III
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En medio de los jardines entres dos cascadas, se levantaba un salуn oval de trescientos pies de diбmetro, cuya cъpula de azur tachonada de estrellas de oro representaba todas las constelaciones con los planetas, cada uno en su verdadero lugar; esta cъpula giraba, asн como el cielo, por medio de mбquinas tan invisibles como las que dirigen los movimientos celestes. Cien mil antorchas encerradas en cilindros de cristal de roca iluminaban el exterior y el interior del comedor. Un aparador de graderнas soportaba mil jarras o platos de oro, y frente a este aparador, otras graderнas estaban llenas de mъsicos. Otros dos anfiteatros estaban llenos, uno de frutos de todas las estaciones, el otro de бnforas de cristal en las cuales brillaban todos los vinos de la tierra.
Los convidados ocuparon sus lugares alrededor de una mesa dividida en compartimentos que figuraban frutas y flores, todos hechos en piedras preciosas. La hermosa Formosanta fue ubicada entre el rey de Indias y el de Egipto. La bella Aldй, junto al rey de Escitia. Habнa una treintena de prнncipes y cada uno de ellos estaba al lado de una de las mбs bellas damas del palacio. El rey de Babilonia, ubicado en el centro, frente a su hija, parecнa dividido entre la pena de no haber podido casarla y el placer de tenerla aъn consigo. Formosanta le pidiу permiso para colocar su pбjaro sobre la mesa, al lado de ella. Al rey le pareciу muy bien.
La mъsica que se hizo oнr dio plena libertad a cada prнncipe para conversar con su vecina. El festнn pareciу tan agradable como magnнfico. Se habнa servido ante Formosanta un ragъ que agradaba mucho a su padre. La princesa dijo que debнa ser llevado a Su Majestad; inmediatamente el pбjaro toma la fuente con una destreza maravillosa y va a presentarla al rey. Nunca hubo mayor asombro en una cena. Belus le prodigу tantas caricias como su hija. El pбjaro emprendiу nuevamente el vuelo para retornar cerca de ella. Desplegaba al volar una cola tan hermosa, sus alas extendidas mostraban colores tan brillantes, el oro de su plumaje echaba un brillo tan deslumbrador que ninguna mirada podнa apartarse de йl. Todos los concertistas cesaron su mъsica y permanecieron inmуviles. Nadie comнa, nadie hablaba, sуlo se oнa un murmullo de admiraciуn. La princesa de Babilonia, lo besу durante la cena sin pensar siquiera que existнan otros reyes en el mundo. Los de las Indias y Egipto sintieron redoblar su despecho y su indignaciуn, y cada uno de ellos se prometiу apurar la marcha de sus trescientos mil hombres para vengarse.
En cuanto al rey de los escitas, se hallaba ocupado en conversar con la hermosa Aldй: su corazуn altivo, desdeсando sin rencor las desatenciones de Formosanta, habнa concebido por ella mбs indiferencia que cуlera.
-Es bella -decнa-, lo reconozco, pero me parece una de esas mujeres que sуlo se ocupan de su belleza, y que piensan que el gйnero humano debe sentirse muy obligado cuando se dignan aparecer en pъblico. No se adoran нdolos en mi paнs. Preferirнa una fea complaciente y atenta que esta bella estatua. Vos tenйis, seсora, tantos encantos como ella, y por lo menos os dignбis conversar con los extranjeros. Os confieso, con la franqueza de un escita, que os prefiero a vuestra prima.
Se equivocaba sin embargo sobre el carбcter de Formosanta; no era tan desdeсosa como lo parecнa, pero su cumplido fue muy bien recibido por la princesa Aldй. Su conversaciуn tornуse muy interesante: estaban muy contentos y ya seguros el uno del otro antes de levantarse de la mesa.
Despuйs de cenar fueron a pasear por los bosquecillos. El rey de Escitia y Aldй no dejaron de buscar un retiro solitario; Aldй, que era la franqueza misma, hablу de esta manera al prнncipe:
-No odio a mi prima aunque sea mбs hermosa que yo y estй destinada al trono de Babilonia: el honor de agradaros me sirve de atractivo. Prefiero Escitia con vos, que la corona de Babilonia sin vos, pero esta corona me pertenece por derecho si es que existen derechos en el mundo; porque desciendo de la rama del hijo mayor de Nemrod, y Formosanta sуlo pertenece a la menor. Su abuelo destronу al mнo y lo hizo morir.
-ЎTal es pues la fuerza de la sangre en la casa de Babilonia! -dijo el escita-їCуmo se llamaba vuestro abuelo?
-Se llamaba Aldй, como yo. Mi padre llevaba el mismo nombre; fue relegado al fondo del imperio junto con mi madre, y Belus, despuйs de que ellos murieron, no temiendo nada de mн, quiso educarme junto con su hija, pero decidiу que no me desposarнa jamбs.
-Quiero vengar a vuestro padre y a vuestro abuelo y a vos -dijo el rey de los escitas-. Os respondo que os desposarйis; os raptarй pasado maсana muy temprano, porque debo cenar maсana con el rey de Babilonia y regresarй a defender vuestros derechos con un ejйrcito de trescientos mil hombres.
-Consiento en ello -dijo la bella Aldй, y luego de haberse dado su palabra de honor, se separaron.
Hacнa ya largo rato que la incomparable Formosanta se habнa ido a acostar. Habнa hecho colocar junto a su cama un pequeсo naranjo en un cajуn de plata para que su pбjaro descansase. Sus cortinas se hallaban cerradas, pero no sentнa ningъn deseo de dormir. Su corazуn y su imaginaciуn estaban demasiado despiertos. El encantador desconocido se hallaba ante sus ojos, lo veнa lanzando una flechу con el arco de Nemrod, lo contemplaba cortando la cabeza del leуn, recitaba su madrigal, finalmente lo veнa escapar de la muchedumbre montado sobre su unicornio; entonces estallaba en sollozos y exclamaba entre lбgrimas: -No lo verй nunca mбs, no volverб. -Volverб, seсora-le repuso el pбjaro desde lo alto de su naranjo-, їacaso puede alguien veros y no regresar para contemplaros?
-ЎOh, cielos! ЎPoderes eternos! ЎMi pбjaro habla el mбs puro caldeo! -Diciendo estas palabras, abre las cortinas, le tiende los brazos, se pone de rodillas sobre el lecho.
-їSois acaso un dios que ha descendido sobre la tierra? їSois el gran Orosmade escondido bajo ese hermoso plumaje? Si sois dios, devolvedme a ese joven.
-No soy mбs que un ave -replicу el otro-, pero nacн en los tiempos en que todos los animales aъn hablaban, cuando los pбjaros, las serpientes, los asnos, los caballos y los grifos conversaban familiarmente con los hombres. No he querido hablar ante la gente, por temor a que vuestras damas de honor me tomasen por un brujo; sуlo quiero descubrirme ante vos.
Formosanta, sobrecogida, extraviada, embriagada de tantas maravillas, agitada por la premura de formular cien preguntas a la vez, le preguntу primero quй edad tenнa.
-Veintisiete mil novecientos aсos y seis meses, seсora; tengo la edad de esa pequeсa revoluciуn del cielo que vuestros magos llaman la presesiуn de los equinoccios y que se cumple alrededor de cada veintiocho mil aсos de los vuestros. Hay revoluciones infinitamente mбs largas: por lo tanto nosotros tenemos seres mucho mбs ancianos que yo. Hace ya veintidуs mil aсos que aprendн el caldeo en uno de mis viajes. Siempre he conservado mucho aprecio por la lengua caldea, pero otros animales compaсeros mнos han renunciado a hablar en vuestras regiones.
-їY esto a quй se debe, divino pбjaro? -ЎAy!, es porque los hombres tomaron finalmente la costumbre de comernos, en vez de conversar e instruirse con nosotros. ЎBбrbaros! їNo podнan convencerse de que, teniendo los mismos уrganos que ellos, las mismas necesidades, los mismos deseos, tenнamos lo que se llama un alma tanto como ellos, que йramos sus hermanos, y que sуlo era necesario cocinar y comerse a los malvados? Hasta tal punto somos vuestros hermanos que el Gran Ser, El ser eterno y formador, al hacer un pacto con los hombres nos comprendiу expresamente en su tratado. Os prohibiу alimentaros con nuestra sangre y a nosotros, alimentamos con la vuestra.
"Las fбbulas de vuestro anciano Locmanb traducidas a tantas lenguas, serбn un testimonio que subsistirб eternamente del feliz comercio que habйis tenido otrora con nosotros. Todos comienzan con estas palabras: En las йpocas en que los animales hablaban. Es cierto que hay muchas mujeres entre vosotros que siempre hablan a sus perros, pero йstos han decidido no responder desde que se los obligу a latigazos a participar en la caza y ser cуmplices del asesinato de nuestros comunes, los ciervos, los gamos, las liebres y las perdices.
"Aъn tenйis antiguos poemas en los cuales los caballos hablan, y vuestros cocheros les dirigen la palabra todos los dнas; pero lo hacen tan groseramente y pronunciando palabras tan infames que los caballos, que antaсo os amaban tanto, os odian hoy en dнa.
"El paнs donde habita vuestro encantador desconocido, el mбs perfecto de los hombres, sigue siendo el ъnico donde vuestra especie sabe aъn amar a la nuestra y hablarle; es la ъnica regiуn de la tierra en donde los hombres son justos.
-їY dуnde se halla ese paнs de mi querido desconocido? їCuбl es el nombre de este hйroe? їCуmo se llama su imperio? Porque tanto creerй que йl sea un pastor como que vos seбis un murciйlago.
-Su paнs, seсora, es el de los gangбridas, pueblo virtuoso e invencible que habita en la orilla oriental del Ganges. El nombre de mi amigo es Amazбn. No es rey y no sй si desearнa rebajarse a serlo; ama demasiado a sus compatriotas; es pastor como ellos. Pero no os imaginйis que esos pastores se asemejan a los vuestros, que apenas cubiertos por harapos andrajosos cuidan ovejas infinitamente mejor vestidas que ellos; que gimen bajo el fardo de la pobreza y que pagan a un explorador la mitad de los miserables salarios que reciben de sus amos. Los pastores gangбridas, nacidos todos iguales, son dueсos de los rebaсos innumerables que cubren sus prados eternamente floridos. Jamбs se los mata: es un crimen horrible cerca del Ganges matar y comer a un semejante. Su lana, mбs fina y brillante que la seda mбs hermosa, es el mayor comercio de Oriente. Por otra parte, la tierra de los gangбridas produce todo lo que pueda halagar los deseos de los hombres. Esos grandes diamantes que Amazбn tuvo el honor de ofreceros, son de una mina que le pertenece. Ese unicornio que le habйis visto montar es la montura ordinaria de los gangбridas. Es el mбs bello animal, el mбs fiero, el mбs terrible y el mбs suave que adorne la tierra. Bastarнan cien gangбridas y cien unicornios para disipar innumerable armadas. Hace alrededor de dos siglos un rey de las Indias fue lo suficientemente loco como para querer conquistar esta naciуn: se presentу seguido de diez mil elefantes y de un millуn de guerreros. Los unicornios atravesaron los elefantes, como he visto que se ensartan en un pinche de oro las alondras que se sirven en vuestra mesa. Los guerreros caнan sobre la arena, bajo el sable de los gangбridas como las cosechas de arroz son cortadas por las manos de los pueblos de Oriente. Se tomу prisionero al rey con mбs seiscientos mil hombres. Lo baсaron con las aguas saludables del Ganges, lo pusieron al rйgimen del paнs, que consiste en alimentarse sуlo de vegetales prodigados por la naturaleza para nutrir a todo lo que respira. Los hombres alimentados con carne y abrevados con licores fuertes tienen la sangre agriada y adusta, que los vuelve locos de cien maneras diversas. Su principal demencia es la de verter sangre de sus hermanos y devastar las planicies fйrtiles para reinar sobre cementerios. Se emplearon seis meses enteros en curar al rey de las Indias de su enfermedad. Cuando los mйdicos juzgaron finalmente que tenнa el pulso mas tranquilo y el espнritu mбs sereno, dieron el certificado al consejo de gangбridas. Este consejo, luego de haber pedido su opiniуn a los unicornios, reenviу humildemente al rey de las Indias, a su tonta corte y a sus imbйciles guerreros a su paнs. Esta lecciуn los volviу juiciosos, y, desde entonces, los hindъes respetan a los gangбridas; como los ignorantes que desean instruirse respetan entre vosotros a los filуsofos caldeos, a quienes no pueden igualar.
-A propуsito, mi querido pбjaro -le dijo la princesa-, їexiste una religiуn entre los gangбridas? -їSi existe una? Seсora, nos reunimos para dar gracias a Dios los dнas de luna llena; los hombres en un gran templo de cedro, las mujeres en otro, por temor a las distracciones. Todos los pбjaros en un bosquecillo y los cuadrъpedos en una bella pradera. Agradecemos a dios por todos los bienes que nos ha otorgado. Tenemos, sobre todo, unos loros que predican maravillas.
"Tal es la patria de mi querido Amazбn; es donde yo vivo, y siento tanta amistad por йl como amor vos a йl inspirado. Si me creйis, partiremos juntos y vos irйis a visitarlo.
-Verdaderamente, pбjaro mнo, cumplнs muy bien con vuestro oficio -repuso sonriendo la princesa, que ardнa en deseos de emprender el viaje y no osaba decirlo.
--Sirvo los deseos de mi amigo -dijo el pбjaro- y, despuйs de la felicidad de amaros, el mayor es servir a vuestros amores.
Formosanta ya ni sabнa dуnde se hallaba; se creнa transportada fuera de la tierra. Todo lo que habнa visto durante aquel dнa, todo lo que veнa, todo lo que oнa y especialmente lo que sentнa su corazуn, la sumнa en un embelesamiento que sobrepasaba muy de lejos a aquel que experimentan hoy los afortunados musulmanes cuando, separados de sus lazos terrestres, se ven en el noveno cielo en brazos de los hurнes, rodeados y penetrados por la gloria y la felicidad celeste.
En medio de los jardines entres dos cascadas, se levantaba un salуn oval de trescientos pies de diбmetro, cuya cъpula de azur tachonada de estrellas de oro representaba todas las constelaciones con los planetas, cada uno en su verdadero lugar; esta cъpula giraba, asн como el cielo, por medio de mбquinas tan invisibles como las que dirigen los movimientos celestes. Cien mil antorchas encerradas en cilindros de cristal de roca iluminaban el exterior y el interior del comedor. Un aparador de graderнas soportaba mil jarras o platos de oro, y frente a este aparador, otras graderнas estaban llenas de mъsicos. Otros dos anfiteatros estaban llenos, uno de frutos de todas las estaciones, el otro de бnforas de cristal en las cuales brillaban todos los vinos de la tierra.
Los convidados ocuparon sus lugares alrededor de una mesa dividida en compartimentos que figuraban frutas y flores, todos hechos en piedras preciosas. La hermosa Formosanta fue ubicada entre el rey de Indias y el de Egipto. La bella Aldй, junto al rey de Escitia. Habнa una treintena de prнncipes y cada uno de ellos estaba al lado de una de las mбs bellas damas del palacio. El rey de Babilonia, ubicado en el centro, frente a su hija, parecнa dividido entre la pena de no haber podido casarla y el placer de tenerla aъn consigo. Formosanta le pidiу permiso para colocar su pбjaro sobre la mesa, al lado de ella. Al rey le pareciу muy bien.
La mъsica que se hizo oнr dio plena libertad a cada prнncipe para conversar con su vecina. El festнn pareciу tan agradable como magnнfico. Se habнa servido ante Formosanta un ragъ que agradaba mucho a su padre. La princesa dijo que debнa ser llevado a Su Majestad; inmediatamente el pбjaro toma la fuente con una destreza maravillosa y va a presentarla al rey. Nunca hubo mayor asombro en una cena. Belus le prodigу tantas caricias como su hija. El pбjaro emprendiу nuevamente el vuelo para retornar cerca de ella. Desplegaba al volar una cola tan hermosa, sus alas extendidas mostraban colores tan brillantes, el oro de su plumaje echaba un brillo tan deslumbrador que ninguna mirada podнa apartarse de йl. Todos los concertistas cesaron su mъsica y permanecieron inmуviles. Nadie comнa, nadie hablaba, sуlo se oнa un murmullo de admiraciуn. La princesa de Babilonia, lo besу durante la cena sin pensar siquiera que existнan otros reyes en el mundo. Los de las Indias y Egipto sintieron redoblar su despecho y su indignaciуn, y cada uno de ellos se prometiу apurar la marcha de sus trescientos mil hombres para vengarse.
En cuanto al rey de los escitas, se hallaba ocupado en conversar con la hermosa Aldй: su corazуn altivo, desdeсando sin rencor las desatenciones de Formosanta, habнa concebido por ella mбs indiferencia que cуlera.
-Es bella -decнa-, lo reconozco, pero me parece una de esas mujeres que sуlo se ocupan de su belleza, y que piensan que el gйnero humano debe sentirse muy obligado cuando se dignan aparecer en pъblico. No se adoran нdolos en mi paнs. Preferirнa una fea complaciente y atenta que esta bella estatua. Vos tenйis, seсora, tantos encantos como ella, y por lo menos os dignбis conversar con los extranjeros. Os confieso, con la franqueza de un escita, que os prefiero a vuestra prima.
Se equivocaba sin embargo sobre el carбcter de Formosanta; no era tan desdeсosa como lo parecнa, pero su cumplido fue muy bien recibido por la princesa Aldй. Su conversaciуn tornуse muy interesante: estaban muy contentos y ya seguros el uno del otro antes de levantarse de la mesa.
Despuйs de cenar fueron a pasear por los bosquecillos. El rey de Escitia y Aldй no dejaron de buscar un retiro solitario; Aldй, que era la franqueza misma, hablу de esta manera al prнncipe:
-No odio a mi prima aunque sea mбs hermosa que yo y estй destinada al trono de Babilonia: el honor de agradaros me sirve de atractivo. Prefiero Escitia con vos, que la corona de Babilonia sin vos, pero esta corona me pertenece por derecho si es que existen derechos en el mundo; porque desciendo de la rama del hijo mayor de Nemrod, y Formosanta sуlo pertenece a la menor. Su abuelo destronу al mнo y lo hizo morir.
-ЎTal es pues la fuerza de la sangre en la casa de Babilonia! -dijo el escita-їCуmo se llamaba vuestro abuelo?
-Se llamaba Aldй, como yo. Mi padre llevaba el mismo nombre; fue relegado al fondo del imperio junto con mi madre, y Belus, despuйs de que ellos murieron, no temiendo nada de mн, quiso educarme junto con su hija, pero decidiу que no me desposarнa jamбs.
-Quiero vengar a vuestro padre y a vuestro abuelo y a vos -dijo el rey de los escitas-. Os respondo que os desposarйis; os raptarй pasado maсana muy temprano, porque debo cenar maсana con el rey de Babilonia y regresarй a defender vuestros derechos con un ejйrcito de trescientos mil hombres.
-Consiento en ello -dijo la bella Aldй, y luego de haberse dado su palabra de honor, se separaron.
Hacнa ya largo rato que la incomparable Formosanta se habнa ido a acostar. Habнa hecho colocar junto a su cama un pequeсo naranjo en un cajуn de plata para que su pбjaro descansase. Sus cortinas se hallaban cerradas, pero no sentнa ningъn deseo de dormir. Su corazуn y su imaginaciуn estaban demasiado despiertos. El encantador desconocido se hallaba ante sus ojos, lo veнa lanzando una flechу con el arco de Nemrod, lo contemplaba cortando la cabeza del leуn, recitaba su madrigal, finalmente lo veнa escapar de la muchedumbre montado sobre su unicornio; entonces estallaba en sollozos y exclamaba entre lбgrimas: -No lo verй nunca mбs, no volverб. -Volverб, seсora-le repuso el pбjaro desde lo alto de su naranjo-, їacaso puede alguien veros y no regresar para contemplaros?
-ЎOh, cielos! ЎPoderes eternos! ЎMi pбjaro habla el mбs puro caldeo! -Diciendo estas palabras, abre las cortinas, le tiende los brazos, se pone de rodillas sobre el lecho.
-їSois acaso un dios que ha descendido sobre la tierra? їSois el gran Orosmade escondido bajo ese hermoso plumaje? Si sois dios, devolvedme a ese joven.
-No soy mбs que un ave -replicу el otro-, pero nacн en los tiempos en que todos los animales aъn hablaban, cuando los pбjaros, las serpientes, los asnos, los caballos y los grifos conversaban familiarmente con los hombres. No he querido hablar ante la gente, por temor a que vuestras damas de honor me tomasen por un brujo; sуlo quiero descubrirme ante vos.
Formosanta, sobrecogida, extraviada, embriagada de tantas maravillas, agitada por la premura de formular cien preguntas a la vez, le preguntу primero quй edad tenнa.
-Veintisiete mil novecientos aсos y seis meses, seсora; tengo la edad de esa pequeсa revoluciуn del cielo que vuestros magos llaman la presesiуn de los equinoccios y que se cumple alrededor de cada veintiocho mil aсos de los vuestros. Hay revoluciones infinitamente mбs largas: por lo tanto nosotros tenemos seres mucho mбs ancianos que yo. Hace ya veintidуs mil aсos que aprendн el caldeo en uno de mis viajes. Siempre he conservado mucho aprecio por la lengua caldea, pero otros animales compaсeros mнos han renunciado a hablar en vuestras regiones.
-їY esto a quй se debe, divino pбjaro? -ЎAy!, es porque los hombres tomaron finalmente la costumbre de comernos, en vez de conversar e instruirse con nosotros. ЎBбrbaros! їNo podнan convencerse de que, teniendo los mismos уrganos que ellos, las mismas necesidades, los mismos deseos, tenнamos lo que se llama un alma tanto como ellos, que йramos sus hermanos, y que sуlo era necesario cocinar y comerse a los malvados? Hasta tal punto somos vuestros hermanos que el Gran Ser, El ser eterno y formador, al hacer un pacto con los hombres nos comprendiу expresamente en su tratado. Os prohibiу alimentaros con nuestra sangre y a nosotros, alimentamos con la vuestra.
"Las fбbulas de vuestro anciano Locmanb traducidas a tantas lenguas, serбn un testimonio que subsistirб eternamente del feliz comercio que habйis tenido otrora con nosotros. Todos comienzan con estas palabras: En las йpocas en que los animales hablaban. Es cierto que hay muchas mujeres entre vosotros que siempre hablan a sus perros, pero йstos han decidido no responder desde que se los obligу a latigazos a participar en la caza y ser cуmplices del asesinato de nuestros comunes, los ciervos, los gamos, las liebres y las perdices.
"Aъn tenйis antiguos poemas en los cuales los caballos hablan, y vuestros cocheros les dirigen la palabra todos los dнas; pero lo hacen tan groseramente y pronunciando palabras tan infames que los caballos, que antaсo os amaban tanto, os odian hoy en dнa.
"El paнs donde habita vuestro encantador desconocido, el mбs perfecto de los hombres, sigue siendo el ъnico donde vuestra especie sabe aъn amar a la nuestra y hablarle; es la ъnica regiуn de la tierra en donde los hombres son justos.
-їY dуnde se halla ese paнs de mi querido desconocido? їCuбl es el nombre de este hйroe? їCуmo se llama su imperio? Porque tanto creerй que йl sea un pastor como que vos seбis un murciйlago.
-Su paнs, seсora, es el de los gangбridas, pueblo virtuoso e invencible que habita en la orilla oriental del Ganges. El nombre de mi amigo es Amazбn. No es rey y no sй si desearнa rebajarse a serlo; ama demasiado a sus compatriotas; es pastor como ellos. Pero no os imaginйis que esos pastores se asemejan a los vuestros, que apenas cubiertos por harapos andrajosos cuidan ovejas infinitamente mejor vestidas que ellos; que gimen bajo el fardo de la pobreza y que pagan a un explorador la mitad de los miserables salarios que reciben de sus amos. Los pastores gangбridas, nacidos todos iguales, son dueсos de los rebaсos innumerables que cubren sus prados eternamente floridos. Jamбs se los mata: es un crimen horrible cerca del Ganges matar y comer a un semejante. Su lana, mбs fina y brillante que la seda mбs hermosa, es el mayor comercio de Oriente. Por otra parte, la tierra de los gangбridas produce todo lo que pueda halagar los deseos de los hombres. Esos grandes diamantes que Amazбn tuvo el honor de ofreceros, son de una mina que le pertenece. Ese unicornio que le habйis visto montar es la montura ordinaria de los gangбridas. Es el mбs bello animal, el mбs fiero, el mбs terrible y el mбs suave que adorne la tierra. Bastarнan cien gangбridas y cien unicornios para disipar innumerable armadas. Hace alrededor de dos siglos un rey de las Indias fue lo suficientemente loco como para querer conquistar esta naciуn: se presentу seguido de diez mil elefantes y de un millуn de guerreros. Los unicornios atravesaron los elefantes, como he visto que se ensartan en un pinche de oro las alondras que se sirven en vuestra mesa. Los guerreros caнan sobre la arena, bajo el sable de los gangбridas como las cosechas de arroz son cortadas por las manos de los pueblos de Oriente. Se tomу prisionero al rey con mбs seiscientos mil hombres. Lo baсaron con las aguas saludables del Ganges, lo pusieron al rйgimen del paнs, que consiste en alimentarse sуlo de vegetales prodigados por la naturaleza para nutrir a todo lo que respira. Los hombres alimentados con carne y abrevados con licores fuertes tienen la sangre agriada y adusta, que los vuelve locos de cien maneras diversas. Su principal demencia es la de verter sangre de sus hermanos y devastar las planicies fйrtiles para reinar sobre cementerios. Se emplearon seis meses enteros en curar al rey de las Indias de su enfermedad. Cuando los mйdicos juzgaron finalmente que tenнa el pulso mas tranquilo y el espнritu mбs sereno, dieron el certificado al consejo de gangбridas. Este consejo, luego de haber pedido su opiniуn a los unicornios, reenviу humildemente al rey de las Indias, a su tonta corte y a sus imbйciles guerreros a su paнs. Esta lecciуn los volviу juiciosos, y, desde entonces, los hindъes respetan a los gangбridas; como los ignorantes que desean instruirse respetan entre vosotros a los filуsofos caldeos, a quienes no pueden igualar.
-A propуsito, mi querido pбjaro -le dijo la princesa-, їexiste una religiуn entre los gangбridas? -їSi existe una? Seсora, nos reunimos para dar gracias a Dios los dнas de luna llena; los hombres en un gran templo de cedro, las mujeres en otro, por temor a las distracciones. Todos los pбjaros en un bosquecillo y los cuadrъpedos en una bella pradera. Agradecemos a dios por todos los bienes que nos ha otorgado. Tenemos, sobre todo, unos loros que predican maravillas.
"Tal es la patria de mi querido Amazбn; es donde yo vivo, y siento tanta amistad por йl como amor vos a йl inspirado. Si me creйis, partiremos juntos y vos irйis a visitarlo.
-Verdaderamente, pбjaro mнo, cumplнs muy bien con vuestro oficio -repuso sonriendo la princesa, que ardнa en deseos de emprender el viaje y no osaba decirlo.
--Sirvo los deseos de mi amigo -dijo el pбjaro- y, despuйs de la felicidad de amaros, el mayor es servir a vuestros amores.
Formosanta ya ni sabнa dуnde se hallaba; se creнa transportada fuera de la tierra. Todo lo que habнa visto durante aquel dнa, todo lo que veнa, todo lo que oнa y especialmente lo que sentнa su corazуn, la sumнa en un embelesamiento que sobrepasaba muy de lejos a aquel que experimentan hoy los afortunados musulmanes cuando, separados de sus lazos terrestres, se ven en el noveno cielo en brazos de los hurнes, rodeados y penetrados por la gloria y la felicidad celeste.