XVIII.- El basilisco.

К оглавлению1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 11 12 13 14 15 16 
17 18 19 20 21 22 23 24 25 26 27 28 29 30 31 32 33 
34 35 36 37 38 39 40 41 42 43 44 45 46 47 48 49 50 
51 52 53 54 55 56 57 58 59 60 61 62 63 64 65 66 67 
68 69 70 71 72 73 74 75 76 77 78 79 80 81 82 83 84 
85 86 87 88 89 

Llegу Zadig a un hermoso prado, donde vio una muchedumbre de mujeres que andaban buscando solнcitas cosa que parecнa que habнan perdido. Acercуse a una de ellas, y le preguntу si querнa que las ayudara a buscar lo que querнan hallar. Dios nos libre, respondiу la Siria; lo que nosotras buscamos solo las mujeres pueden tocarlo. Raro es eso, dijo Zadig: їme harйis el favor de decirme quй cosa es esa que solo las mujeres pueden tocarla? Un basilisco, respondiу ella. ЎUn basilisco, seсora! їY por quй motivo buscбis un basilisco? Para nuestro seсor y dueсo Ogul, cuyo palacio estбis viendo a orillas del rнo, y al cabo de este prado, que somos sus mбs humildes esclavas. El seсor Ogul estб malo, y le ha recetado su mйdico que coma un basilisco hervido en agua de rosas; y como es animal muy raro, y que solo de las mujeres se deja coger, ha prometido el seсor Ogul que escogerб por su querida esposa a la que le lleve un basilisco: con que asн dejбdmele buscar; que ya veis lo mucho que yo perderнa, si una de mis compaсeras antes que yo le topara.

Dejу Zadig a esta Siria y a todas las demбs que buscaran su basilisco, y siguiу su camino por la pradera. Al llegar a la orilla de un arroyuelo, encontrу a otra dama acostada sobre los cйspedes, que no buscaba nada. Parecнa majestuosa su estatura, aunque tenнa cubierto el rostro de un velo. Estaba inclinada la cabeza al arroyo; exhalaba de rato en rato hondos sollozos, y tenia en la mano una varita con la cual estaba escribiendo letras en una fina arena que entre los cйspedes y el arroyo mediaba. Quiso ver Zadig quй era lo que escribнa: arrimуse, y vio una Z, luego una A, y se maravillу: despuйs leyу una D, y le dio un vuelco el corazуn; mas nunca fue tanto su pasmo, como cuando leyу las dos postreras letras de su nombre. Permaneciу inmуvil un rato; rompiendo al fin el silencio, con voz mal segura, dijo: Generosa dama, perdonad a un extranjero desventurado, que a preguntar se atreve їpor quй extraсo acaso encuentro aquн el nombre de Zadig, por vuestra divina mano escrito? Al oнr esta voz y estas palabras, alzу con trйmula mano su velo la dama, mirу a Zadig, dio un grito de ternura, de asombro y de alborozo, y rindiйndose a los diversos afectos que de consuno embatнan su alma, cayу desmayada en sus brazos. Era Astarte, era la reina de Babilonia, la misma que idolatraba Zadig, y de cuyo amor le acusaba su conciencia; aquella cuya suerte tantas lбgrimas le habнa costado. Estuvo un rato privado del uso de sus sentidos; y cuando clavу sus miradas en los ojos de Astarte que lentamente se abrнan de nuevo entre desmayados, confusos y amorosos: ЎO potencias inmortales! exclamу, їme restituнs a mi Astarte? їEn quй tiempo, en quй sitio, en quй estado torno a verla? Hincуse de rodillas ante Astarte, inclinando su frente bajo del polvo de sus pies. Alzale la reina de Babilonia, y le sienta cabe sн en la orilla del arroyo, enjugando una y mil veces sus ojos que siempre en frescas lбgrimas se baсaban. Veinte veces anudaba un hilo de razones que interrumpнan sus gemidos; hacнale preguntas acerca del acaso que los habнa reunido, y no daba lugar a que respondiese con preguntas nuevas; empezaba a contar sus desventuras, y querнa saber las de Zadig. Habiendo finalmente ambos sosegado un poco el alboroto de su pecho, dijo en breves palabras Zadig por quй acaso se encontraba en esta pradera. їPero como os hallo, o reina respetable y desdichada, en este desviado sitio, vestida de esclava, y acompaсada de otras esclavas que buscan un basilisco, para hervirle, en virtud de una receta de mйdico, en agua de rosas?

Mientras que andan buscando su basilisco, voy a informaros, dijo la hermosa Astarte, de todo lo que he padecido, y que perdono al cielo una vez que vuelvo a veros. Ya sabйis que el rey mi esposo llevу a mal que fueseis el mas amable de todos los hombres, y acaso por este motivo tomу una noche la determinaciуn de mandaros ahorcar, y darme un tуsigo; y tambiйn sabйis que los cielos compasivos dispusieron que me avisara mi enano mudo de las уrdenes de su sublime majestad. Apenas os hubo precisado el fiel Cador a obedecerme y partiros, se atreviу a penetrar por una puerta excusada en mi cuarto a media noche, me sacу de palacio, y me llevу al templo de Orosmades, donde me encerrу su hermano el mago dentro de una estatua colosal cuya basa se apoya en los cimientos del templo, y la cabeza toca con la bуveda. Aquн quedй como enterrada, puesto que el mago que me servia cuidу de que nada me faltase. Al rayar el dнa, entrу en mi cuarto el boticario de su majestad con una pуcima de beleсo, opio, cicuta, elйboro negro, y anapelo; y otro oficial se encaminу a vuestra casa con un cordуn de seda azul; mas no hallaron a nadie. Por engaсar mas al rey, le hizo Cador una falsa denuncia contra nosotros dos, fingiendo que llevabais vos el camino de la India, y yo el de Menfis; y enviaron gente en nuestro seguimiento.

No me conocнan los mensajeros que fueron en busca riсa, porque casi nunca habнa mostrado mi semblante, como no fuese a vos, delante de mi marido y por orden suya. Ibanme persiguiendo por las seсas que de mi persona les habнan dado; y se encontraron a la raya de Egipto con otra de mi estatura misma, y que acaso era mas hermosa. Estaba baсada en llanto, y andaba desatentada, de suerte que no dudaron de que era la reina de Babilonia, y la condujeron a Moabdar. Enojуse violentamente el rey por la equivocaciуn; mas habiendo luego contemplado mas atentamente a esta mujer, vio que era muy hermosa, y se consolу. Llamбbase Misuf, nombre que, segъn despuйs me han dicho, significa en egipcнaco la bella antojadiza, y lo era efectivamente; pero no iban en zaga sus artes a sus antojos, tanto que habiendo gustado a Moabdar, le cautivу de manera que la declarу su legнtima esposa. Manifestуse entonces su нndole sin rebozo, entregбndose sin freno a todas las extravagancias de su imaginaciуn. Quiso precisar al sumo mago, viejo y gotoso, a que bailase en su presencia; y habiйndose negado este, le persiguiу de muerte. A su caballerizo mayor le mandу hacer una tarta de dulce; y puesto que representу que no era repostero, todo fue en balde: tuvo que hacer la tarta, y le despidiу porque estaba muy tostada. El cargo de caballerizo mayor se le dio a su enano, y a un paje le hizo fiscal del consejo: de esta suerte gobernу a Babilonia. Llorбbame todo el mundo; y el rey, que hasta que habнa mandado ahorcaros y darme veneno habнa sido bastante bueno, dejу que sus virtudes corriesen naufragio en su amor a la bella antojadiza. El dнa del fuego sagrado vino al templo, y le vi implorar a los Dioses por Misuf, postrado ante la estatua donde estaba yo metida. Alzando entonces la voz, le dije: "Los Dioses desechan las sъplicas de un rey convertido en tirano, y que ha querido quitar la vida a una mujer de juicio, por casarse con una loca." Pusieron estas palabras en tamaсa confusiуn a Moabdar, que se le fue la cabeza. Con el orбculo que habнa yo pronunciado, y con la tiranнa de Misuf sobraba para que perdiera la razуn; y con efecto en pocos dнas se volviу loco.

Esta locura, que se atribuyу a castigo del cielo, fue la seсal de rebeliуn: amotinуse el pueblo, y tomу armas; Babilonia, donde reinaba tanto tiempo hacia una muelle ociosidad, se convirtiу en teatro de una horrorosa guerra civil. Sacбronme del hueco de mi estatua; pusiйronme al frente de un partido, y fue Cador corriendo a Menfis, para traeros a Babilonia. Noticioso de tan fatales nuevas acudiу el prнncipe de Hircania con su ejйrcito a formar tercer partido en la Caldea, y vino a embestir al rey que le saliу al encuentro con su desatinada egipcнaca. Muriу Moabdar, traspasado de mil heridas, y cayу Misuf en poder del vencedor. Quiso mi desventura que yo tambiйn fuera cogida por una partida de guerrilla hircana, que me condujo a presencia del prнncipe, al mismo tiempo que le llevaban a Misuf. Sin duda sabrйis con satisfacciуn que me tuvo este por mas hermosa que la egipcia, pero no serб de menos sentimiento para vos quй os diga que me destinу para su serrallo, diciйndome sin andarse con rodeos, que luego que concluyese una expediciуn militar para la cual iba a partirse, vendrнa a mн. Figuraos cual fue mi quebranto: rotos los vнnculos que con Moabdar me estrechaban, podнa ser de Zadig, y caнa en los hierros de un bбrbaro. Respondнle con toda la altivez que me inspiraban mi alta jerarquнa y mis afectos, habiendo oнdo decir toda mi vida que las personas de mi dignidad las habнan dotado los cielos de tal grandeza, que con una palabra y un mirar de ojos confundнan en el polvo de la nada a cuantos temerarios eran osados a apartarse un punto del mas reverente acatamiento. Hablй como reina, pero fui tratada como una moza de cбntaro: el Hircano, sin dignarse siquiera de responderme, le dijo a su eunuco negro que yo era mal hablada, pero que le parecнa linda. Mandуle que me cuidase y me diera el trato que a las que estaban en su privanza, para que me volviesen los colores, y fuese mas digna de sus caricias el dнa que le pareciese oportuno honrarme con ellas. Dнjele que me matarнa, y me respondiу riйndose que ninguna se mataba por esas cosas, y que estaba acostumbrado a semejantes melindres, y se fue dejбndome como un jilguero en jaula. ЎQuй situaciуn para la primera reina del universo, y mбs para un corazуn que era de Zadig!

El cual se hincу de rodillas al oнr estas razones, regando con sus lбgrimas las plantas de Astarte. Alzуle esta cariсosamente, y prosiguiу diciendo: Veнame en poder de un bбrbaro, y en competencia con una loca con quien estaba encerrada. Contуme Misuf su aventura de Egipto; y por la pintura que de vos hizo, por el tiempo, por el dromedario en que ibais montado, y por las demбs circunstancias vine en conocimiento de que era Zadig quien habнa peleado en su defensa; y no dudando de que estuvierais en Menfis, me determinй a refugiarme en esta ciudad. Bella Misuf, le dije, vos sois mucho mбs donosa que yo, y divertirйis mбs bien al prнncipe de Hircania: procuradme medio para escapar; reinarйis vos sola, y me harйis feliz, librбndoos de una rival. Misuf me ayudу a efectuar mi fuga, y me partн secretamente con una esclava egipcia.

Ya tocaba con la Arabia, cuando me robу un bandolero muy nombrado, llamado Arbogad, el cual me vendiу a unos mercaderes que me trajeron a este palacio, donde reside el seсor Ogul, que me comprу sin saber quien yo fuese. Es este un glotуn, que solo piensa en atracarse bien, y cree que le ha echado Dios al mundo para disfrutar de una buena mesa. Estб tan excesivamente gordo, que a cada instante parece que va a reventar. Su mйdico poco influjo tiene con йl cuando hace buena digestiуn, pero le manda despуticamente cuando tiene ahitera; y ahora le ha hecho creer que le habнa de sanar con un basilisco hervido en agua de rosas. Ha prometido dar su mano a la esclava que le trajere un basilisco, y ya veis que yo las dejo que se merezcan tan alta honra, no habiendo nunca tenido menos ganas de topar el tal basilisco que desde que han querido los cielos que volviese a veros.

Dijйronse entonces Astarte y Zadig cuanto a los mas generosos y apasionados pechos pudieron inspirar afectos tanto tiempo contrarestados, y tanto amor, y tanta desdicha; y los genios que al amor presiden llevaron las razones de ambos a la esfera de Venus.

Tornбronse a la quinta de Ogul las mujeres sin haber hallado nada. Zadig se presentу a йl, y le hablу asн: Descienda del cielo la inmortal Hygia para dilatar vuestros aсos. Yo soy mйdico; he venido habiendo oнdo hablar de vuestra dolencia, y os traigo un basilisco hervido en agua de rosas; no porque aspire a casarme con vos, que solo os pido la libertad de una esclava joven de Babilonia, que os vendieron pocos dнas hace; y me allano a permanecer esclavo en su lugar, si no tengo la dicha de sanar al magnifico seсor Ogul.

Fue admitida la propuesta, y se partiу Astarte para Babilonia en compaснa del criado de Zadig, prometiйndole que le despacharнa sin tardanza un mensajero, para informarle de cuanto hubiese sucedido. No menos que su reconocimiento fueron amorosos sus vales: porque, como estб escrito en el gran libro del Zenda, las dos йpocas mбs solemnes de la vida son el instante en que nos volvemos a ver, y aquel en que nos separamos. Querнa Zadig a la reina tanto como se lo juraba, y la reina querнa a Zadig mas de lo que decнa.

Zadig hablу de esta suerte a Ogul: Seсor, mi basilisco no se come, que toda su virtud se os ha de introducir por los poros; yo le he puesto dentro de una odre bien henchida de viento, y cubierta de un cuero muy fino; es menester que empujйis hacia mн dicha odre en el aire con toda vuestra fuerza, y que yo os la tire muchas veces; y con pocos dнas de dieta y de este ejercicio verйis la eficacia de mi arte. Al primer dнa se hubo de ahogar Ogul, y creyу que iba a exhalar el alma; al segundo se cansу menos, y durmiу mбs bien: por fin a los ocho dнas recobrу toda la fuerza, la salud, la ligereza, y el buen humor de sus mбs floridos aсos. Zadig le dijo: habйis jugado a la pelota, y no os habйis hartado: sabed que no hay tal basilisco en el mundo; que un hombre sobrio y que hace ejercicio siempre vive sano, y que tan imaginado es el arte de amalgamar la gula con la salud como la piedra filosofal, la astrologнa judiciaria, y la teologнa de los magos.

Conociendo el primer mйdico de Ogul cuan peligroso para la medicina era semejante hombre, se coligу con el boticario del gremio para enviarle a buscar basiliscos al otro mundo: de suerte que habiendo sido castigado siempre por sus buenas acciones, iba a morir por haber dado la salud a un seсor glotуn. Convidбronle a un esplйndido banquete, donde le debнan dar veneno al segundo servicio; pero estando en el primero, recibiу un parte de la hermosa reina, y se levantу de la mesa, partiйndose sin tardanza. El que es amado de una hermosa, dice el gran Zoroastro, de todo sale bien en este mundo.

Llegу Zadig a un hermoso prado, donde vio una muchedumbre de mujeres que andaban buscando solнcitas cosa que parecнa que habнan perdido. Acercуse a una de ellas, y le preguntу si querнa que las ayudara a buscar lo que querнan hallar. Dios nos libre, respondiу la Siria; lo que nosotras buscamos solo las mujeres pueden tocarlo. Raro es eso, dijo Zadig: їme harйis el favor de decirme quй cosa es esa que solo las mujeres pueden tocarla? Un basilisco, respondiу ella. ЎUn basilisco, seсora! їY por quй motivo buscбis un basilisco? Para nuestro seсor y dueсo Ogul, cuyo palacio estбis viendo a orillas del rнo, y al cabo de este prado, que somos sus mбs humildes esclavas. El seсor Ogul estб malo, y le ha recetado su mйdico que coma un basilisco hervido en agua de rosas; y como es animal muy raro, y que solo de las mujeres se deja coger, ha prometido el seсor Ogul que escogerб por su querida esposa a la que le lleve un basilisco: con que asн dejбdmele buscar; que ya veis lo mucho que yo perderнa, si una de mis compaсeras antes que yo le topara.

Dejу Zadig a esta Siria y a todas las demбs que buscaran su basilisco, y siguiу su camino por la pradera. Al llegar a la orilla de un arroyuelo, encontrу a otra dama acostada sobre los cйspedes, que no buscaba nada. Parecнa majestuosa su estatura, aunque tenнa cubierto el rostro de un velo. Estaba inclinada la cabeza al arroyo; exhalaba de rato en rato hondos sollozos, y tenia en la mano una varita con la cual estaba escribiendo letras en una fina arena que entre los cйspedes y el arroyo mediaba. Quiso ver Zadig quй era lo que escribнa: arrimуse, y vio una Z, luego una A, y se maravillу: despuйs leyу una D, y le dio un vuelco el corazуn; mas nunca fue tanto su pasmo, como cuando leyу las dos postreras letras de su nombre. Permaneciу inmуvil un rato; rompiendo al fin el silencio, con voz mal segura, dijo: Generosa dama, perdonad a un extranjero desventurado, que a preguntar se atreve їpor quй extraсo acaso encuentro aquн el nombre de Zadig, por vuestra divina mano escrito? Al oнr esta voz y estas palabras, alzу con trйmula mano su velo la dama, mirу a Zadig, dio un grito de ternura, de asombro y de alborozo, y rindiйndose a los diversos afectos que de consuno embatнan su alma, cayу desmayada en sus brazos. Era Astarte, era la reina de Babilonia, la misma que idolatraba Zadig, y de cuyo amor le acusaba su conciencia; aquella cuya suerte tantas lбgrimas le habнa costado. Estuvo un rato privado del uso de sus sentidos; y cuando clavу sus miradas en los ojos de Astarte que lentamente se abrнan de nuevo entre desmayados, confusos y amorosos: ЎO potencias inmortales! exclamу, їme restituнs a mi Astarte? їEn quй tiempo, en quй sitio, en quй estado torno a verla? Hincуse de rodillas ante Astarte, inclinando su frente bajo del polvo de sus pies. Alzale la reina de Babilonia, y le sienta cabe sн en la orilla del arroyo, enjugando una y mil veces sus ojos que siempre en frescas lбgrimas se baсaban. Veinte veces anudaba un hilo de razones que interrumpнan sus gemidos; hacнale preguntas acerca del acaso que los habнa reunido, y no daba lugar a que respondiese con preguntas nuevas; empezaba a contar sus desventuras, y querнa saber las de Zadig. Habiendo finalmente ambos sosegado un poco el alboroto de su pecho, dijo en breves palabras Zadig por quй acaso se encontraba en esta pradera. їPero como os hallo, o reina respetable y desdichada, en este desviado sitio, vestida de esclava, y acompaсada de otras esclavas que buscan un basilisco, para hervirle, en virtud de una receta de mйdico, en agua de rosas?

Mientras que andan buscando su basilisco, voy a informaros, dijo la hermosa Astarte, de todo lo que he padecido, y que perdono al cielo una vez que vuelvo a veros. Ya sabйis que el rey mi esposo llevу a mal que fueseis el mas amable de todos los hombres, y acaso por este motivo tomу una noche la determinaciуn de mandaros ahorcar, y darme un tуsigo; y tambiйn sabйis que los cielos compasivos dispusieron que me avisara mi enano mudo de las уrdenes de su sublime majestad. Apenas os hubo precisado el fiel Cador a obedecerme y partiros, se atreviу a penetrar por una puerta excusada en mi cuarto a media noche, me sacу de palacio, y me llevу al templo de Orosmades, donde me encerrу su hermano el mago dentro de una estatua colosal cuya basa se apoya en los cimientos del templo, y la cabeza toca con la bуveda. Aquн quedй como enterrada, puesto que el mago que me servia cuidу de que nada me faltase. Al rayar el dнa, entrу en mi cuarto el boticario de su majestad con una pуcima de beleсo, opio, cicuta, elйboro negro, y anapelo; y otro oficial se encaminу a vuestra casa con un cordуn de seda azul; mas no hallaron a nadie. Por engaсar mas al rey, le hizo Cador una falsa denuncia contra nosotros dos, fingiendo que llevabais vos el camino de la India, y yo el de Menfis; y enviaron gente en nuestro seguimiento.

No me conocнan los mensajeros que fueron en busca riсa, porque casi nunca habнa mostrado mi semblante, como no fuese a vos, delante de mi marido y por orden suya. Ibanme persiguiendo por las seсas que de mi persona les habнan dado; y se encontraron a la raya de Egipto con otra de mi estatura misma, y que acaso era mas hermosa. Estaba baсada en llanto, y andaba desatentada, de suerte que no dudaron de que era la reina de Babilonia, y la condujeron a Moabdar. Enojуse violentamente el rey por la equivocaciуn; mas habiendo luego contemplado mas atentamente a esta mujer, vio que era muy hermosa, y se consolу. Llamбbase Misuf, nombre que, segъn despuйs me han dicho, significa en egipcнaco la bella antojadiza, y lo era efectivamente; pero no iban en zaga sus artes a sus antojos, tanto que habiendo gustado a Moabdar, le cautivу de manera que la declarу su legнtima esposa. Manifestуse entonces su нndole sin rebozo, entregбndose sin freno a todas las extravagancias de su imaginaciуn. Quiso precisar al sumo mago, viejo y gotoso, a que bailase en su presencia; y habiйndose negado este, le persiguiу de muerte. A su caballerizo mayor le mandу hacer una tarta de dulce; y puesto que representу que no era repostero, todo fue en balde: tuvo que hacer la tarta, y le despidiу porque estaba muy tostada. El cargo de caballerizo mayor se le dio a su enano, y a un paje le hizo fiscal del consejo: de esta suerte gobernу a Babilonia. Llorбbame todo el mundo; y el rey, que hasta que habнa mandado ahorcaros y darme veneno habнa sido bastante bueno, dejу que sus virtudes corriesen naufragio en su amor a la bella antojadiza. El dнa del fuego sagrado vino al templo, y le vi implorar a los Dioses por Misuf, postrado ante la estatua donde estaba yo metida. Alzando entonces la voz, le dije: "Los Dioses desechan las sъplicas de un rey convertido en tirano, y que ha querido quitar la vida a una mujer de juicio, por casarse con una loca." Pusieron estas palabras en tamaсa confusiуn a Moabdar, que se le fue la cabeza. Con el orбculo que habнa yo pronunciado, y con la tiranнa de Misuf sobraba para que perdiera la razуn; y con efecto en pocos dнas se volviу loco.

Esta locura, que se atribuyу a castigo del cielo, fue la seсal de rebeliуn: amotinуse el pueblo, y tomу armas; Babilonia, donde reinaba tanto tiempo hacia una muelle ociosidad, se convirtiу en teatro de una horrorosa guerra civil. Sacбronme del hueco de mi estatua; pusiйronme al frente de un partido, y fue Cador corriendo a Menfis, para traeros a Babilonia. Noticioso de tan fatales nuevas acudiу el prнncipe de Hircania con su ejйrcito a formar tercer partido en la Caldea, y vino a embestir al rey que le saliу al encuentro con su desatinada egipcнaca. Muriу Moabdar, traspasado de mil heridas, y cayу Misuf en poder del vencedor. Quiso mi desventura que yo tambiйn fuera cogida por una partida de guerrilla hircana, que me condujo a presencia del prнncipe, al mismo tiempo que le llevaban a Misuf. Sin duda sabrйis con satisfacciуn que me tuvo este por mas hermosa que la egipcia, pero no serб de menos sentimiento para vos quй os diga que me destinу para su serrallo, diciйndome sin andarse con rodeos, que luego que concluyese una expediciуn militar para la cual iba a partirse, vendrнa a mн. Figuraos cual fue mi quebranto: rotos los vнnculos que con Moabdar me estrechaban, podнa ser de Zadig, y caнa en los hierros de un bбrbaro. Respondнle con toda la altivez que me inspiraban mi alta jerarquнa y mis afectos, habiendo oнdo decir toda mi vida que las personas de mi dignidad las habнan dotado los cielos de tal grandeza, que con una palabra y un mirar de ojos confundнan en el polvo de la nada a cuantos temerarios eran osados a apartarse un punto del mas reverente acatamiento. Hablй como reina, pero fui tratada como una moza de cбntaro: el Hircano, sin dignarse siquiera de responderme, le dijo a su eunuco negro que yo era mal hablada, pero que le parecнa linda. Mandуle que me cuidase y me diera el trato que a las que estaban en su privanza, para que me volviesen los colores, y fuese mas digna de sus caricias el dнa que le pareciese oportuno honrarme con ellas. Dнjele que me matarнa, y me respondiу riйndose que ninguna se mataba por esas cosas, y que estaba acostumbrado a semejantes melindres, y se fue dejбndome como un jilguero en jaula. ЎQuй situaciуn para la primera reina del universo, y mбs para un corazуn que era de Zadig!

El cual se hincу de rodillas al oнr estas razones, regando con sus lбgrimas las plantas de Astarte. Alzуle esta cariсosamente, y prosiguiу diciendo: Veнame en poder de un bбrbaro, y en competencia con una loca con quien estaba encerrada. Contуme Misuf su aventura de Egipto; y por la pintura que de vos hizo, por el tiempo, por el dromedario en que ibais montado, y por las demбs circunstancias vine en conocimiento de que era Zadig quien habнa peleado en su defensa; y no dudando de que estuvierais en Menfis, me determinй a refugiarme en esta ciudad. Bella Misuf, le dije, vos sois mucho mбs donosa que yo, y divertirйis mбs bien al prнncipe de Hircania: procuradme medio para escapar; reinarйis vos sola, y me harйis feliz, librбndoos de una rival. Misuf me ayudу a efectuar mi fuga, y me partн secretamente con una esclava egipcia.

Ya tocaba con la Arabia, cuando me robу un bandolero muy nombrado, llamado Arbogad, el cual me vendiу a unos mercaderes que me trajeron a este palacio, donde reside el seсor Ogul, que me comprу sin saber quien yo fuese. Es este un glotуn, que solo piensa en atracarse bien, y cree que le ha echado Dios al mundo para disfrutar de una buena mesa. Estб tan excesivamente gordo, que a cada instante parece que va a reventar. Su mйdico poco influjo tiene con йl cuando hace buena digestiуn, pero le manda despуticamente cuando tiene ahitera; y ahora le ha hecho creer que le habнa de sanar con un basilisco hervido en agua de rosas. Ha prometido dar su mano a la esclava que le trajere un basilisco, y ya veis que yo las dejo que se merezcan tan alta honra, no habiendo nunca tenido menos ganas de topar el tal basilisco que desde que han querido los cielos que volviese a veros.

Dijйronse entonces Astarte y Zadig cuanto a los mas generosos y apasionados pechos pudieron inspirar afectos tanto tiempo contrarestados, y tanto amor, y tanta desdicha; y los genios que al amor presiden llevaron las razones de ambos a la esfera de Venus.

Tornбronse a la quinta de Ogul las mujeres sin haber hallado nada. Zadig se presentу a йl, y le hablу asн: Descienda del cielo la inmortal Hygia para dilatar vuestros aсos. Yo soy mйdico; he venido habiendo oнdo hablar de vuestra dolencia, y os traigo un basilisco hervido en agua de rosas; no porque aspire a casarme con vos, que solo os pido la libertad de una esclava joven de Babilonia, que os vendieron pocos dнas hace; y me allano a permanecer esclavo en su lugar, si no tengo la dicha de sanar al magnifico seсor Ogul.

Fue admitida la propuesta, y se partiу Astarte para Babilonia en compaснa del criado de Zadig, prometiйndole que le despacharнa sin tardanza un mensajero, para informarle de cuanto hubiese sucedido. No menos que su reconocimiento fueron amorosos sus vales: porque, como estб escrito en el gran libro del Zenda, las dos йpocas mбs solemnes de la vida son el instante en que nos volvemos a ver, y aquel en que nos separamos. Querнa Zadig a la reina tanto como se lo juraba, y la reina querнa a Zadig mas de lo que decнa.

Zadig hablу de esta suerte a Ogul: Seсor, mi basilisco no se come, que toda su virtud se os ha de introducir por los poros; yo le he puesto dentro de una odre bien henchida de viento, y cubierta de un cuero muy fino; es menester que empujйis hacia mн dicha odre en el aire con toda vuestra fuerza, y que yo os la tire muchas veces; y con pocos dнas de dieta y de este ejercicio verйis la eficacia de mi arte. Al primer dнa se hubo de ahogar Ogul, y creyу que iba a exhalar el alma; al segundo se cansу menos, y durmiу mбs bien: por fin a los ocho dнas recobrу toda la fuerza, la salud, la ligereza, y el buen humor de sus mбs floridos aсos. Zadig le dijo: habйis jugado a la pelota, y no os habйis hartado: sabed que no hay tal basilisco en el mundo; que un hombre sobrio y que hace ejercicio siempre vive sano, y que tan imaginado es el arte de amalgamar la gula con la salud como la piedra filosofal, la astrologнa judiciaria, y la teologнa de los magos.

Conociendo el primer mйdico de Ogul cuan peligroso para la medicina era semejante hombre, se coligу con el boticario del gremio para enviarle a buscar basiliscos al otro mundo: de suerte que habiendo sido castigado siempre por sus buenas acciones, iba a morir por haber dado la salud a un seсor glotуn. Convidбronle a un esplйndido banquete, donde le debнan dar veneno al segundo servicio; pero estando en el primero, recibiу un parte de la hermosa reina, y se levantу de la mesa, partiйndose sin tardanza. El que es amado de una hermosa, dice el gran Zoroastro, de todo sale bien en este mundo.