Capнtulo 6.- Lo que les sucediу con los hombres

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Mejor observador Micromegas que el enano, advirtiу claramente que aquellos бtomos se hablaban y asн se lo hizo notar a su compaсero, el cual, con la vergьenza de haberse engaсado acerca del mecanismo de la generaciуn, no quiso creer que semejante especie de bichos pudieran tener y comunicarse sus ideas. Micromegas poseнa el don de lenguas, no menos que el siriano, y no entendiendo a nuestros бtomos, suponнa que no hablaban; y luego їcуmo habнan de tener уrganos de la voz unos seres casi imperceptibles, ni quй se habнan de decir? Para hablar es indispensable pensar, y si pensaban, llevaban en sн algo que equivalнa al alma; y atribuir una cosa equivalente al alma a especie tan ruin, se le antojaba mucho disparate. Dнjole el siriano:

—їPues no creнas, hace poco, que se estaban amando? їPensбis que se hacen ciertas cosas sin pensar y sin hablar, o a lo menos, sin darse a entender? їCreйis que es mбs fбcil hacer un chico que un silogismo? A mн, una y otra cosa me parecen impenetrables misterios.

—No me atrevo ya —dijo el enano— a creer ni a negar nada; procedamos a examinar estos insectos y meditemos luego.

—De acuerdo —respondiу Micromegas.

Y sacando unas tijeras se cortу la uсa de su dedo pulgar con la que hizo una especie de bocina enorme, como un embudo inmenso, y luego se puso el caсуn al oнdo; la circunferencia del embudo abarcaba al navнo y toda su tripulaciуn, y la mбs dйbil voz se introducнa en las fibras circulares de la uсa; de suerte que, merced a su ingenio, el filуsofo de allб arriba, oyу perfectamente el zumbido de nuestros insectos de acб abajo, y en pocas horas logrу distinguir las palabras y entender el idioma francйs en que hablaban. Lo mismo hizo el enano, aunque no con tanta facilidad. Crecнa el asombro de los dos viajeros al oнr hablar con notable discreciуn y les parecнa inexplicable este fenуmeno de la naturaleza. Como podemos figurarnos el enano y el siriano se morнan de deseos de entablar conversaciуn con aquellos бtomos; pero tenнan miedo de que su voz atronara a los microbios sin que la oyesen.

Trataron, pues, de amortiguar su intensidad, y para ello se pusieron en la boca unos mondadientes muy menudos, cuya punta muy afilada iba a parar junto al navнo. Puso el siriano al enano entre sus rodillas, y encima de una uсa, el navнo con su tripulaciуn; bajу la cabeza y hablу muy quedo, y despuйs de todas estas precauciones, y muchas mбs, dijo lo siguiente:

—Invisibles insectos que la diestra del Creador se plugo producir en los abismos de lo infinitamente pequeсo; yo os bendigo. Acaso luego me desprecien en mi Corte; pero yo a nadie desprecio, y os brindo mi protecciуn.

Si hubo asombros en el mundo, ninguno llegу al de los que estas palabras oyeron, sin poder atinar de dуnde salнan. Rezу el capellбn las preces contra el demonio, blasfemaron los marineros, e inventaron varios sistemas los filуsofos del navнo; pero a pesar de sus meditaciones, no les fue posible averiguar quiйn era el que les hablaba.

Fue entonces cuando el enano de Saturno, que tenнa la voz mбs dйbil que Micromegas, les explicу todo circunstanciadamente; el viaje desde Saturno, y quiйn era el seсor Micromegas. Compadecido de que fueran tan chicos los habitantes de la Tierra les hablу con ternura preguntбndoles si habнan sido siempre tan insignificantes y quй era lo que hacнan en un globo que, al parecer, pertenecнa a las ballenas. Les preguntу tambiйn si eran felices, si tenнan alma, si se reproducнan y otras mil preguntas por el estilo.

Ofendido de que alguien dudase de si tenнan alma, un sabio de la Tierra, mбs audaz que los demбs, observу a su interlocutor con una pнnula adaptada a un cuarto de cнrculo, midiу los triбngulos y por ъltimo dijo asн: —їCreйis, caballero, que porque tengбis una estatura de dos mil metros sois un...?

—ЎDos mil metros? —exclamу el enano—. ЎNo se ha equivocado ni en una pulgada! Asн pues, este бtomo ha podido medirme. Sabe matemбticas y ha determinado mi tamaсo. En cambio, yo no le puedo ver sin el auxilio del microscopio y no sй quй dimensiones tiene.

—Sн, supe mediros —dijo el matemбtico— y podrй hacer lo mismo con el gigante que os acompaсa.

Admitida la propuesta, se tendiу Su Excelencia en el suelo, porque estando en pie, su cabeza se perdнa en las nubes, y nuestros filуsofos le plantaron un бrbol muy grande en cierto sitio que el doctor Swift hubiera designado por su nombre, pero que yo no me atrevo a mencionar por el mucho respeto que tengo a las damas. Luego, mediante una serie de triбngulos que trazaron y relacionaron unos con otros, sacaron en consecuencia que la persona que medнan era un sujeto de veinte mil pies de estatura.

Micromegas decнa:

—ЎCuan cierto es que nunca se deben juzgar las cosas por su apariencia! Seres insignificantes, despreciables, tienen uso de razуn, y aun es posible que otros mбs pequeсos todavнa posean mбs inteligencia que esos inmensos animales que he visto en el cielo y que con un solo pie cubrirнan el planeta en que me encuentro. Para Dios, en su omnipotencia, no hay dificultad en proveer de entendimiento, lo mismo a los seres infinitamente grandes que a los infinitamente pequeсos.

Respondiуle uno de los filуsofos que bien podнa creer, sin duda alguna, que habнa seres inteligentes mucho mбs pequeсos que el hombre, y para probбrselo le contу, no las fбbulas de Virgilio sobre las abejas, sino lo que Swammerdam ha descubierto, y lo que ha disecado Reaumur. Dнjole tambiйn que hay animales que son, con respecto a las abejas, lo que las abejas con respecto al hombre y le hizo notar lo que el propio siriano significaba en relaciуn con aquellos animales enormes a que se habнa referido; a su vez, estos grandes animales comparados con otros, parecen imperceptibles бtomos. Poco a poco fue haciйndose interesante la conversaciуn.

Micromegas se expresу asн:

Mejor observador Micromegas que el enano, advirtiу claramente que aquellos бtomos se hablaban y asн se lo hizo notar a su compaсero, el cual, con la vergьenza de haberse engaсado acerca del mecanismo de la generaciуn, no quiso creer que semejante especie de bichos pudieran tener y comunicarse sus ideas. Micromegas poseнa el don de lenguas, no menos que el siriano, y no entendiendo a nuestros бtomos, suponнa que no hablaban; y luego їcуmo habнan de tener уrganos de la voz unos seres casi imperceptibles, ni quй se habнan de decir? Para hablar es indispensable pensar, y si pensaban, llevaban en sн algo que equivalнa al alma; y atribuir una cosa equivalente al alma a especie tan ruin, se le antojaba mucho disparate. Dнjole el siriano:

—їPues no creнas, hace poco, que se estaban amando? їPensбis que se hacen ciertas cosas sin pensar y sin hablar, o a lo menos, sin darse a entender? їCreйis que es mбs fбcil hacer un chico que un silogismo? A mн, una y otra cosa me parecen impenetrables misterios.

—No me atrevo ya —dijo el enano— a creer ni a negar nada; procedamos a examinar estos insectos y meditemos luego.

—De acuerdo —respondiу Micromegas.

Y sacando unas tijeras se cortу la uсa de su dedo pulgar con la que hizo una especie de bocina enorme, como un embudo inmenso, y luego se puso el caсуn al oнdo; la circunferencia del embudo abarcaba al navнo y toda su tripulaciуn, y la mбs dйbil voz se introducнa en las fibras circulares de la uсa; de suerte que, merced a su ingenio, el filуsofo de allб arriba, oyу perfectamente el zumbido de nuestros insectos de acб abajo, y en pocas horas logrу distinguir las palabras y entender el idioma francйs en que hablaban. Lo mismo hizo el enano, aunque no con tanta facilidad. Crecнa el asombro de los dos viajeros al oнr hablar con notable discreciуn y les parecнa inexplicable este fenуmeno de la naturaleza. Como podemos figurarnos el enano y el siriano se morнan de deseos de entablar conversaciуn con aquellos бtomos; pero tenнan miedo de que su voz atronara a los microbios sin que la oyesen.

Trataron, pues, de amortiguar su intensidad, y para ello se pusieron en la boca unos mondadientes muy menudos, cuya punta muy afilada iba a parar junto al navнo. Puso el siriano al enano entre sus rodillas, y encima de una uсa, el navнo con su tripulaciуn; bajу la cabeza y hablу muy quedo, y despuйs de todas estas precauciones, y muchas mбs, dijo lo siguiente:

—Invisibles insectos que la diestra del Creador se plugo producir en los abismos de lo infinitamente pequeсo; yo os bendigo. Acaso luego me desprecien en mi Corte; pero yo a nadie desprecio, y os brindo mi protecciуn.

Si hubo asombros en el mundo, ninguno llegу al de los que estas palabras oyeron, sin poder atinar de dуnde salнan. Rezу el capellбn las preces contra el demonio, blasfemaron los marineros, e inventaron varios sistemas los filуsofos del navнo; pero a pesar de sus meditaciones, no les fue posible averiguar quiйn era el que les hablaba.

Fue entonces cuando el enano de Saturno, que tenнa la voz mбs dйbil que Micromegas, les explicу todo circunstanciadamente; el viaje desde Saturno, y quiйn era el seсor Micromegas. Compadecido de que fueran tan chicos los habitantes de la Tierra les hablу con ternura preguntбndoles si habнan sido siempre tan insignificantes y quй era lo que hacнan en un globo que, al parecer, pertenecнa a las ballenas. Les preguntу tambiйn si eran felices, si tenнan alma, si se reproducнan y otras mil preguntas por el estilo.

Ofendido de que alguien dudase de si tenнan alma, un sabio de la Tierra, mбs audaz que los demбs, observу a su interlocutor con una pнnula adaptada a un cuarto de cнrculo, midiу los triбngulos y por ъltimo dijo asн: —їCreйis, caballero, que porque tengбis una estatura de dos mil metros sois un...?

—ЎDos mil metros? —exclamу el enano—. ЎNo se ha equivocado ni en una pulgada! Asн pues, este бtomo ha podido medirme. Sabe matemбticas y ha determinado mi tamaсo. En cambio, yo no le puedo ver sin el auxilio del microscopio y no sй quй dimensiones tiene.

—Sн, supe mediros —dijo el matemбtico— y podrй hacer lo mismo con el gigante que os acompaсa.

Admitida la propuesta, se tendiу Su Excelencia en el suelo, porque estando en pie, su cabeza se perdнa en las nubes, y nuestros filуsofos le plantaron un бrbol muy grande en cierto sitio que el doctor Swift hubiera designado por su nombre, pero que yo no me atrevo a mencionar por el mucho respeto que tengo a las damas. Luego, mediante una serie de triбngulos que trazaron y relacionaron unos con otros, sacaron en consecuencia que la persona que medнan era un sujeto de veinte mil pies de estatura.

Micromegas decнa:

—ЎCuan cierto es que nunca se deben juzgar las cosas por su apariencia! Seres insignificantes, despreciables, tienen uso de razуn, y aun es posible que otros mбs pequeсos todavнa posean mбs inteligencia que esos inmensos animales que he visto en el cielo y que con un solo pie cubrirнan el planeta en que me encuentro. Para Dios, en su omnipotencia, no hay dificultad en proveer de entendimiento, lo mismo a los seres infinitamente grandes que a los infinitamente pequeсos.

Respondiуle uno de los filуsofos que bien podнa creer, sin duda alguna, que habнa seres inteligentes mucho mбs pequeсos que el hombre, y para probбrselo le contу, no las fбbulas de Virgilio sobre las abejas, sino lo que Swammerdam ha descubierto, y lo que ha disecado Reaumur. Dнjole tambiйn que hay animales que son, con respecto a las abejas, lo que las abejas con respecto al hombre y le hizo notar lo que el propio siriano significaba en relaciуn con aquellos animales enormes a que se habнa referido; a su vez, estos grandes animales comparados con otros, parecen imperceptibles бtomos. Poco a poco fue haciйndose interesante la conversaciуn.

Micromegas se expresу asн: