buscando al Seсor.

«їQuiйn creerнa que de este abismo escalofriante, de este caso de disensiones, atrocidades, ignorancia y fanatismo, resultу finalmente el mбs perfecto gobierno que pueda existir hoy en el mundo? Un rey honrado y rico todopoderoso para hacer el bien, impotente para hacer el mal, se halla a la cabeza de una naciуn libre, guerrera, comerciante y esclarecida. Los grandes por un lado y los representantes de las ciudades por el otro, comparten la legislaciуn con el monarca.

«Se habнa visto, por una singular fatalidad, al desorden, a las guerras civiles, a la anarquнa y a la pobreza, desolar el paнs cuando los reyes detentaban el poder arbitrario. La tranquilidad, la riqueza, la felicidad pъblica sуlo reinaron entre nosotros cuando los reyes reconocieron que no eran absolutos. Todo se hallaba subvertido cuando se disputaba sobre cosas ininteligibles; todo estuvo en orden cuando se las desdeсу. Nuestras flotas victoriosas llevan nuestra gloria por todos los mares y las leyes aseguran nuestras fortunas: un juez jamбs puede aplicarlas arbitrariamente; nunca se arresta a nadie sin motivo. Castigarнamos como asesinos a los jueces que osaran enviar a la muerte un ciudadano sin manifestar los testimonios que lo acusan y la ley que lo condena.

«Es cierto que siempre hay entre nosotros dos partidos que se combaten con la pluma y con intrigas; pero tambiйn es cierto que siempre se unen cuando se trata de tomar las armas para defender la patria y la libertad. Estos dos partidos velan el uno por el otro; se impiden mutuamente violar el depуsito sagrado de las leyes; se odian, pero aman al Estado: son amantes celosos que sirven a porfнa a la misma querida.

«El mismo poder espiritual que nos ha hecho conocer y sostener los derechos de la naturaleza humana ha llevado a las ciencias al mбs alto grado que puedan alcanzar entre los hombres. Vuestros egipcios, que son considerados tan grandes como mecбnicos; vuestros hindъes, a quienes se cree tan grandes filуsofos; vuestros babilonios que se jactan de haber observado los astros durante cuatrocientos treinta mil aсos; los griegos que ha escrito tantas frases y tan pocas cosas, no saben nada con precisiуn en comparaciуn con nuestros mбs pequeсos escolares, que han estudiado los descubri­mientos de nuestros grandes maestros. Hemos arran­cado mбs secretos a la naturaleza en el lapso de cien aсos que los que el gйnero humano habнa descubierto en la multitud de los siglos.

«He aquн en realidad el estado en que nos ha­llamos. No os he escondido el bien, ni el mal, ni nuestros oprobios, ni nuestra gloria; y no he exagerado nada.

Amazбn, ante este discurso, se sintiу invadido por el penetrante deseo de instruirse en las ciencias sublimes de las cuales se le hablaba; y si su pasiуn por la princesa de Babilonia, su respeto filial por su madre, a la cual habнa dejado abandonada no hubiesen hablado con fuerza a su corazуn desgarrado, habrнa querido pasar su vida en la isla de Albiуn; pero aquel malhadado beso dado por su princesa al rey de Egipto no daba suficiente libertad a su бnimo para estudiar las altas ciencias.

-Os confieso --dijo- que habiйndome im­puesto la ley de recorrer el mundo huyendo de mн mismo, siento bastante curiosidad por ver esa antigua tierra de Saturno, ese pueblo del Tнber y de las siete montaсas a quien habйis obedecido otrora; debe ser, sin duda, el primer pueblo de la tierra.

-Os aconsejo emprender ese viaje-le repuso el albionense-, por poco que amйis la pintura y la mъsica. Nosotros mismos vamos muy a menudo a llevar nuestro aburrimiento hacia las siete montaсas. Pero os sentirйis muy asombrado al ver a los descendientes de nuestros vencedores.

Esta conversaciуn fue larga. A pesar de que el hermoso Amazбn tenнa el cerebro un poco afectado hablaba con tanto encanto, su voz era tan conmovedora, su porte tan noble y tan suave, que la dueсa de casa no pudo evitar a su vez conversar con йl a solas. Al hablarle le estrechу tiernamente la mano mirбndolo con ojos hъmedos y brillantes que llevaban el deseo a todos los resortes de la vida. Lo hizo quedarse a comer y a dormir. Cada instante, cada palabra, cada mirada, inflamaron su pasiуn. Apenas todos se hubieron retirado, le escribiу una esquelita, sin dudar que йl vendrнa a hacerle la corte a su lecho, mientras que milord Y a mi quй dormнa en el suyo. Nuevamente Amazбn tuvo el coraje de resistir; hasta tal punto un grano de locura produce efectos milagrosos en un alma fuerte y profundamente herida.

Amazбn, siguiendo su costumbre, escribiу a la dama una respuesta respetuosa en la cual le informaba de la santidad de su juramento y la fuerte obligaciуn en la que se hallaba de enseсar a la princesa de Babilonia a dominar sus pasiones; despuйs de lo cual hizo uncir sus unicornios y volviу a partir hacia la Batavia, dejando a todos los huйspedes maravillados de йl, y a la dueсa de casa desesperada. En el exceso de su dolor, leyу al dнa siguiente.

-Йsas son -dijo, encogiйndose de hombros- necedades bien aburridas. Y se fue a una cacerнa de zorro con algunos borrachos de la vecindad. Amazбn ya bogaba sobre el mar, provisto de un mapa geogrбfico que le habнa obsequiado el sabio albionense que habнa conversado con йl en la casa de milord Y a unн quй Veнa con sorpresa gran parte de la tierra sobre una hoja de papel.

Sus ojos y su imaginaciуn se perdнan en ese pequeсo espacio; miraba el Rin. el Danubio, los Apees del Tirol, llamados entonces de otra manera, y todos los paнses por donde debнa pasar antes de llegar a la ciudad de las siete montaсas; pero sus miradas se dirigнan sobre todo al paнs de los gangбridas, a Babilonia, donde habнa visto a su querida princesa y al fatal paнs de Bassora, donde ella habнa dado un beso al rey de Egipto. Suspiraba, derramaba lбgrimas, pero estaba de acuerdo en que el albionense, que le habнa regalado un universo en pequeсo, no se habнa equivocado al decirle que la gente era mбs instruida en las orillas del Tбmesis que en las del Nilo, del Йufrates y del Ganges.

Mientras йl regresaba a Batavia, Formosanta volaba hacia Albiуn con sus dos navнos que singlaban a toda vela; el de Amazбn y el de la princesa se cruzaron, casi se tocaron: los dos amantes estaban cerca el uno del otro y no podнan sospecharlo. ЎAh, si lo hubiesen sabido! Pero el imperioso destino no lo permitiу

Mientras tanto Amazбn estaba ya en camino a la capital de Albiуn, en su carroza tirada por seis unicornios, y soсaba con su princesa. Vio un coche caнdo en una zanja; los criados se habнan alejado para buscar ayuda; el dueсo del coche permanecнa tranqui­lamente en su vehнculo, sin mostrar la menor impa­ciencia y divirtiйndose en fumar porque en esa йpoca se fumaba: se llamaba milord What-then, lo que significa aproximadamente Ya mн que en la lengua a la cual traduzco estas memorias.

Amazбn se precipitу en su direcciуn para ayu­darlo; enderezу solo el coche, hasta tal punto su fuerza era superior a la de los otros hombres. Milord Y a mi quй se contentу con decir: "He aquн un hombre bien vigoroso". Los rъsticos, que habнan acudido de la vecindad, montaron en cуlera porque se los habнa hecho ir inъtilmente y se la tomaron con el extranjero: lo amenazaron llamбndolo perro extranjero y quisieron golpearlo.

Amazбn tomу a dos en cada mano y los arrojу a veinte pasos; los otros lo respetaron, lo saludaron, le pidieron dinero del que jamбs habнan visto en su vida.

Milord Y a mi quй le dijo:

-Os estimo; venid a beber conmigo a mi casa de campo, que sуlo se halla a tres millas.

Subiу en el vehнculo de Amazбn, porque el suyo habнa quedado maltrecho luego del golpe.

Luego de un cuarto de hora de silencio, mirу un instante a Amazбn y le dijo: How dye do; literalmente. їCуmo hace usted hacer?, y en la lengua del traductor їCуmo estб usted?, lo cual no quiere decir absoluta­mente nada en ningъn idioma; luego agregу: "Tiene usted seis lindos unicornios" y siguiу fumando.

El viajero le dijo que ponнa sus unicornios a su servicio; que venнa con ellos del paнs de los gangбridas; aprovechу la ocasiуn para hablarle de la princesa de

Babilonia y del beso fatal que le habнa dado al rey de Egipto; a todo lo cual el otro no replicу absolutamente nada, preocupбndole bien poco que hubiese en el mundo un rey de Egipto y una princesa de Babilonia. Estuvo nuevamente un cuarto de hora sin hablar, despuйs de lo cual volviу a preguntar a su compaсero cуmo hacнa hacer y si se comнa buen roast-beef en el paнs de los gangбridas. El viajero le respondiу con su habitual cortesнa que no se comнa a los hermanos en las orillas del Ganges. Le explicу luego el sistema que fue, despuйs de muchos siglos, el de Pitбgoras, Porfirio, Jбmblico. Despuйs de lo cual el milord se durmiу y continuу durmiendo de un tirуn hasta que llegу a su casa.

Tenнa una mujer joven y encantadora, a quien la naturaleza habнa dado un alma tan viva y sensible como indiferente era la de su marido. Varios seсores albionenses habнan venido ese dнa a cenar con ella. Habнa allн toda clase de caracteres porque no habiendo estado el paнs gobernado casi nunca sino por extranjeros, las familias que vinieron con estos prнncipes habнan traнdo cada una de ellas costumbres diferentes. Amazбn se hallу en compaснa de personas muy amables.

La dueсa de casa no tenнa nada de esa apariencia falsa y torpe, de esa rigidez, de ese falso pudor que se reprochaba por entonces a los jуvenes de Albiуn. No escondнa, tras un porte desdeсoso y un silencio afectado, la esterilidad de sus ideas y el embarazo humillante de no tener nada que decir: ninguna mujer era mбs entusiasta. Recibiу a Amazбn con la cortesнa y la gracia que le eran naturales. La extrema belleza de este joven extranjero y la repentina comparaciуn que hizo entre йl y su marido, la impresionaron vivamente al comienzo.

Sirvieron la comida. Ella hizo sentar a Amazбn a su lado y le hizo comer puddings de todas clases, habiendo sabido por йl que los gangбridas no se alimentaban con nada que hubiese recibido de los dioses el don celeste de la vida. Su belleza, su fuerza, las costumbres de los gangбridas, el progreso de las artes, la religiуn y el gobierno, fueron el tema de una conversaciуn tan agradable como instructiva, que durу hasta la noche y durante la cual milord Y a mi quй bebiу mucho y no dijo una sola palabra.

Despuйs de la cena, mientras milady servнa el tй y devoraba con los ojos al mancebo, йste conversу con un miembro del parlamento: porque, como todos saben, por ese entonces habнa un parlamento y se llamaba Wittenagemot lo cual significa la asamblea de la gente inteligente. Amazбn se informaba de la constituciуn, las costumbres, las leyes, los conocimientos, los usos, las artes que tornaban a este paнs tan recomendable; el seсor le hablaba en estos tйrminos:

-Durante mucho tiempo anduvimos comple­tamente desnudos, a pesar de que el paнs no es cбlido. Durante mucho tiempo fuimos tratados como esclavos por gente que venнa de la antigua tierra de Saturno regada por las aguas del Tнber; pero nosotros mismos nos hicimos males mucho mayores que aquellos que debimos enjugar de nuestros primeros conquistadores. Uno de nuestros reyes llevу su bajeza hasta declararse sъbdito de un prelado que habitaba tambiйn en las orillas del Tнber y a quien se llamaba el Viejo de las siete montaсas: hasta tal punto el destino de estas siete montaсas fue durante mucho tiempo dominar una gran parte de Europa, habitada entonces por brutos.

«Despuйs de esos tiempos de envilecimiento, vinieron siglos de ferocidad y de anarquнa. Nuestra tierra, mбs tempestuosa que los mares que la rodean, fue saqueada y ensangrentada por nuestras discordias.

Varias cabezas coronadas perecieron en el ъltimo suplicio. Mбs de cien prнncipes de sangre real terminaron sus dнas en el cadalso; se arrancу el corazуn de todos sus seguidores y se azotaron sus mejillas. Era el verdugo a quien correspondнa escribir la historia de nuestra isla, puesto que era йl quien habнa terminado con todos los grandes debates.

«No hace mucho tiempo que, para colmo de horror, algunas personas que llevaban un manto negro y otras que usaban una camisa blanca encima de su chaqueta, al ser mordidas por perros rabiosos, comunicaron su rabia a la naciуn entera. Todos los ciudadanos fueron o asesinados o degollados, o verdugos o ajusticiados, o depredadores o esclavos, en el nombre del cielo y buscando al Seсor.

«їQuiйn creerнa que de este abismo escalofriante, de este caso de disensiones, atrocidades, ignorancia y fanatismo, resultу finalmente el mбs perfecto gobierno que pueda existir hoy en el mundo? Un rey honrado y rico todopoderoso para hacer el bien, impotente para hacer el mal, se halla a la cabeza de una naciуn libre, guerrera, comerciante y esclarecida. Los grandes por un lado y los representantes de las ciudades por el otro, comparten la legislaciуn con el monarca.

«Se habнa visto, por una singular fatalidad, al desorden, a las guerras civiles, a la anarquнa y a la pobreza, desolar el paнs cuando los reyes detentaban el poder arbitrario. La tranquilidad, la riqueza, la felicidad pъblica sуlo reinaron entre nosotros cuando los reyes reconocieron que no eran absolutos. Todo se hallaba subvertido cuando se disputaba sobre cosas ininteligibles; todo estuvo en orden cuando se las desdeсу. Nuestras flotas victoriosas llevan nuestra gloria por todos los mares y las leyes aseguran nuestras fortunas: un juez jamбs puede aplicarlas arbitrariamente; nunca se arresta a nadie sin motivo. Castigarнamos como asesinos a los jueces que osaran enviar a la muerte un ciudadano sin manifestar los testimonios que lo acusan y la ley que lo condena.

«Es cierto que siempre hay entre nosotros dos partidos que se combaten con la pluma y con intrigas; pero tambiйn es cierto que siempre se unen cuando se trata de tomar las armas para defender la patria y la libertad. Estos dos partidos velan el uno por el otro; se impiden mutuamente violar el depуsito sagrado de las leyes; se odian, pero aman al Estado: son amantes celosos que sirven a porfнa a la misma querida.

«El mismo poder espiritual que nos ha hecho conocer y sostener los derechos de la naturaleza humana ha llevado a las ciencias al mбs alto grado que puedan alcanzar entre los hombres. Vuestros egipcios, que son considerados tan grandes como mecбnicos; vuestros hindъes, a quienes se cree tan grandes filуsofos; vuestros babilonios que se jactan de haber observado los astros durante cuatrocientos treinta mil aсos; los griegos que ha escrito tantas frases y tan pocas cosas, no saben nada con precisiуn en comparaciуn con nuestros mбs pequeсos escolares, que han estudiado los descubri­mientos de nuestros grandes maestros. Hemos arran­cado mбs secretos a la naturaleza en el lapso de cien aсos que los que el gйnero humano habнa descubierto en la multitud de los siglos.

«He aquн en realidad el estado en que nos ha­llamos. No os he escondido el bien, ni el mal, ni nuestros oprobios, ni nuestra gloria; y no he exagerado nada.

Amazбn, ante este discurso, se sintiу invadido por el penetrante deseo de instruirse en las ciencias sublimes de las cuales se le hablaba; y si su pasiуn por la princesa de Babilonia, su respeto filial por su madre, a la cual habнa dejado abandonada no hubiesen hablado con fuerza a su corazуn desgarrado, habrнa querido pasar su vida en la isla de Albiуn; pero aquel malhadado beso dado por su princesa al rey de Egipto no daba suficiente libertad a su бnimo para estudiar las altas ciencias.

-Os confieso --dijo- que habiйndome im­puesto la ley de recorrer el mundo huyendo de mн mismo, siento bastante curiosidad por ver esa antigua tierra de Saturno, ese pueblo del Tнber y de las siete montaсas a quien habйis obedecido otrora; debe ser, sin duda, el primer pueblo de la tierra.

-Os aconsejo emprender ese viaje-le repuso el albionense-, por poco que amйis la pintura y la mъsica. Nosotros mismos vamos muy a menudo a llevar nuestro aburrimiento hacia las siete montaсas. Pero os sentirйis muy asombrado al ver a los descendientes de nuestros vencedores.

Esta conversaciуn fue larga. A pesar de que el hermoso Amazбn tenнa el cerebro un poco afectado hablaba con tanto encanto, su voz era tan conmovedora, su porte tan noble y tan suave, que la dueсa de casa no pudo evitar a su vez conversar con йl a solas. Al hablarle le estrechу tiernamente la mano mirбndolo con ojos hъmedos y brillantes que llevaban el deseo a todos los resortes de la vida. Lo hizo quedarse a comer y a dormir. Cada instante, cada palabra, cada mirada, inflamaron su pasiуn. Apenas todos se hubieron retirado, le escribiу una esquelita, sin dudar que йl vendrнa a hacerle la corte a su lecho, mientras que milord Y a mi quй dormнa en el suyo. Nuevamente Amazбn tuvo el coraje de resistir; hasta tal punto un grano de locura produce efectos milagrosos en un alma fuerte y profundamente herida.

Amazбn, siguiendo su costumbre, escribiу a la dama una respuesta respetuosa en la cual le informaba de la santidad de su juramento y la fuerte obligaciуn en la que se hallaba de enseсar a la princesa de Babilonia a dominar sus pasiones; despuйs de lo cual hizo uncir sus unicornios y volviу a partir hacia la Batavia, dejando a todos los huйspedes maravillados de йl, y a la dueсa de casa desesperada. En el exceso de su dolor, leyу al dнa siguiente.

-Йsas son -dijo, encogiйndose de hombros- necedades bien aburridas. Y se fue a una cacerнa de zorro con algunos borrachos de la vecindad. Amazбn ya bogaba sobre el mar, provisto de un mapa geogrбfico que le habнa obsequiado el sabio albionense que habнa conversado con йl en la casa de milord Y a unн quй Veнa con sorpresa gran parte de la tierra sobre una hoja de papel.

Sus ojos y su imaginaciуn se perdнan en ese pequeсo espacio; miraba el Rin. el Danubio, los Apees del Tirol, llamados entonces de otra manera, y todos los paнses por donde debнa pasar antes de llegar a la ciudad de las siete montaсas; pero sus miradas se dirigнan sobre todo al paнs de los gangбridas, a Babilonia, donde habнa visto a su querida princesa y al fatal paнs de Bassora, donde ella habнa dado un beso al rey de Egipto. Suspiraba, derramaba lбgrimas, pero estaba de acuerdo en que el albionense, que le habнa regalado un universo en pequeсo, no se habнa equivocado al decirle que la gente era mбs instruida en las orillas del Tбmesis que en las del Nilo, del Йufrates y del Ganges.

Mientras йl regresaba a Batavia, Formosanta volaba hacia Albiуn con sus dos navнos que singlaban a toda vela; el de Amazбn y el de la princesa se cruzaron, casi se tocaron: los dos amantes estaban cerca el uno del otro y no podнan sospecharlo. ЎAh, si lo hubiesen sabido! Pero el imperioso destino no lo permitiу