IV

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Pasу toda la noche hablando de Amazбn. Ya no lo llamaba mбs que su pastor; y es desde entonces que las palabras pastor y amante son siempre empleadas la una por la otra en algunos paнses.

Ora preguntaba al pбjaro si Amazбn habнa tenido otras amantes. Йl le respondнa que no y ella se sentнa en el colmo de la felicidad. Ora querнa saber en quй ocupaba su vida; y se enteraba con arrebatos de alegrнa que la ocupaba en hacer el bien, en cultivar las artes, en penetrar los secretos de la naturaleza, en perfeccionar su persona. Ora querнa saber si el alma de su pбjaro era de la misma naturaleza que la de su amante; por quй habнa vivido cerca de veintiocho mil aсos, mientras quй su amante sуlo tenнa dieciocho o diecinueve aсos. Hacнa cien preguntas parecidas, a las cuales el pбjaro respondнa con una discreciуn que irritaba su curiosidad. Finalmente, el sueсo le cerrу los ojos y entregу a Formosanta a la dulce ilusiуn de los sueсos enviados por los dioses que sobrepasaban a veces a la misma realidad, y que toda la filosofнa de los caldeos apenas puede explicar.

Formosanta no despertу hasta muy tarde. Su habitaciуn estaba en penumbras cuando su padre entrу. El pбjaro recibiу a Su Majestad con una respetuosa gentileza, fue delante de йl, batiу las alas, estirу el cuello y volviу a posarse sobre el naranjo. El rey se sentу sobre el lecho de su hija, a quien los sueсos habнan embellecido mбs aъn. Su barba frondosa se aproximу a este hermoso rostro y luego de haberle dado dos besos, le hablу con estas palabras:

-Mi querida hija, ayer no pudisteis hallar un marido, como yo lo esperaba; sin embargo necesitбis uno; la salud de mi reino lo exige. He consultado el orбculo, que como sabйis, no miente jamбs, y que dirige toda mi conducta. Me ha ordenado haceros recorrer el mundo. Es necesario que viajйis.

-ЎAh!; al paнs de los gangбridas, sin duda -dijo la princesa, y al pronunciar estas palabras, que se le escaparon, se dio cuenta de que decнa una tonterнa.

El rey, que no sabнa una palabra de geografнa, le preguntу quй entendнa ella por gangбridas. Hallу ella fбcilmente una excusa. El rey le hizo saber que debнa realizar un peregrinaje, y que habнa designado a las personas de su comitiva: el decano de sus consejeros de estado, el gran capellбn, una dama de honor, un mйdico, un boticario y su pбjaro, como todos los sirvientes necesarios.

Formosanta, que jamбs habнa salido del palacio de su padre, el rey, y que hasta el dнa de Amazбn y los tres reyes habнa llevado una vida muy insнpida en la etiqueta del fasto y en la apariencia de los placeres, estuvo encantada de realizar un peregrinaje. -їQuiйn sabe -decнa ella por lo bajo a su corazуn- si los dioses no inspirarбn a mi querido gangбrida el mismo deseo de ir a la misma capilla, y si no tendrй la felicidad de volver a verlo como peregrino?

Agradeciу tiernamente a su padre, diciйndole que siempre habнa sentido una secreta devociуn por el santo a quien la enviaban.

Belus ofreciу una excelente comida a sus huйspedes; no concurrieron a ella mбs que hombres. Se trataba de gente muy despareja: reyes, prнncipes, ministros, pontнfices; todos envidiosos unos de otros, todos pesando sus palabras, todos embarazados, con sus vecinos y consigo mismos. La comida fue triste aunque se bebiу mucho. Las princesas permanecieron en sus departamentos, ocupadas cada una en su partida. Comieron poco. Formosanta fue luego a pasear por los jardines con su querido pбjaro, quien para divertirla, volу de бrbol en бrbol desplegando su cola soberbia y su divino plumaje.

El rey de Egipto, que estaba acalorado por el vino, por no decir ebrio, pidiу arco y flechas a uno de sus pajes. Este prнncipe era en verdad el arquero mбs torpe de todo su reino. Cuando tiraba al blanco el lugar donde uno se hallaba mбs seguro era en el objetivo hacia el cual apuntaba. Pero el hermoso pбjaro, volando tan rбpido como la flecha, se expuso йl mismo al golpe y cayу sangrante en los brazos de Formosanta. El egipcio, riendo con una risa tonta, se retirу a sus tiendas. La princesa atravesу el cielo con sus gritos. Se deshizo en llanto, se golpeу las mejillas y el pecho. El pбjaro agonizante le dijo muy bajo:

-Quemadme, y no dejйis de llevar mis cenizas hacia la Arabia Feliz, al oriente de la antigua ciudad de Aden o de Edйn, y exponerlas al sol sobre una pequeсa hoguera de clavo y de canela.

Luego de haber pronunciado estas palabras, expirу. Formosanta estuvo desvanecida largo rato, y sуlo volviу en sн para estallar en sollozos. Su padre, compartiendo su dolor y profiriendo imprecaciones contra el rey de Egipto, no dudу que este incidente fuese un presagio siniestro. Fue rбpidamente a consultar el orбculo de su capilla. El orбculo respondiу.

Mezcla de todo; muerto viviente, infidelidad y constancia, pйrdida y ganancia, calamidad y felicidad.

Ni йl ni su consejo pudieron comprender nada, pero por lo menos era satisfactorio haber cumplido sus deberes religiosos.

Su hija, desconsolada, mientras que йl consultaba el orбculo, hizo rendir al pбjaro las honras fъnebres que йl habнa ordenado, y resolviу llevarlo consigo a Arabia siguiendo los avatares de su vida. Fue quemado dentro de una tela de lino incombustible junto con el naranjo donde descansaba; la princesa guardу sus cenizas en un pequeсo vaso de oro rodeado de carbunclos y de diamantes que se tomaron de las fauces del leуn. ЎOjalб hubiese podido, en vez de cumplir este funesto deber, quemar en vida al detestable rey de Egipto! Aquйl era su mayor deseo. En su despecho hizo matar sus dos cocodrilos, sus dos hipopуtamos, sus dos cebras, sus dos ratas, e hizo echar las dos momias al Йufrates, si hubiese tenido a su buey Apis, no lo habrнa perdonado tampoco.

El rey de Egipto, indignado por esta afrenta, partiу inmediatamente para hacer avanzar a sus trescientos mil hombres. El rey de las Indias, viendo partir a su aliado, regresу tambiйn el mismo dнa, con el firme designio de unir sus trescientos mil hindъes al ejйrcito egipcio. El rey de Escitia se marchу durante la noche con la princesa Aldй, firmemente resuelto a regresar para combatir por ella a la cabeza de trescientos mil escitas, y de devolverle la herencia de Babilonia, que le era debida, ya que descendнa de la rama de los mayores.

Por su parte, la hermosa Formosanta se puso en camino a las tres de la maсana con su caravana de peregrinos, acariciando la esperanza de poder ir a Arabia para ejecutar la ъltima voluntad de su pбjaro y de que la justicia de los dioses inmortales le devolviesen a su querido Amazбn sin el cual no podнa vivir.

Fue asн como al despertar el rey de Babilonia no hallу a nadie.

-ЎCуmo terminan las grandes fiestas! -se decнa-, y quй asombroso vacнo dejan en el alma cuando el bullicio ha pasado. Pero se sintiу transportado de una cуlera verdaderamente regia cuando supo que habнan raptado a la princesa Aldй. Dio orden de que se despertaran todos sus ministros y que se reuniera el consejo; esperando que llegasen, no dejу de consultar a su orбculo, pero sуlo logrу que le dijese estas palabras tan cйlebres desde entonces en todo el universo: Cuando no se casa a las jуvenes, ellas se encargan solas de casarse.

De inmediato fue dada la orden de enviar trescientos mil hombres contra el rey de los escitas. Y hete aquн que la guerra mбs terrible se enciende por doquier, y ella tuvo origen en los placeres de la fiesta mбs hermosa que haya sido dada jamбs en la tierra. Asia iba a ser asolada por cuatro armadas de trescientos mil hombres cada una. Puede suponerse que la guerra de Troya que asombrу al mundo algunos siglos despuйs, sуlo era un juego de niсos en comparaciуn con йsta, pero tambiйn debe tenerse en cuenta que en la querella de los troyanos sуlo se trataba de una vieja mujer bastante libertina que se habнa hecho raptar dos veces, mientras que aquн se trataba de dos doncellas y un pбjaro.

El rey de Indias fue a aguardar a su ejйrcito sobre el gran y magnнfico camino que conducнa entonces directamente de Babilonia a Cachemira. El rey de los escitas corrнa con Aldй por la hermosa ruta que llevaba al monte Immaьs. Todos estos caminos desaparecieron luego debido al mal gobierno. El rey de Egipto se habнa dirigido hacia el occidente y costeaba el pequeсo mar Mediterrбneo, que los ignorantes hebreos han llamado luego el Gran Mar.

En cuanto a la hermosa Formosanta, seguнa el camino de Bassora, bordeado de altas palmeras que proveen sombra perenne y frutos en todas las estaciones. El templo al cual se dirigнa en peregrinaciуn, se hallaba en la misma Bassora. El santo a quien este templo habнa sido dedicado era parecido a aquel que luego se adorу en Lampsaco. No sуlo procuraba maridos a las jуvenes, sino que a menudo hacнa las veces de marido. Era el santo mбs venerado de toda el Asia.

A Formosanta no le importaba en absoluto el santo de Bassora; sуlo invocaba a su amado pastor gangбrida, a su hermoso Amazбn. Esperaba embarcarse en Bassora y desembarcar en la Arabia Feliz para hacer lo que el pбjaro le habнa ordenado.

La tercera vez que se hizo de noche, apenas habнa entrado en el hospedaje donde sus enviados habнan preparado todo para ella, cuando supo que el rey de Egipto tambiйn entraba en йl. Informado del viaje de la princesa por sus espнas, habнa cambiado de inmediato su itinerario, seguido por una numerosa escolta. Llega, hace colocar centinelas en todas las puertas, sube a la habitaciуn de la hermosa Formosanta y le dice:

-Princesa, es a vos justamente a quien buscaba; me tuviste muy poco en cuenta cuando yo estaba en Babilonia; justo es castigar a las desdeсosas y a las caprichosas: tendrйis, os lo ruego, la bondad de cenar conmigo esta noche; no tendrйis otro lecho mбs que el mнo, y me conducirй con vos como me plazca.

Formosanta se dio cuenta claramente de que no era la mбs fuerte; sabнa que la inteligencia consiste en conformarse con la situaciуn y tomу la decisiуn de librarse del rey de Egipto mediante una inocente estratagema: lo mirу de reojo, lo cual siglos despuйs se llamу mirar de soslayo, y he aquн cуmo le hablу, con una modestia, una gracia, una suavidad, un embarazo y una cantidad de encantos que hubiesen enloquecido al mбs juicioso de los hombres y cegado al mбs clarividente:

-Os confieso, seсor, que siempre bajaba mis ojos ante vos cuando hicisteis al rey mi padre el honor de visitarlo. Tenнa mi corazуn, tenнa mi simplicidad y, demasiado ingenua, temblaba al pensar que mi padre y vuestros rivales percibieran la preferencia que os otorgaba y que tambiйn merecйis. Puedo ahora abandonarme a mis sentimientos. Juro por el buey Apis, que es, despuйs de vos, lo que mбs respeto en el mundo, que vuestras propuestas me han encantado. Ya he cenado con vos en lo del rey mi padre, cenarй aquн nuevamente sin que йl comparta la mesa; todo lo que os pido es que vuestro gran capellбn beba con nosotros, ya que en Babilonia me pareciу un buen comensal; tengo un excelente vino de Chiraz, quiero que ambos lo degustйis. Con respecto a vuestra segunda proposiciуn, es muy incitante, pero no es conveniente que una doncella bien nacida hable de ella; que os baste saber que os considero el mбs grande de los reyes y el mбs atractivo de los hombres.

Este discurso mareу al rey de Egipto: aceptу de buena gana que el capellбn participara en el festнn. -Aъn tengo otra gracia que pediros -le dijo la princesa-, es que permitбis que mi boticario venga a hablar conmigo: las doncellas tienen siempre ciertas pequeсas molestias que requieren ciertos cuidados, como vapores en la cabeza, sobresaltos del corazуn, cуlicos, ahogos, a los que conviene poner en orden en ciertas circunstancias; en una palabra, tengo urgente necesidad de mi boticario y espero que no me neguйis esta simple muestra de amor.

-Seсorita -dijo el rey de Egipto-, aunque un boticario tenga vнas precisamente opuestas a las mнas, y los objetos de su arte sean todo lo contrario del mнo, tengo demasiado mundo para negaros un requerimiento tan justo; voy a ordenar que venga a hablaros mientras aguardamos la cena; comprendo que debйis estar un poco fatigada del viaje; debйis necesitar tambiйn una mucama, podйis hacer venir la que prefierais, esperarй luego vuestras уrdenes y vuestra comodidad.

Se retirу; enseguida se presentaron el boticario y la mucama llamada Irla. La princesa tenнa en йsta una confianza absoluta: le ordenу traer seis botellas de vino de Chiraz para la cena y de hacer beber otras tantas a todos los centinelas que tenнan arrestados a sus oficiales; luego recomendу al boticario que hiciera poner en todas las botellas ciertas drogas de su farmacia que hacнan dormir a la gente veinticuatro horas seguidas y de las cuales siempre se hallaba provisto. El rey regresу con el gran capellбn al cabo de media hora; la comida fue muy alegre, el rey y el capellбn vaciaron las seis botellas y confesaron que no habнa un vino tan bueno en Egipto: la mucama cuidу de hacйrselo beber a los criados que habнan servido. En cuanto a la princesa, tuvo gran cuidado de no beber de йl, diciendo que su mйdico la habнa puesto a rйgimen. Todos estuvieron pronto dormidos.

El capellбn del rey de Egipto tenнa la mбs hermosa barba que pudiese llevar un hombre de su clase. Formosanta se la cortу con mucha habilidad; luego, habiйndola hecho coser a una pequeсa cinta, la atу a su mentуn. Se disfrazу con los vestidos del sacerdote y con todos los ornamentos de su dignidad, vistiу a su mucama de sacerdotisa de la diosa Isis; finalmente, tomando su urna y sus piedras preciosas, saliу del hospedaje en medio de los centinelas, que dormнan como su seсor. La criada habнa cuidado de tener en la puerta dos caballos listos. La princesa no podнa llevar con ella a ninguno de los oficiales de su cortejo: habrнan sido arrestados por los guardias del rey.

Formosanta e Irla pasaron a travйs de las hileras de soldados que, tomando a la princesa por el gran prelado, la llamaban mi reverendнsimo padre en Dios y le pedнan su bendiciуn. Las dos fugitivas llegaron en veinticuatro horas a Bassora, antes de que el rey se hubiese despertado. Se quitaron entonces los disfraces, que hubieran podido despertar sospechas. Fletaron lo mas rбpidamente un navнo, que las transportу por el estrecho de Ormuz hacia la bella orilla de Edйn, en la Arabia Feliz. Los jardines de este Edйn fueron tan renombrados que luego se hizo de ellos la morada dй los justos; fueron el modelo de los Campos Elнseos, de los jardines de las Hespйrides y de las islas Afortunadas, porque en estos climas calientes los hombres no imaginaron mayor beatitud que las sombras y los murmullos de las aguas. Vivir eternamente en los cielos con el Ser Supremo, o ir a pasearse en el jardнn, en el paraнso, fue lo mismo para los hombres que siempre hablan sin entenderse y que aъn no han podido tener ideas claras ni expresiones justas.

Apenas la princesa se hallу en esta tierra, su primer cuidado fue rendir a su amado pбjaro las honras fъnebres que йl habнa exigido de ella. Sus hermosas manos levantaron una pequeсa pira de clavo y de canela. Cuбl no serнa su asombro cuando, al expandir las cenizas del pбjaro sobre esta hoguera, la vio encenderse por sн misma. Todo se consumiу prontamente. Sуlo apareciу, en el lugar de las cenizas, un gran huevo, del cual vio salir a su pбjaro mбs brillante de lo que habнa sido jamбs. Fue el momento mбs bello que la princesa hubiese experimentado en toda su vida; sуlo habнa uno que hubiese podido serle querido: lo deseaba pero no lo esperaba.

-Bien veo -dijo ella al pбjaro- que eres el fйnix del cual tanto me han hablado. Estoy a punto de morir de asombro y de alegrнa. No creнa en absoluto en la resurrecciуn, pero mi felicidad me ha convencido.

-La resurrecciуn, seсora -le dijo el fйnix-, es la cosa mбs sencilla del mundo. No es mбs sorprendente nacer dos veces que una sola. Todo es resurrecciуn en este mundo: las orugas resucitan en mariposas, un carozo colocado en la tierra resucita en el бrbol, todos los animales enterrados en el suelo resucitan en hierbas, en plantas, y nutren a otros animales de los cuales pronto son parte de su substancia; todas las partнculas que componнan los cuerpos se cambian en otras diferentes. Aunque es verdad que soy el ъnico a quien el poderoso Orosmade haya concedido la gracia de resucitar en su propia naturaleza.

Formosanta, que desde el dнa que habнa visto a Amazбn y al pбjaro por primera vez habнa pasado sus horas de asombro, le dijo:

-Concibo que el gran Ser haya podido formar de vuestras cenizas un fйnix muy parecido a vos; pero que seбis precisamente la misma persona, que tengбis la misma alma, confieso que no lo comprendo muy claramente. їQuй fue de vuestra alma mientras os llevaba en mi bolsillo despuйs de vuestra muerte?

-ЎOh!, Ўpor dios, seсora!, їacaso no le serнa tan fбcil al gran Orosmade continuar su acciуn sobre una pequeсa chispa de mн mismo como iniciar esta acciуn? Me habнa acordado ya anteriormente el sentimiento, la memoria y el pensamiento: me los ha vuelto a conceder; que haya concebido este favor a un бtomo de fuego elemental escondido en mн, o al conjunto de mis уrganos, no significa nada en el fondo; tanto los fйnix como los hombres ignorarбn siempre cуmo sucede la cosa en realidad; pero la mayor gracia que el Ser Supremo me haya acordado ha sido la de hacerme renacer para vos. ЎQuiйn pudiera pasar los veintiocho mil aсos que aъn me quedan por vivir hasta mi prуximo resurrecciуn entre vos y mi querido Amazбn!

-Fйnix mнo -le repuso la princesa-, pensad que las primeras palabras que me dijisteis en Babilonia y que jamбs olvidarй, me hicieron concebir la esperanza de volver a ver a ese querido pastor que idolatro: es absolutamente necesario que vayamos juntos a la tierra de los gangбridas, y que lo lleve de regreso a Babilonia.

-Йse es mi designio --dijo el fйnix-. No hay un momento que perder, hay que ir a buscar a Amazбn por el camino mбs corto, es decir por los aires. En la Arabia Feliz hay dos grifos, нntimos amigos mнos, que viven sуlo a cincuenta millas de aquн: les enviarй un mensaje por medio de las palomas mensajeras; llegarбn antes de la noche. Dispondremos del tiempo necesario para haceros preparar un cуmodo y pequeсo canapй con cajones donde pondremos vuestras provisiones de alimentos. Os sentirйis muy cуmoda en este carruaje acompaсada por vuestra doncella. Los dos grifos son los mбs vigorosos de su especie; cada uno de ellos sostendrб uno de los brazos del canapй entre sus garras; pero lo repito una vez mбs: cada instante es valioso.

Fue de inmediato con Formosanta a encargar el canapй de un tapicero que йl conocнa. En cuatro horas estuvo terminado. En sus cajones se colocaron pancitos reales, bizcochos mejores que los de Babilonia, limones poncнes, ananбs, cocos, pistachos y vino de Edйn, que estб tan por sobre encima del vino de Chiraz como el de Chiraz lo estб sobre el Surenne.

El canapй era tan ligero como confortable y sуlido. Los dos grifos llegaron a Edйn en el momento exacto. Formosanta y Irla se ubicaron en el carruaje; los dos grifos lo levantaron como si fuera una pluma. El fйnix ora volaba cerca, ora se posaba sobre el respaldo. Los dos grifos singlaron hacia el Ganges con la rapidez de una flecha que hiende el aire. Sуlo se descansaba durante la noche el tiempo necesario para comer y para hacer beber un trago a los dos cocheros.

Llegaron finalmente a la tierra de los gangбridas. El corazуn de la princesa palpitaba de esperanza, de amor y de alegrнa. El fйnix hizo detener el carruaje delante de la casa de Amazбn: pidiу hablarle; pero ya hacнa tres horas que habнa partido, sin que se supiese hacia dуnde habнa ido.

No hay palabras, ni siquiera en la misma lengua de los gangбridas, que puedan expresar la desesperaciуn que abrumу a Formosanta.

-ЎAy!, esto es lo que temнa -dijo el fйnix-; las tres horas que pasasteis en el hospedaje del camino a Bassora con ese malhadado rey de Egipto os han robado quizб para siempre la felicidad de vuestra vida: mucho me temo que hayamos perdido a Amazбn sin remedio.

Entonces preguntу a los criados si podнa saludar a su seсora madre. Respondieron que su marido habнa muerto la vнspera anterior y que no veнa a nadie. El fйnix, que tenнa crйdito en la casa, hizo entrar a la princesa de Babilonia en un salуn cuyas paredes estaban revestidas de madera de naranjo y fileteadas de marfil. Los subpastores y las subpastoras vestidos con largos trajes blancos ceсidos por aderezos color aurora les sirvieron en cien cuencos de simple porcelana cien manjares deliciosos, entre los cuales no se veнa ningъn cadбver disfrazado: habнa arroz, harinas, sagъ, sйmola, fideos, macarrones, tortillas, huevos cocidos en leche, quesos cremosos, pastelerнa de toda especie, verduras, frutos de un perfume y un gusto desconocidos en los otros climas; habнa una profusiуn de licores refrescantes, superiores a los mejores vinos.

Mientras la princesa comнa, acostada sobre un lecho de rosas, cuatro pavos reales, o pavones, felizmente mudos, la abanicaban con sus alas brillantes; doscientos pбjaros y cien pastores y cien pastoras, cantaban a dos voces; los ruiseсores, los canarios, las currucas, los pinzones cantaban el acompaсamiento con las pastoras, los pastores hacнan las voces de tenor y las bajas: en todo estaba la hermosura y la simple naturaleza. La princesa confesу que si bien en Babilonia habнa mбs magnificencia, la naturaleza era mil veces mбs agradable en el paнs de los gangбridas; pero, mientras que le ofrecнan esta mъsica consoladora y voluptuosa, ella derramaba lбgrimas y decнa a la joven Irla, su acompaсante:

-Estos pastores y estas pastoras, estos ruiseсores y estos canarios hacen el amor y yo estoy separada del hйroe gangбrida, digno objeto de mis muy tiernos y muy impacientes deseos.

Mientras ella hacнa esta colaciуn, mientras lo admiraba todo y lloraba, el fйnix decнa a la madre de Amazбn:

-Seсora, no podйis dispensaros de ver a la princesa de Babilonia; vos sabйis...

-Todo lo sй -dijo ella-, hasta su aventura en un hospedaje sobre el camino de Bassora; un mirlo me lo contу todo esta maсana, y este cruel mirlo es la causa de que mi hijo presa de la desesperaciуn, se haya vuelto loco y haya abandonado la casa paterna. -їPor lo tanto no sabйis que la princesa me ha resucitado?

-No, querido hijo, sabнa por el mirlo que habнais muerto y estaba inconsolable. Me sentнa tan afligida por esta pйrdida, por la muerte de mi marido y por la precipitada partida de mi hijo que habнa decidido no ver a nadie. Pero puesto que la princesa de Babilonia me hace el honor de venir a verme, hacedla entrar lo mбs rбpido posible; tengo cosas de suma trascendencia que decirle y quiero que vos estйis presente.

Se dirigiу inmediatamente al otro salуn para recibir a la princesa. No caminaba ya con mucha ` facilidad: era una dama de alrededor de trescientos aсos; pero tenнa aъn bellos rasgos y bien se veнa que a los doscientos treinta o doscientos cuarenta aсos habнa sido encantadora. Recibiу a Formosanta con una respetuosa nobleza, mezclada con un aire de interйs y de dolor que hizo a la princesa la mбs viva impresiуn.

Formosanta comenzу por presentarle sus condolencias por la muerte de su marido

-ЎAy! -dijo la viuda-, os hallбis afectada por su muerte mбs de lo que creйis.

-Me siento dolida, sin duda -dijo Formosanta-; era el padre de... -al decir estas palabras se echу a llorar-. Sуlo vine por йl, a travйs de grandes peligros. Dejй por йl a mi padre y la corte mбs brillante del universo; fui raptada por el rey de Egipto, a quien detesto. Al escaparme de este raptor, atravesй los aires para venir a ver al que amo; llego y йl huye de mн... -el llanto y los sollozos no la dejaron proseguir.

La madre le dijo entonces:

-Seсora, cuando el rey de Egipto os raptaba, cuando cenabais con йl en una posada de Bassora, cuando vuestras hermosas manos le servнan vino de Chiraz, їrecordбis haber visto un mirlo que revoloteaba por la habitaciуn?

-Verdaderamente, sн, despertбis mi memoria; no le habнa prestado atenciуn, pero poniendo orden en mis ideas, recuerdo muy bien que en el momento en el que el rey de Egipto se levantaba de la mesa para darme un beso, el mirlo se volу por la ventana dando un gran chillido y no volviу a aparecer mбs.

-Ay, seсora -respondiу la madre de Amazбn-, he ahн justamente la causa de nuestras desdichas; mi hijo habнa enviado justamente a este mirlo para informarle de vuestra salud y de todo lo que sucedнa en Babilonia; esperaba regresar pronto a ponerse a vuestros pies y consagraros la vida. No podйis saber hasta quй punto os adora. Todos los gangбridas son amantes, fieles, pero mi hijo es el mбs apasionado y constante de todos. El mirlo os hallу en una posada; bebнas alegremente con el rey de Egipto y un desagradable sacerdote, os vio finalmente dar un tierno beso a este monarca que habнa matado al fйnix y hacia quien mi hijo siente un invencible horror. El mirlo, viendo esto, fue presa de una justa indignaciуn; se volу maldiciendo vuestros funestos amores; hoy regresу y me contу todo; pero Ўen quй momentos, oh cielo!, en el momento en que mi hijo lloraba conmigo la muerte de su padre y la del fйnix, en el momento en que sabнa que es vuestro primo segundo.

-ЎOh cielos! ЎMi primo!, seсora, їes posible?, їpor quй ventura?, їcуmo?, їa tal extremo llegarнa mi felicidad?, їy al mismo tiempo serнa tan desgraciada por haberlo ofendido?

-Mi hijo es vuestro primo, os lo digo - replicу la madre- y pronto os voy a dar la prueba; pero al volveros parienta mнa me arrancбis a mi hijo; no podrб sobrevivir al dolor que le ha causado el beso que disteis al rey de Egipto.

-ЎAh!, tнa mнa-exclamу la bella Formosanta-, os jurу por йl y por el poderoso Orosmade que este beso funesto, lejos de ser criminal, era la prueba mбs fuerte de amor que pudiese dar a vuestro hijo. Desobedecнa por йl a mi padre. Iba por йl del Йufrates al Ganges. Al caer en manos del indigno faraуn de Egipto, sуlo podнa escapar engaсбndolo. Doy fe por las cenizas y el alma del fйnix, que se hallaban entonces en mi bolsillo; йl puede hacerme justicia; pero, їcуmo vuestro hijo, nacido a las orillas del Ganges, puede ser mi primo, si mi familia reina sobre las orillas del Йufrates desde hace tantos siglos?

-Sabйis -le dijo la venerable gangбrida que vuestro tнo abuelo Aldй era rey de Babilonia y que fue destronado por el padre de Belus.

-Sн, seсora.

-Sabйis que su hijo Aldй habнa tenido de su matrimonio a la princesa Aldй, educada en vuestra corte. Es este prнncipe quien, siendo perseguido por vuestro padre, vino a refugiarse en nuestra feliz comarca, bajo otro nombre: йl fue quien me desposу, tuve con йl al joven prнncipe Aldй-Almazбn, el mбs hermoso, el mбs fuerte, el mбs valiente, el mбs virtuoso de los mortales y hoy el mбs loco. Fue a las fiestas de Babilonia atraнdo por la fama de vuestra belleza; desde entonces os idolatra, y quizб yo no vuelva a verlo jamбs.

Entonces hizo desplegar ante la princesa todos los tнtulos de la casa de los Aldй; Formosanta apenas se dignу mirarlos.

-ЎAh, seсora! -exclamу- їAcaso se examina lo que se desea? Bastante os cree mi corazуn. Pero, їdуnde estб Aldй-Almazбn?, їdуnde estб mi pariente, mi amante, mi rey?, їdуnde estб mi vida?, їquй camino tomу? Irнa a buscarlo por todos los mundos que el Eterno ha formado y de los cuales йl es el mбs bello ornamento. Irнa a la estrella Canopus, a Sheat, a Aldebarбn. Irнa a convencerlo de mi amor y mi inocencia.

El fйnix testificу que la princesa no habнa dado, por amor, un beso al rey de Egipto, crimen que el mirlo le imputaba; pero habнa que desengaсar a Аmazбn y traerlo de regreso. Envнa sus pбjaros por todos los caminos, pone en campaсa a sus unicornios; se le informa finalmente que Amazбn ha tomado el camino el que conduce a China.

-Y bien, vamos a China-exclamaba la princesa-, el viaje no es largo, espero traeros de regreso a vuestro hijo, en quince dнas a mбs tardar.

Ante estas palabras, Ўquй de lбgrimas de ternura vertieron la madre gangбrida y la princesa de Babilonia, quй de abrazos, quй de efusiones del corazуn!

El fйnix pidiу inmediatamente una carroza arrastrada por seis unicornios. La madre les proveyу doscientos caballeros y regalу a la princesa, su sobrina, algunos millares de los mбs bellos diamantes del paнs. El fйnix, afligido por el mal que la indiscreciуn del mirlo habнa provocado, hizo que se ordenara a todos los mirlos irse del paнs, y es asн como desde entonces no se encuentra ni uno sobre las orillas de Ganges.

Pasу toda la noche hablando de Amazбn. Ya no lo llamaba mбs que su pastor; y es desde entonces que las palabras pastor y amante son siempre empleadas la una por la otra en algunos paнses.

Ora preguntaba al pбjaro si Amazбn habнa tenido otras amantes. Йl le respondнa que no y ella se sentнa en el colmo de la felicidad. Ora querнa saber en quй ocupaba su vida; y se enteraba con arrebatos de alegrнa que la ocupaba en hacer el bien, en cultivar las artes, en penetrar los secretos de la naturaleza, en perfeccionar su persona. Ora querнa saber si el alma de su pбjaro era de la misma naturaleza que la de su amante; por quй habнa vivido cerca de veintiocho mil aсos, mientras quй su amante sуlo tenнa dieciocho o diecinueve aсos. Hacнa cien preguntas parecidas, a las cuales el pбjaro respondнa con una discreciуn que irritaba su curiosidad. Finalmente, el sueсo le cerrу los ojos y entregу a Formosanta a la dulce ilusiуn de los sueсos enviados por los dioses que sobrepasaban a veces a la misma realidad, y que toda la filosofнa de los caldeos apenas puede explicar.

Formosanta no despertу hasta muy tarde. Su habitaciуn estaba en penumbras cuando su padre entrу. El pбjaro recibiу a Su Majestad con una respetuosa gentileza, fue delante de йl, batiу las alas, estirу el cuello y volviу a posarse sobre el naranjo. El rey se sentу sobre el lecho de su hija, a quien los sueсos habнan embellecido mбs aъn. Su barba frondosa se aproximу a este hermoso rostro y luego de haberle dado dos besos, le hablу con estas palabras:

-Mi querida hija, ayer no pudisteis hallar un marido, como yo lo esperaba; sin embargo necesitбis uno; la salud de mi reino lo exige. He consultado el orбculo, que como sabйis, no miente jamбs, y que dirige toda mi conducta. Me ha ordenado haceros recorrer el mundo. Es necesario que viajйis.

-ЎAh!; al paнs de los gangбridas, sin duda -dijo la princesa, y al pronunciar estas palabras, que se le escaparon, se dio cuenta de que decнa una tonterнa.

El rey, que no sabнa una palabra de geografнa, le preguntу quй entendнa ella por gangбridas. Hallу ella fбcilmente una excusa. El rey le hizo saber que debнa realizar un peregrinaje, y que habнa designado a las personas de su comitiva: el decano de sus consejeros de estado, el gran capellбn, una dama de honor, un mйdico, un boticario y su pбjaro, como todos los sirvientes necesarios.

Formosanta, que jamбs habнa salido del palacio de su padre, el rey, y que hasta el dнa de Amazбn y los tres reyes habнa llevado una vida muy insнpida en la etiqueta del fasto y en la apariencia de los placeres, estuvo encantada de realizar un peregrinaje. -їQuiйn sabe -decнa ella por lo bajo a su corazуn- si los dioses no inspirarбn a mi querido gangбrida el mismo deseo de ir a la misma capilla, y si no tendrй la felicidad de volver a verlo como peregrino?

Agradeciу tiernamente a su padre, diciйndole que siempre habнa sentido una secreta devociуn por el santo a quien la enviaban.

Belus ofreciу una excelente comida a sus huйspedes; no concurrieron a ella mбs que hombres. Se trataba de gente muy despareja: reyes, prнncipes, ministros, pontнfices; todos envidiosos unos de otros, todos pesando sus palabras, todos embarazados, con sus vecinos y consigo mismos. La comida fue triste aunque se bebiу mucho. Las princesas permanecieron en sus departamentos, ocupadas cada una en su partida. Comieron poco. Formosanta fue luego a pasear por los jardines con su querido pбjaro, quien para divertirla, volу de бrbol en бrbol desplegando su cola soberbia y su divino plumaje.

El rey de Egipto, que estaba acalorado por el vino, por no decir ebrio, pidiу arco y flechas a uno de sus pajes. Este prнncipe era en verdad el arquero mбs torpe de todo su reino. Cuando tiraba al blanco el lugar donde uno se hallaba mбs seguro era en el objetivo hacia el cual apuntaba. Pero el hermoso pбjaro, volando tan rбpido como la flecha, se expuso йl mismo al golpe y cayу sangrante en los brazos de Formosanta. El egipcio, riendo con una risa tonta, se retirу a sus tiendas. La princesa atravesу el cielo con sus gritos. Se deshizo en llanto, se golpeу las mejillas y el pecho. El pбjaro agonizante le dijo muy bajo:

-Quemadme, y no dejйis de llevar mis cenizas hacia la Arabia Feliz, al oriente de la antigua ciudad de Aden o de Edйn, y exponerlas al sol sobre una pequeсa hoguera de clavo y de canela.

Luego de haber pronunciado estas palabras, expirу. Formosanta estuvo desvanecida largo rato, y sуlo volviу en sн para estallar en sollozos. Su padre, compartiendo su dolor y profiriendo imprecaciones contra el rey de Egipto, no dudу que este incidente fuese un presagio siniestro. Fue rбpidamente a consultar el orбculo de su capilla. El orбculo respondiу.

Mezcla de todo; muerto viviente, infidelidad y constancia, pйrdida y ganancia, calamidad y felicidad.

Ni йl ni su consejo pudieron comprender nada, pero por lo menos era satisfactorio haber cumplido sus deberes religiosos.

Su hija, desconsolada, mientras que йl consultaba el orбculo, hizo rendir al pбjaro las honras fъnebres que йl habнa ordenado, y resolviу llevarlo consigo a Arabia siguiendo los avatares de su vida. Fue quemado dentro de una tela de lino incombustible junto con el naranjo donde descansaba; la princesa guardу sus cenizas en un pequeсo vaso de oro rodeado de carbunclos y de diamantes que se tomaron de las fauces del leуn. ЎOjalб hubiese podido, en vez de cumplir este funesto deber, quemar en vida al detestable rey de Egipto! Aquйl era su mayor deseo. En su despecho hizo matar sus dos cocodrilos, sus dos hipopуtamos, sus dos cebras, sus dos ratas, e hizo echar las dos momias al Йufrates, si hubiese tenido a su buey Apis, no lo habrнa perdonado tampoco.

El rey de Egipto, indignado por esta afrenta, partiу inmediatamente para hacer avanzar a sus trescientos mil hombres. El rey de las Indias, viendo partir a su aliado, regresу tambiйn el mismo dнa, con el firme designio de unir sus trescientos mil hindъes al ejйrcito egipcio. El rey de Escitia se marchу durante la noche con la princesa Aldй, firmemente resuelto a regresar para combatir por ella a la cabeza de trescientos mil escitas, y de devolverle la herencia de Babilonia, que le era debida, ya que descendнa de la rama de los mayores.

Por su parte, la hermosa Formosanta se puso en camino a las tres de la maсana con su caravana de peregrinos, acariciando la esperanza de poder ir a Arabia para ejecutar la ъltima voluntad de su pбjaro y de que la justicia de los dioses inmortales le devolviesen a su querido Amazбn sin el cual no podнa vivir.

Fue asн como al despertar el rey de Babilonia no hallу a nadie.

-ЎCуmo terminan las grandes fiestas! -se decнa-, y quй asombroso vacнo dejan en el alma cuando el bullicio ha pasado. Pero se sintiу transportado de una cуlera verdaderamente regia cuando supo que habнan raptado a la princesa Aldй. Dio orden de que se despertaran todos sus ministros y que se reuniera el consejo; esperando que llegasen, no dejу de consultar a su orбculo, pero sуlo logrу que le dijese estas palabras tan cйlebres desde entonces en todo el universo: Cuando no se casa a las jуvenes, ellas se encargan solas de casarse.

De inmediato fue dada la orden de enviar trescientos mil hombres contra el rey de los escitas. Y hete aquн que la guerra mбs terrible se enciende por doquier, y ella tuvo origen en los placeres de la fiesta mбs hermosa que haya sido dada jamбs en la tierra. Asia iba a ser asolada por cuatro armadas de trescientos mil hombres cada una. Puede suponerse que la guerra de Troya que asombrу al mundo algunos siglos despuйs, sуlo era un juego de niсos en comparaciуn con йsta, pero tambiйn debe tenerse en cuenta que en la querella de los troyanos sуlo se trataba de una vieja mujer bastante libertina que se habнa hecho raptar dos veces, mientras que aquн se trataba de dos doncellas y un pбjaro.

El rey de Indias fue a aguardar a su ejйrcito sobre el gran y magnнfico camino que conducнa entonces directamente de Babilonia a Cachemira. El rey de los escitas corrнa con Aldй por la hermosa ruta que llevaba al monte Immaьs. Todos estos caminos desaparecieron luego debido al mal gobierno. El rey de Egipto se habнa dirigido hacia el occidente y costeaba el pequeсo mar Mediterrбneo, que los ignorantes hebreos han llamado luego el Gran Mar.

En cuanto a la hermosa Formosanta, seguнa el camino de Bassora, bordeado de altas palmeras que proveen sombra perenne y frutos en todas las estaciones. El templo al cual se dirigнa en peregrinaciуn, se hallaba en la misma Bassora. El santo a quien este templo habнa sido dedicado era parecido a aquel que luego se adorу en Lampsaco. No sуlo procuraba maridos a las jуvenes, sino que a menudo hacнa las veces de marido. Era el santo mбs venerado de toda el Asia.

A Formosanta no le importaba en absoluto el santo de Bassora; sуlo invocaba a su amado pastor gangбrida, a su hermoso Amazбn. Esperaba embarcarse en Bassora y desembarcar en la Arabia Feliz para hacer lo que el pбjaro le habнa ordenado.

La tercera vez que se hizo de noche, apenas habнa entrado en el hospedaje donde sus enviados habнan preparado todo para ella, cuando supo que el rey de Egipto tambiйn entraba en йl. Informado del viaje de la princesa por sus espнas, habнa cambiado de inmediato su itinerario, seguido por una numerosa escolta. Llega, hace colocar centinelas en todas las puertas, sube a la habitaciуn de la hermosa Formosanta y le dice:

-Princesa, es a vos justamente a quien buscaba; me tuviste muy poco en cuenta cuando yo estaba en Babilonia; justo es castigar a las desdeсosas y a las caprichosas: tendrйis, os lo ruego, la bondad de cenar conmigo esta noche; no tendrйis otro lecho mбs que el mнo, y me conducirй con vos como me plazca.

Formosanta se dio cuenta claramente de que no era la mбs fuerte; sabнa que la inteligencia consiste en conformarse con la situaciуn y tomу la decisiуn de librarse del rey de Egipto mediante una inocente estratagema: lo mirу de reojo, lo cual siglos despuйs se llamу mirar de soslayo, y he aquн cуmo le hablу, con una modestia, una gracia, una suavidad, un embarazo y una cantidad de encantos que hubiesen enloquecido al mбs juicioso de los hombres y cegado al mбs clarividente:

-Os confieso, seсor, que siempre bajaba mis ojos ante vos cuando hicisteis al rey mi padre el honor de visitarlo. Tenнa mi corazуn, tenнa mi simplicidad y, demasiado ingenua, temblaba al pensar que mi padre y vuestros rivales percibieran la preferencia que os otorgaba y que tambiйn merecйis. Puedo ahora abandonarme a mis sentimientos. Juro por el buey Apis, que es, despuйs de vos, lo que mбs respeto en el mundo, que vuestras propuestas me han encantado. Ya he cenado con vos en lo del rey mi padre, cenarй aquн nuevamente sin que йl comparta la mesa; todo lo que os pido es que vuestro gran capellбn beba con nosotros, ya que en Babilonia me pareciу un buen comensal; tengo un excelente vino de Chiraz, quiero que ambos lo degustйis. Con respecto a vuestra segunda proposiciуn, es muy incitante, pero no es conveniente que una doncella bien nacida hable de ella; que os baste saber que os considero el mбs grande de los reyes y el mбs atractivo de los hombres.

Este discurso mareу al rey de Egipto: aceptу de buena gana que el capellбn participara en el festнn. -Aъn tengo otra gracia que pediros -le dijo la princesa-, es que permitбis que mi boticario venga a hablar conmigo: las doncellas tienen siempre ciertas pequeсas molestias que requieren ciertos cuidados, como vapores en la cabeza, sobresaltos del corazуn, cуlicos, ahogos, a los que conviene poner en orden en ciertas circunstancias; en una palabra, tengo urgente necesidad de mi boticario y espero que no me neguйis esta simple muestra de amor.

-Seсorita -dijo el rey de Egipto-, aunque un boticario tenga vнas precisamente opuestas a las mнas, y los objetos de su arte sean todo lo contrario del mнo, tengo demasiado mundo para negaros un requerimiento tan justo; voy a ordenar que venga a hablaros mientras aguardamos la cena; comprendo que debйis estar un poco fatigada del viaje; debйis necesitar tambiйn una mucama, podйis hacer venir la que prefierais, esperarй luego vuestras уrdenes y vuestra comodidad.

Se retirу; enseguida se presentaron el boticario y la mucama llamada Irla. La princesa tenнa en йsta una confianza absoluta: le ordenу traer seis botellas de vino de Chiraz para la cena y de hacer beber otras tantas a todos los centinelas que tenнan arrestados a sus oficiales; luego recomendу al boticario que hiciera poner en todas las botellas ciertas drogas de su farmacia que hacнan dormir a la gente veinticuatro horas seguidas y de las cuales siempre se hallaba provisto. El rey regresу con el gran capellбn al cabo de media hora; la comida fue muy alegre, el rey y el capellбn vaciaron las seis botellas y confesaron que no habнa un vino tan bueno en Egipto: la mucama cuidу de hacйrselo beber a los criados que habнan servido. En cuanto a la princesa, tuvo gran cuidado de no beber de йl, diciendo que su mйdico la habнa puesto a rйgimen. Todos estuvieron pronto dormidos.

El capellбn del rey de Egipto tenнa la mбs hermosa barba que pudiese llevar un hombre de su clase. Formosanta se la cortу con mucha habilidad; luego, habiйndola hecho coser a una pequeсa cinta, la atу a su mentуn. Se disfrazу con los vestidos del sacerdote y con todos los ornamentos de su dignidad, vistiу a su mucama de sacerdotisa de la diosa Isis; finalmente, tomando su urna y sus piedras preciosas, saliу del hospedaje en medio de los centinelas, que dormнan como su seсor. La criada habнa cuidado de tener en la puerta dos caballos listos. La princesa no podнa llevar con ella a ninguno de los oficiales de su cortejo: habrнan sido arrestados por los guardias del rey.

Formosanta e Irla pasaron a travйs de las hileras de soldados que, tomando a la princesa por el gran prelado, la llamaban mi reverendнsimo padre en Dios y le pedнan su bendiciуn. Las dos fugitivas llegaron en veinticuatro horas a Bassora, antes de que el rey se hubiese despertado. Se quitaron entonces los disfraces, que hubieran podido despertar sospechas. Fletaron lo mas rбpidamente un navнo, que las transportу por el estrecho de Ormuz hacia la bella orilla de Edйn, en la Arabia Feliz. Los jardines de este Edйn fueron tan renombrados que luego se hizo de ellos la morada dй los justos; fueron el modelo de los Campos Elнseos, de los jardines de las Hespйrides y de las islas Afortunadas, porque en estos climas calientes los hombres no imaginaron mayor beatitud que las sombras y los murmullos de las aguas. Vivir eternamente en los cielos con el Ser Supremo, o ir a pasearse en el jardнn, en el paraнso, fue lo mismo para los hombres que siempre hablan sin entenderse y que aъn no han podido tener ideas claras ni expresiones justas.

Apenas la princesa se hallу en esta tierra, su primer cuidado fue rendir a su amado pбjaro las honras fъnebres que йl habнa exigido de ella. Sus hermosas manos levantaron una pequeсa pira de clavo y de canela. Cuбl no serнa su asombro cuando, al expandir las cenizas del pбjaro sobre esta hoguera, la vio encenderse por sн misma. Todo se consumiу prontamente. Sуlo apareciу, en el lugar de las cenizas, un gran huevo, del cual vio salir a su pбjaro mбs brillante de lo que habнa sido jamбs. Fue el momento mбs bello que la princesa hubiese experimentado en toda su vida; sуlo habнa uno que hubiese podido serle querido: lo deseaba pero no lo esperaba.

-Bien veo -dijo ella al pбjaro- que eres el fйnix del cual tanto me han hablado. Estoy a punto de morir de asombro y de alegrнa. No creнa en absoluto en la resurrecciуn, pero mi felicidad me ha convencido.

-La resurrecciуn, seсora -le dijo el fйnix-, es la cosa mбs sencilla del mundo. No es mбs sorprendente nacer dos veces que una sola. Todo es resurrecciуn en este mundo: las orugas resucitan en mariposas, un carozo colocado en la tierra resucita en el бrbol, todos los animales enterrados en el suelo resucitan en hierbas, en plantas, y nutren a otros animales de los cuales pronto son parte de su substancia; todas las partнculas que componнan los cuerpos se cambian en otras diferentes. Aunque es verdad que soy el ъnico a quien el poderoso Orosmade haya concedido la gracia de resucitar en su propia naturaleza.

Formosanta, que desde el dнa que habнa visto a Amazбn y al pбjaro por primera vez habнa pasado sus horas de asombro, le dijo:

-Concibo que el gran Ser haya podido formar de vuestras cenizas un fйnix muy parecido a vos; pero que seбis precisamente la misma persona, que tengбis la misma alma, confieso que no lo comprendo muy claramente. їQuй fue de vuestra alma mientras os llevaba en mi bolsillo despuйs de vuestra muerte?

-ЎOh!, Ўpor dios, seсora!, їacaso no le serнa tan fбcil al gran Orosmade continuar su acciуn sobre una pequeсa chispa de mн mismo como iniciar esta acciуn? Me habнa acordado ya anteriormente el sentimiento, la memoria y el pensamiento: me los ha vuelto a conceder; que haya concebido este favor a un бtomo de fuego elemental escondido en mн, o al conjunto de mis уrganos, no significa nada en el fondo; tanto los fйnix como los hombres ignorarбn siempre cуmo sucede la cosa en realidad; pero la mayor gracia que el Ser Supremo me haya acordado ha sido la de hacerme renacer para vos. ЎQuiйn pudiera pasar los veintiocho mil aсos que aъn me quedan por vivir hasta mi prуximo resurrecciуn entre vos y mi querido Amazбn!

-Fйnix mнo -le repuso la princesa-, pensad que las primeras palabras que me dijisteis en Babilonia y que jamбs olvidarй, me hicieron concebir la esperanza de volver a ver a ese querido pastor que idolatro: es absolutamente necesario que vayamos juntos a la tierra de los gangбridas, y que lo lleve de regreso a Babilonia.

-Йse es mi designio --dijo el fйnix-. No hay un momento que perder, hay que ir a buscar a Amazбn por el camino mбs corto, es decir por los aires. En la Arabia Feliz hay dos grifos, нntimos amigos mнos, que viven sуlo a cincuenta millas de aquн: les enviarй un mensaje por medio de las palomas mensajeras; llegarбn antes de la noche. Dispondremos del tiempo necesario para haceros preparar un cуmodo y pequeсo canapй con cajones donde pondremos vuestras provisiones de alimentos. Os sentirйis muy cуmoda en este carruaje acompaсada por vuestra doncella. Los dos grifos son los mбs vigorosos de su especie; cada uno de ellos sostendrб uno de los brazos del canapй entre sus garras; pero lo repito una vez mбs: cada instante es valioso.

Fue de inmediato con Formosanta a encargar el canapй de un tapicero que йl conocнa. En cuatro horas estuvo terminado. En sus cajones se colocaron pancitos reales, bizcochos mejores que los de Babilonia, limones poncнes, ananбs, cocos, pistachos y vino de Edйn, que estб tan por sobre encima del vino de Chiraz como el de Chiraz lo estб sobre el Surenne.

El canapй era tan ligero como confortable y sуlido. Los dos grifos llegaron a Edйn en el momento exacto. Formosanta y Irla se ubicaron en el carruaje; los dos grifos lo levantaron como si fuera una pluma. El fйnix ora volaba cerca, ora se posaba sobre el respaldo. Los dos grifos singlaron hacia el Ganges con la rapidez de una flecha que hiende el aire. Sуlo se descansaba durante la noche el tiempo necesario para comer y para hacer beber un trago a los dos cocheros.

Llegaron finalmente a la tierra de los gangбridas. El corazуn de la princesa palpitaba de esperanza, de amor y de alegrнa. El fйnix hizo detener el carruaje delante de la casa de Amazбn: pidiу hablarle; pero ya hacнa tres horas que habнa partido, sin que se supiese hacia dуnde habнa ido.

No hay palabras, ni siquiera en la misma lengua de los gangбridas, que puedan expresar la desesperaciуn que abrumу a Formosanta.

-ЎAy!, esto es lo que temнa -dijo el fйnix-; las tres horas que pasasteis en el hospedaje del camino a Bassora con ese malhadado rey de Egipto os han robado quizб para siempre la felicidad de vuestra vida: mucho me temo que hayamos perdido a Amazбn sin remedio.

Entonces preguntу a los criados si podнa saludar a su seсora madre. Respondieron que su marido habнa muerto la vнspera anterior y que no veнa a nadie. El fйnix, que tenнa crйdito en la casa, hizo entrar a la princesa de Babilonia en un salуn cuyas paredes estaban revestidas de madera de naranjo y fileteadas de marfil. Los subpastores y las subpastoras vestidos con largos trajes blancos ceсidos por aderezos color aurora les sirvieron en cien cuencos de simple porcelana cien manjares deliciosos, entre los cuales no se veнa ningъn cadбver disfrazado: habнa arroz, harinas, sagъ, sйmola, fideos, macarrones, tortillas, huevos cocidos en leche, quesos cremosos, pastelerнa de toda especie, verduras, frutos de un perfume y un gusto desconocidos en los otros climas; habнa una profusiуn de licores refrescantes, superiores a los mejores vinos.

Mientras la princesa comнa, acostada sobre un lecho de rosas, cuatro pavos reales, o pavones, felizmente mudos, la abanicaban con sus alas brillantes; doscientos pбjaros y cien pastores y cien pastoras, cantaban a dos voces; los ruiseсores, los canarios, las currucas, los pinzones cantaban el acompaсamiento con las pastoras, los pastores hacнan las voces de tenor y las bajas: en todo estaba la hermosura y la simple naturaleza. La princesa confesу que si bien en Babilonia habнa mбs magnificencia, la naturaleza era mil veces mбs agradable en el paнs de los gangбridas; pero, mientras que le ofrecнan esta mъsica consoladora y voluptuosa, ella derramaba lбgrimas y decнa a la joven Irla, su acompaсante:

-Estos pastores y estas pastoras, estos ruiseсores y estos canarios hacen el amor y yo estoy separada del hйroe gangбrida, digno objeto de mis muy tiernos y muy impacientes deseos.

Mientras ella hacнa esta colaciуn, mientras lo admiraba todo y lloraba, el fйnix decнa a la madre de Amazбn:

-Seсora, no podйis dispensaros de ver a la princesa de Babilonia; vos sabйis...

-Todo lo sй -dijo ella-, hasta su aventura en un hospedaje sobre el camino de Bassora; un mirlo me lo contу todo esta maсana, y este cruel mirlo es la causa de que mi hijo presa de la desesperaciуn, se haya vuelto loco y haya abandonado la casa paterna. -їPor lo tanto no sabйis que la princesa me ha resucitado?

-No, querido hijo, sabнa por el mirlo que habнais muerto y estaba inconsolable. Me sentнa tan afligida por esta pйrdida, por la muerte de mi marido y por la precipitada partida de mi hijo que habнa decidido no ver a nadie. Pero puesto que la princesa de Babilonia me hace el honor de venir a verme, hacedla entrar lo mбs rбpido posible; tengo cosas de suma trascendencia que decirle y quiero que vos estйis presente.

Se dirigiу inmediatamente al otro salуn para recibir a la princesa. No caminaba ya con mucha ` facilidad: era una dama de alrededor de trescientos aсos; pero tenнa aъn bellos rasgos y bien se veнa que a los doscientos treinta o doscientos cuarenta aсos habнa sido encantadora. Recibiу a Formosanta con una respetuosa nobleza, mezclada con un aire de interйs y de dolor que hizo a la princesa la mбs viva impresiуn.

Formosanta comenzу por presentarle sus condolencias por la muerte de su marido

-ЎAy! -dijo la viuda-, os hallбis afectada por su muerte mбs de lo que creйis.

-Me siento dolida, sin duda -dijo Formosanta-; era el padre de... -al decir estas palabras se echу a llorar-. Sуlo vine por йl, a travйs de grandes peligros. Dejй por йl a mi padre y la corte mбs brillante del universo; fui raptada por el rey de Egipto, a quien detesto. Al escaparme de este raptor, atravesй los aires para venir a ver al que amo; llego y йl huye de mн... -el llanto y los sollozos no la dejaron proseguir.

La madre le dijo entonces:

-Seсora, cuando el rey de Egipto os raptaba, cuando cenabais con йl en una posada de Bassora, cuando vuestras hermosas manos le servнan vino de Chiraz, їrecordбis haber visto un mirlo que revoloteaba por la habitaciуn?

-Verdaderamente, sн, despertбis mi memoria; no le habнa prestado atenciуn, pero poniendo orden en mis ideas, recuerdo muy bien que en el momento en el que el rey de Egipto se levantaba de la mesa para darme un beso, el mirlo se volу por la ventana dando un gran chillido y no volviу a aparecer mбs.

-Ay, seсora -respondiу la madre de Amazбn-, he ahн justamente la causa de nuestras desdichas; mi hijo habнa enviado justamente a este mirlo para informarle de vuestra salud y de todo lo que sucedнa en Babilonia; esperaba regresar pronto a ponerse a vuestros pies y consagraros la vida. No podйis saber hasta quй punto os adora. Todos los gangбridas son amantes, fieles, pero mi hijo es el mбs apasionado y constante de todos. El mirlo os hallу en una posada; bebнas alegremente con el rey de Egipto y un desagradable sacerdote, os vio finalmente dar un tierno beso a este monarca que habнa matado al fйnix y hacia quien mi hijo siente un invencible horror. El mirlo, viendo esto, fue presa de una justa indignaciуn; se volу maldiciendo vuestros funestos amores; hoy regresу y me contу todo; pero Ўen quй momentos, oh cielo!, en el momento en que mi hijo lloraba conmigo la muerte de su padre y la del fйnix, en el momento en que sabнa que es vuestro primo segundo.

-ЎOh cielos! ЎMi primo!, seсora, їes posible?, їpor quй ventura?, їcуmo?, їa tal extremo llegarнa mi felicidad?, їy al mismo tiempo serнa tan desgraciada por haberlo ofendido?

-Mi hijo es vuestro primo, os lo digo - replicу la madre- y pronto os voy a dar la prueba; pero al volveros parienta mнa me arrancбis a mi hijo; no podrб sobrevivir al dolor que le ha causado el beso que disteis al rey de Egipto.

-ЎAh!, tнa mнa-exclamу la bella Formosanta-, os jurу por йl y por el poderoso Orosmade que este beso funesto, lejos de ser criminal, era la prueba mбs fuerte de amor que pudiese dar a vuestro hijo. Desobedecнa por йl a mi padre. Iba por йl del Йufrates al Ganges. Al caer en manos del indigno faraуn de Egipto, sуlo podнa escapar engaсбndolo. Doy fe por las cenizas y el alma del fйnix, que se hallaban entonces en mi bolsillo; йl puede hacerme justicia; pero, їcуmo vuestro hijo, nacido a las orillas del Ganges, puede ser mi primo, si mi familia reina sobre las orillas del Йufrates desde hace tantos siglos?

-Sabйis -le dijo la venerable gangбrida que vuestro tнo abuelo Aldй era rey de Babilonia y que fue destronado por el padre de Belus.

-Sн, seсora.

-Sabйis que su hijo Aldй habнa tenido de su matrimonio a la princesa Aldй, educada en vuestra corte. Es este prнncipe quien, siendo perseguido por vuestro padre, vino a refugiarse en nuestra feliz comarca, bajo otro nombre: йl fue quien me desposу, tuve con йl al joven prнncipe Aldй-Almazбn, el mбs hermoso, el mбs fuerte, el mбs valiente, el mбs virtuoso de los mortales y hoy el mбs loco. Fue a las fiestas de Babilonia atraнdo por la fama de vuestra belleza; desde entonces os idolatra, y quizб yo no vuelva a verlo jamбs.

Entonces hizo desplegar ante la princesa todos los tнtulos de la casa de los Aldй; Formosanta apenas se dignу mirarlos.

-ЎAh, seсora! -exclamу- їAcaso se examina lo que se desea? Bastante os cree mi corazуn. Pero, їdуnde estб Aldй-Almazбn?, їdуnde estб mi pariente, mi amante, mi rey?, їdуnde estб mi vida?, їquй camino tomу? Irнa a buscarlo por todos los mundos que el Eterno ha formado y de los cuales йl es el mбs bello ornamento. Irнa a la estrella Canopus, a Sheat, a Aldebarбn. Irнa a convencerlo de mi amor y mi inocencia.

El fйnix testificу que la princesa no habнa dado, por amor, un beso al rey de Egipto, crimen que el mirlo le imputaba; pero habнa que desengaсar a Аmazбn y traerlo de regreso. Envнa sus pбjaros por todos los caminos, pone en campaсa a sus unicornios; se le informa finalmente que Amazбn ha tomado el camino el que conduce a China.

-Y bien, vamos a China-exclamaba la princesa-, el viaje no es largo, espero traeros de regreso a vuestro hijo, en quince dнas a mбs tardar.

Ante estas palabras, Ўquй de lбgrimas de ternura vertieron la madre gangбrida y la princesa de Babilonia, quй de abrazos, quй de efusiones del corazуn!

El fйnix pidiу inmediatamente una carroza arrastrada por seis unicornios. La madre les proveyу doscientos caballeros y regalу a la princesa, su sobrina, algunos millares de los mбs bellos diamantes del paнs. El fйnix, afligido por el mal que la indiscreciуn del mirlo habнa provocado, hizo que se ordenara a todos los mirlos irse del paнs, y es asн como desde entonces no se encuentra ni uno sobre las orillas de Ganges.