III.- Aventuras con un fraile carmelita

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Despuйs de dar las mбs rendidas gracias al sabio de la Academia de Ciencias, volvн a mi casa mohino por demбs y murmurando entre dientes tristes reflexiones: ЎSуlo 40 escudos para vivir, y nada mбs que veinte aсos de vida! ЎAh, pluguiera al cielo que fuese todavнa mбs corta nuestra vida, pues tan llena estб de desventuras! Distraнdo con mis meditaciones me encontrй de pronto frente a un soberbio edificio; me apretaba el hambre, y no poseнa ni siquiera la centйsima parte de la cantidad que de derecho pertenece a cada individuo. Dijйronme que aquel palacio era la residencia de los reverendos padres carmelitas descalzos, y respirй entonces, diciendo entre mн: puesto que son tan humildes estos santos varones que andan sin zapatos, serбn tambiйn lo suficientemente caritativos para darme de comer. Toquй, pues, la campanilla, y apareciу un carmelita.

—їQuй quiere, hijo mнo?

—Reverendo padre, pan; los nuevos decretos me lo han quitado de la boca.

—Hijo mнo, nosotros pedimos limosna, pero no la damos.

—No lo entiendo. Son ustedes tan humildes que van descalzos, viven, sin embargo, en una mansiуn principesca, son caritativos y no dan de comer.

—Hijo mнo, verdad es que no llevamos medias ni zapatos, y eso menos tenemos que gastar; pero creedme, no sentimos mбs frнo en los pies que en las manos, y si nos mandara nuestro santo instituto que fuйsemos con el culo al aire, tampoco tendrнamos frнo en el trasero. En cuanto a nuestra magnнfica casa, la hemos construido con mucha facilidad, porque las que alquilamos en esta misma calle nos rentan 400.000 reales al aсo.

—ЎAh, ah! їDejan ustedes que me muera de hambre, y tienen 400.000 reales de renta? Bien es verdad que pagarбn 200.000 al gobierno.

—ЎLнbrenos Dios de pagar ni un cйntimo! Sуlo el fruto de la tierra cultivada por manos laboriosas, encallecidas y baсadas en lбgrimas debe ser gravado con impuestos para el Estado. Con las limosnas recibidas edificamos esas casas; pero como provenнan dichas limosnas de los productos de la tierra, que ya han pagado su tributo, no vamos nosotros a pagarle otra vez. En cambio, bendecimos a los fieles que se han empobrecido por enriquecernos. Pedimos limosna y damos ocasiуn a los fieles de barrio de San Germбn para bendecirlos mбs y mбs.

Diciendo esto, me dio el carmelita con la puerta en las narices.

Marchй luego al cuartel de carabineros, contй lo que me habнa pasado a uno de ellos, y me dieron bien de comer y medio escudo. Uno de los carabineros dijo que habнa que ir a pegar fuego al convento; pero otro compaсero mбs sensato le hizo ver que aъn no era tiempo, y le exhortу a que esperase dos o tres aсos.

Despuйs de dar las mбs rendidas gracias al sabio de la Academia de Ciencias, volvн a mi casa mohino por demбs y murmurando entre dientes tristes reflexiones: ЎSуlo 40 escudos para vivir, y nada mбs que veinte aсos de vida! ЎAh, pluguiera al cielo que fuese todavнa mбs corta nuestra vida, pues tan llena estб de desventuras! Distraнdo con mis meditaciones me encontrй de pronto frente a un soberbio edificio; me apretaba el hambre, y no poseнa ni siquiera la centйsima parte de la cantidad que de derecho pertenece a cada individuo. Dijйronme que aquel palacio era la residencia de los reverendos padres carmelitas descalzos, y respirй entonces, diciendo entre mн: puesto que son tan humildes estos santos varones que andan sin zapatos, serбn tambiйn lo suficientemente caritativos para darme de comer. Toquй, pues, la campanilla, y apareciу un carmelita.

—їQuй quiere, hijo mнo?

—Reverendo padre, pan; los nuevos decretos me lo han quitado de la boca.

—Hijo mнo, nosotros pedimos limosna, pero no la damos.

—No lo entiendo. Son ustedes tan humildes que van descalzos, viven, sin embargo, en una mansiуn principesca, son caritativos y no dan de comer.

—Hijo mнo, verdad es que no llevamos medias ni zapatos, y eso menos tenemos que gastar; pero creedme, no sentimos mбs frнo en los pies que en las manos, y si nos mandara nuestro santo instituto que fuйsemos con el culo al aire, tampoco tendrнamos frнo en el trasero. En cuanto a nuestra magnнfica casa, la hemos construido con mucha facilidad, porque las que alquilamos en esta misma calle nos rentan 400.000 reales al aсo.

—ЎAh, ah! їDejan ustedes que me muera de hambre, y tienen 400.000 reales de renta? Bien es verdad que pagarбn 200.000 al gobierno.

—ЎLнbrenos Dios de pagar ni un cйntimo! Sуlo el fruto de la tierra cultivada por manos laboriosas, encallecidas y baсadas en lбgrimas debe ser gravado con impuestos para el Estado. Con las limosnas recibidas edificamos esas casas; pero como provenнan dichas limosnas de los productos de la tierra, que ya han pagado su tributo, no vamos nosotros a pagarle otra vez. En cambio, bendecimos a los fieles que se han empobrecido por enriquecernos. Pedimos limosna y damos ocasiуn a los fieles de barrio de San Germбn para bendecirlos mбs y mбs.

Diciendo esto, me dio el carmelita con la puerta en las narices.

Marchй luego al cuartel de carabineros, contй lo que me habнa pasado a uno de ellos, y me dieron bien de comer y medio escudo. Uno de los carabineros dijo que habнa que ir a pegar fuego al convento; pero otro compaсero mбs sensato le hizo ver que aъn no era tiempo, y le exhortу a que esperase dos o tres aсos.