XII.- Contienda reсida
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Mientras estaba el seсor Andrй en Parнs se suscitу una polйmica muy importante. Tratбbase de saber si Marco Antonio era hombre de bien y si estaba en el infierno, en el purgatorio o en el limbo, mientras llega el dнa de la resurrecciуn. Todas las personas distinguidas defendнan a Marco Antonio; Marco Antonio, decнan, fue siempre sobrio, justo, casto, benйfico. Verdad es que no ocupa un lugar tan alto en el cielo como el bendito San Junнpero, porque en todo hay categorнas; pero, el alma de Marco Antonio no debe estar quemбndose en las calderas de Pedro Botero, y si se halla en el purgatorio, no hay mбs que sacarle de йl a fuerza de misas: ahн estбn los jesuitas que nada tienen que hacer. Ellos pueden decir tres mil misas por el descanso del alma de Marco Antonio, que a tres reales la pieza valdrнan 9.000. Marco Antonio no puede estar en el infierno porque a un monarca no se le mete en el infierno asн como asн.
Los adversarios a estos argumentos decнan que no se podнa dar cuartel a Marco Antonio; que era un hereje; que habнa muerto sin confesiуn; que era necesario hacer un escarmiento; que convenнa enviarle al infierno para que supieran a quй atenerse los emperadores de China y del Japуn, los de Persia, Turquнa y Marruecos, los reyes de Inglaterra, Suecia, Dinamarca y Prusia, el estatuderl de Holanda y la aristocracia de Berna, los cuales asн se confiesan como el emperador Marco Antonio; finalmente, que es una satisfacciуn inefable fulminar decretos contra los soberanos muertos, cuando no puede uno lanzarlos contra los vivos, por miedo a que le corten las orejas. Tan seria llegу a ser la polйmica, como antiguamente la de las monjas de Santa Ъrsula con las del convento de la Anunciaciуn, acerca de quiйn de las dos уrdenes llevarнa mбs tiempo, entre las nalgas, huevos pasados por agua sin cascarlos. Temiуse un cisma, cosa horrible, porque cisma quiere decir diferencia de opiniуn, y hasta este fatal momento, todos los humanos habнan pensado de un mismo modo.
El seсor Andrй, excelente ciudadano, convidу a cenar a los directores de ambos partidos. Era un hombre jovial, alegre sin bullicio, y de corazуn en la mano, sin afectar nunca aquella especie de ingenio que no deja lucir el de los demбs. Sabнa hacerse simpбtico y conciliar en йl la autoridad y la confianza. Era un hombre que hubiese logrado que cenaran en paz un genovйs y un corso, un muflн y un arzobispo. En la cena a los polemistas el seсor Andrй mostrу gran habilidad, conduciendo la conversaciуn de modo que no hubiese lugar a la discusiуn entre los adversarios a quienes hizo reнr con sus frases ingeniosas.
Despuйs, cuando el vino comenzу a hacer sus efectos, logrу que conviniesen en que el alma del emperador Marco Antonio permanecнa in statu quo, esto es, entre el cielo y la tierra como los duendes, hasta el dнa del Juicio Final. Volviйronse luego a sus limbos respectivos los espнritus de los doctores, apenas terminada la cena. Esta reconciliaciуn proporcionу tanto prestigio al hombre de los cuarenta escudos, que mбs tarde, cuando surgнa alguna disputa entre literatos o no, las personas neutrales aconsejaban a los contendientes que fuesen a cenar a casa del seсor Andrй.
De dos facciones sй yo, muy encarnizadas, que por no haber cenado en casa del seсor Andrй se han causado mutuamente daсos inmensos.
Mientras estaba el seсor Andrй en Parнs se suscitу una polйmica muy importante. Tratбbase de saber si Marco Antonio era hombre de bien y si estaba en el infierno, en el purgatorio o en el limbo, mientras llega el dнa de la resurrecciуn. Todas las personas distinguidas defendнan a Marco Antonio; Marco Antonio, decнan, fue siempre sobrio, justo, casto, benйfico. Verdad es que no ocupa un lugar tan alto en el cielo como el bendito San Junнpero, porque en todo hay categorнas; pero, el alma de Marco Antonio no debe estar quemбndose en las calderas de Pedro Botero, y si se halla en el purgatorio, no hay mбs que sacarle de йl a fuerza de misas: ahн estбn los jesuitas que nada tienen que hacer. Ellos pueden decir tres mil misas por el descanso del alma de Marco Antonio, que a tres reales la pieza valdrнan 9.000. Marco Antonio no puede estar en el infierno porque a un monarca no se le mete en el infierno asн como asн.
Los adversarios a estos argumentos decнan que no se podнa dar cuartel a Marco Antonio; que era un hereje; que habнa muerto sin confesiуn; que era necesario hacer un escarmiento; que convenнa enviarle al infierno para que supieran a quй atenerse los emperadores de China y del Japуn, los de Persia, Turquнa y Marruecos, los reyes de Inglaterra, Suecia, Dinamarca y Prusia, el estatuderl de Holanda y la aristocracia de Berna, los cuales asн se confiesan como el emperador Marco Antonio; finalmente, que es una satisfacciуn inefable fulminar decretos contra los soberanos muertos, cuando no puede uno lanzarlos contra los vivos, por miedo a que le corten las orejas. Tan seria llegу a ser la polйmica, como antiguamente la de las monjas de Santa Ъrsula con las del convento de la Anunciaciуn, acerca de quiйn de las dos уrdenes llevarнa mбs tiempo, entre las nalgas, huevos pasados por agua sin cascarlos. Temiуse un cisma, cosa horrible, porque cisma quiere decir diferencia de opiniуn, y hasta este fatal momento, todos los humanos habнan pensado de un mismo modo.
El seсor Andrй, excelente ciudadano, convidу a cenar a los directores de ambos partidos. Era un hombre jovial, alegre sin bullicio, y de corazуn en la mano, sin afectar nunca aquella especie de ingenio que no deja lucir el de los demбs. Sabнa hacerse simpбtico y conciliar en йl la autoridad y la confianza. Era un hombre que hubiese logrado que cenaran en paz un genovйs y un corso, un muflн y un arzobispo. En la cena a los polemistas el seсor Andrй mostrу gran habilidad, conduciendo la conversaciуn de modo que no hubiese lugar a la discusiуn entre los adversarios a quienes hizo reнr con sus frases ingeniosas.
Despuйs, cuando el vino comenzу a hacer sus efectos, logrу que conviniesen en que el alma del emperador Marco Antonio permanecнa in statu quo, esto es, entre el cielo y la tierra como los duendes, hasta el dнa del Juicio Final. Volviйronse luego a sus limbos respectivos los espнritus de los doctores, apenas terminada la cena. Esta reconciliaciуn proporcionу tanto prestigio al hombre de los cuarenta escudos, que mбs tarde, cuando surgнa alguna disputa entre literatos o no, las personas neutrales aconsejaban a los contendientes que fuesen a cenar a casa del seсor Andrй.
De dos facciones sй yo, muy encarnizadas, que por no haber cenado en casa del seсor Andrй se han causado mutuamente daсos inmensos.