VI
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Muy pronto la princesa de Babilonia y el fйnix llegaron al imperio de los cimerios, mucho menos poblado, en verdad, que la China, pero dos veces mбs extenso; antiguamente era parecido a Escitia, habiйndose vuelto desde hacнa algъn tiempo tan floreciente como los reinos que se jactaban de instruir a los demбs Estados.
Despuйs de algunos dнas de marcha llegaron a una gran ciudad que la emperatriz reinante hacнa embellecer; pero ella no se hallaba allн: viajaba entonces desde las fronteras de Europa a las del Asia para conocer sus Estados con sus propios ojos, para juzgar sus males y llevarles remedio, para acrecentar las ventajas, para brindar instrucciуn.
Uno de los principales oficiales de esta antigua capital, informado de la llegada de la babilуnica y el fйnix, se apurу a ofrecer su homenaje a la princesa y a hacerle los honores de su paнs, seguro de que su seсora, que era la mбs cortйs y magnнfica que las reinas, le estarнa agradecido por haber recibido a una tan gran dama con los mismos miramientos que ella misma habrнa prodigado.
Se alojу a Formosanta en el palacio, del cual se alejу a una cantidad de gente inoportuna; se le ofrecieron fiestas ingeniosas. El seсor cimerмo, que era un gran naturalista, conversу mucho con el fйnix durante el tiempo que la princesa permanecнa retirada en sus aposentos. El fйnix le confesу que habнa viajado otrora al paнs de los cimerios y que ya no lo reconocнa.
-їCуmo cambios tan prodigiosos –decнa- pueden haberse operado en un tiempo tan corto? No hace trescientos aсos que vi la naturaleza salvaje en todo horror; y encuentro ahora aquн las artes, el esplendor, la gloria y la cortesнa.
-Un solo hombre comenzу esta obra --repuso el cimerio-y una mujer la perfeccionу; una mujer ha sido mejor legisladora que la Isis de los egipcios y la Ceres de los griegos. La mayorнa de los legisladores han tenido un genio despуtico y estrecho que limitу sus miras al paнs que gobernaron; cada uno mirу a su pueblo como si fuese el ъnico en la tierra o como si debiera ser el enemigo del resto de la tierra. Formaron instituciones sуlo para ese pueblo, introdujeron costumbres sуlo para йl establecieron una religiуn para el solo. Es asн como los egipcios, tan famosos por sus montones de embrutecieron y se deshonraron por sus bбrbaras supersticiones. Creen a las otras naciones se comunican con ellas: y exceptuada la corte, que se eleva a veces sobre los prejuicios vulgares, no hay un solo egipcio que quiera comer en el mismo plato del que haya comido un extranjero. Sus sacerdotes son crueles y absurdos. Mejor serнa no tener leyes y sуlo escuchar a la Naturaleza que grabу en nuestros corazones los principios de lo justo y de lo injusto, que someter la sociedad a leyes sociales.
«Nuestra emperatriz abraza proyectos enteramente opuestos: considera que su vasto Estado sobre el cual todos los meridianos vienen a unirse, debe corresponder a todos los pueblos que habitan bajo estos diversos meridianos. La primera de sus leyes fue la tolerancia de todas las religiones y la compasiуn por todos los errores. Su poderoso genio comprendiу los cultos son diferentes, la moral es en todos lados la misma; por medio de este principio ella uniу su naciуn a todas las naciones del mundo y los cimerios mirarбn al escandinavo y al chino como hermanos suyos. He hecho mбs: quiso que esta preciosa tolerancia, el primer lazo entre los hombres, se estableciera entre sus vecinos; asн mereciу el titulo de madre de la patria, y tendrб el de benefactora de la humanidad si persevera.
«Antes de ella, hombres por desgracia poderosos enviaban sus tropas de asesinos a asolar las poblaciones desconocidas y a regar con su sangre las heredades de sus padres; se llamaban a estos asesinos hйroes; sus pillajes eran considerados gloriosos. Nuestra soberana tiene otra gloria: hace marchar a sus ejйrcitos para llevar la paz, para impedir a los hombres que se perjudiquen, para obligarlos a soportarse unos a otros; y sus estandartes han sido los de la concordia pъblica.
El fйnix, encantado con todo lo que este seсor le informaba, le dijo:
-Seсor, hace veintisiete mil novecientos aсos y siete meses que estoy sobre el mundo; nunca he visto nada comparable a lo que me hacйis saber.
Le pidiу noticias sobre su amigo Amazбn; el cimerio le contу las mismas cosas que le habнan dicho a la princesa en territorio de los chinos y de los escitas: Amazбn huнa de todas las cortes que visitaba apenas una dama le daba una cita en la que temнa sucumbir. El fйnix comunicу enseguida a Formosanta esta nueva muestra de fidelidad que Amazбn le daba, tanto mбs asombrosa por cuanto йl no podнa suponer que su princesa la supiese jamбs.
Habнa partido hacia Escandinavia. Fue en estos climas donde espectбculos nuevos asombraron sus ojos. Aquн la realeza y la libertad subsistнan juntas gracias a un acuerdo que parece imposible en otros estados; los labradores tomaban parte en la legislaciуn tanto como los grandes del reino, y un joven prнncipe hacнa concebir las mayores esperanzas de ser digno de dirigir una naciуn libre. Mбs allб se daba un fenуmeno de lo mбs extraсo: el ъnico rey despуtico sobre la tierra, gracias a un contrato formal con su pueblo, era al mismo tiempo el mбs joven y el mбs justo de los reyes.
En el paнs de los sбrmatos Amazбn vio a un filуsofo en el trono: podнa llamбrselo el rey de la anarquнa porque era el jefe de cien mil pequeсos reyes de los cuales uno solo podнa con una palabra anular las resoluciones de todos los otros. No le costaba mбs a Eolo contener todos los vientos que se combaten sin cesar, que a este monarca conciliar los бnimos: era un piloto rodeado de una tempestad constante; y sin embargo, el navнo no naufragaba, porque el prнncipe era un excelente piloto.
Recorriendo todos estos paнses tan diferentes de su patria, Amazбn rechazaba constantemente todos los buenos partidos que se le presentaban, siempre desesperado por el beso que Formosanta habнale dado al rey de Egipto, siempre firme en su inconcebible resoluciуn de dar a Formosanta el ejemplo de una fidelidad ъnica e inquebrantable.
La princesa y el fйnix seguнan por todos lados su huella, y sуlo se les escapaba por un dнa o dos, sin que el uno se cansase de correr, sin que la otra dejase un momento de seguirlo.
Atravesaron asн toda la Germania; admiraron los progresos que la razуn y la filosofнa lograban en el Norte; todos los prнncipes eran instruidos allн, todos autorizaban la libertad de pensamiento; su educaciуn no habнa sido confiada a quienes tuviesen interйs en engaсarlos o que estuviesen ellos mismos en el engaсo: se los habнa educado en el conocimiento de la moral universal, y en el desprecio de las supersticiones; se habнa desterrado de todos aquellos Estados una costumbre insensata, que enervaba y despoblaba varios paнses meridionales: esta costumbre era enterrar vivos en vastos calabozos a un nъmero infinito de personas de ambos sexos, eternamente separadas unas de otras, y hacerles jurar no tener jamбs comunicaciуn entre ellas. Este exceso de demencia, acreditado durante siglos, habнa devastado la tierra tanto como las guerras mбs crueles.
Los prнncipes del Norte habнan comprendido finalmente que, si se quiere tener un haras, no se deben separar los caballos mбs fuertes de las yeguas. Habнan destruido tambiйn errores no menos extravagantes y no en estos vastos paнses, mientras en otras partes se creнa todavнa que los hombres pueden ser gobernados sуlo cuando son imbйciles.
Muy pronto la princesa de Babilonia y el fйnix llegaron al imperio de los cimerios, mucho menos poblado, en verdad, que la China, pero dos veces mбs extenso; antiguamente era parecido a Escitia, habiйndose vuelto desde hacнa algъn tiempo tan floreciente como los reinos que se jactaban de instruir a los demбs Estados.
Despuйs de algunos dнas de marcha llegaron a una gran ciudad que la emperatriz reinante hacнa embellecer; pero ella no se hallaba allн: viajaba entonces desde las fronteras de Europa a las del Asia para conocer sus Estados con sus propios ojos, para juzgar sus males y llevarles remedio, para acrecentar las ventajas, para brindar instrucciуn.
Uno de los principales oficiales de esta antigua capital, informado de la llegada de la babilуnica y el fйnix, se apurу a ofrecer su homenaje a la princesa y a hacerle los honores de su paнs, seguro de que su seсora, que era la mбs cortйs y magnнfica que las reinas, le estarнa agradecido por haber recibido a una tan gran dama con los mismos miramientos que ella misma habrнa prodigado.
Se alojу a Formosanta en el palacio, del cual se alejу a una cantidad de gente inoportuna; se le ofrecieron fiestas ingeniosas. El seсor cimerмo, que era un gran naturalista, conversу mucho con el fйnix durante el tiempo que la princesa permanecнa retirada en sus aposentos. El fйnix le confesу que habнa viajado otrora al paнs de los cimerios y que ya no lo reconocнa.
-їCуmo cambios tan prodigiosos –decнa- pueden haberse operado en un tiempo tan corto? No hace trescientos aсos que vi la naturaleza salvaje en todo horror; y encuentro ahora aquн las artes, el esplendor, la gloria y la cortesнa.
-Un solo hombre comenzу esta obra --repuso el cimerio-y una mujer la perfeccionу; una mujer ha sido mejor legisladora que la Isis de los egipcios y la Ceres de los griegos. La mayorнa de los legisladores han tenido un genio despуtico y estrecho que limitу sus miras al paнs que gobernaron; cada uno mirу a su pueblo como si fuese el ъnico en la tierra o como si debiera ser el enemigo del resto de la tierra. Formaron instituciones sуlo para ese pueblo, introdujeron costumbres sуlo para йl establecieron una religiуn para el solo. Es asн como los egipcios, tan famosos por sus montones de embrutecieron y se deshonraron por sus bбrbaras supersticiones. Creen a las otras naciones se comunican con ellas: y exceptuada la corte, que se eleva a veces sobre los prejuicios vulgares, no hay un solo egipcio que quiera comer en el mismo plato del que haya comido un extranjero. Sus sacerdotes son crueles y absurdos. Mejor serнa no tener leyes y sуlo escuchar a la Naturaleza que grabу en nuestros corazones los principios de lo justo y de lo injusto, que someter la sociedad a leyes sociales.
«Nuestra emperatriz abraza proyectos enteramente opuestos: considera que su vasto Estado sobre el cual todos los meridianos vienen a unirse, debe corresponder a todos los pueblos que habitan bajo estos diversos meridianos. La primera de sus leyes fue la tolerancia de todas las religiones y la compasiуn por todos los errores. Su poderoso genio comprendiу los cultos son diferentes, la moral es en todos lados la misma; por medio de este principio ella uniу su naciуn a todas las naciones del mundo y los cimerios mirarбn al escandinavo y al chino como hermanos suyos. He hecho mбs: quiso que esta preciosa tolerancia, el primer lazo entre los hombres, se estableciera entre sus vecinos; asн mereciу el titulo de madre de la patria, y tendrб el de benefactora de la humanidad si persevera.
«Antes de ella, hombres por desgracia poderosos enviaban sus tropas de asesinos a asolar las poblaciones desconocidas y a regar con su sangre las heredades de sus padres; se llamaban a estos asesinos hйroes; sus pillajes eran considerados gloriosos. Nuestra soberana tiene otra gloria: hace marchar a sus ejйrcitos para llevar la paz, para impedir a los hombres que se perjudiquen, para obligarlos a soportarse unos a otros; y sus estandartes han sido los de la concordia pъblica.
El fйnix, encantado con todo lo que este seсor le informaba, le dijo:
-Seсor, hace veintisiete mil novecientos aсos y siete meses que estoy sobre el mundo; nunca he visto nada comparable a lo que me hacйis saber.
Le pidiу noticias sobre su amigo Amazбn; el cimerio le contу las mismas cosas que le habнan dicho a la princesa en territorio de los chinos y de los escitas: Amazбn huнa de todas las cortes que visitaba apenas una dama le daba una cita en la que temнa sucumbir. El fйnix comunicу enseguida a Formosanta esta nueva muestra de fidelidad que Amazбn le daba, tanto mбs asombrosa por cuanto йl no podнa suponer que su princesa la supiese jamбs.
Habнa partido hacia Escandinavia. Fue en estos climas donde espectбculos nuevos asombraron sus ojos. Aquн la realeza y la libertad subsistнan juntas gracias a un acuerdo que parece imposible en otros estados; los labradores tomaban parte en la legislaciуn tanto como los grandes del reino, y un joven prнncipe hacнa concebir las mayores esperanzas de ser digno de dirigir una naciуn libre. Mбs allб se daba un fenуmeno de lo mбs extraсo: el ъnico rey despуtico sobre la tierra, gracias a un contrato formal con su pueblo, era al mismo tiempo el mбs joven y el mбs justo de los reyes.
En el paнs de los sбrmatos Amazбn vio a un filуsofo en el trono: podнa llamбrselo el rey de la anarquнa porque era el jefe de cien mil pequeсos reyes de los cuales uno solo podнa con una palabra anular las resoluciones de todos los otros. No le costaba mбs a Eolo contener todos los vientos que se combaten sin cesar, que a este monarca conciliar los бnimos: era un piloto rodeado de una tempestad constante; y sin embargo, el navнo no naufragaba, porque el prнncipe era un excelente piloto.
Recorriendo todos estos paнses tan diferentes de su patria, Amazбn rechazaba constantemente todos los buenos partidos que se le presentaban, siempre desesperado por el beso que Formosanta habнale dado al rey de Egipto, siempre firme en su inconcebible resoluciуn de dar a Formosanta el ejemplo de una fidelidad ъnica e inquebrantable.
La princesa y el fйnix seguнan por todos lados su huella, y sуlo se les escapaba por un dнa o dos, sin que el uno se cansase de correr, sin que la otra dejase un momento de seguirlo.
Atravesaron asн toda la Germania; admiraron los progresos que la razуn y la filosofнa lograban en el Norte; todos los prнncipes eran instruidos allн, todos autorizaban la libertad de pensamiento; su educaciуn no habнa sido confiada a quienes tuviesen interйs en engaсarlos o que estuviesen ellos mismos en el engaсo: se los habнa educado en el conocimiento de la moral universal, y en el desprecio de las supersticiones; se habнa desterrado de todos aquellos Estados una costumbre insensata, que enervaba y despoblaba varios paнses meridionales: esta costumbre era enterrar vivos en vastos calabozos a un nъmero infinito de personas de ambos sexos, eternamente separadas unas de otras, y hacerles jurar no tener jamбs comunicaciуn entre ellas. Este exceso de demencia, acreditado durante siglos, habнa devastado la tierra tanto como las guerras mбs crueles.
Los prнncipes del Norte habнan comprendido finalmente que, si se quiere tener un haras, no se deben separar los caballos mбs fuertes de las yeguas. Habнan destruido tambiйn errores no menos extravagantes y no en estos vastos paнses, mientras en otras partes se creнa todavнa que los hombres pueden ser gobernados sуlo cuando son imbйciles.