XVI.- Es asн, cabalmente, como se escribe la Historia

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La cena de aquella noche en casa del seсor Andrй costу tanto como treinta de las de Бtico, y las seсoras dudaron mucho de que fuesen mбs divertidas las de Roma que las de Parнs. Fue muy amena la conversaciуn, aunque algo cientнfica, y no se tratу ni de las modas ъltimas, ni de las ridiculeces del prуjimo, ni de los sucesos escandalosos mбs recientes.

Pero sн del tema del lujo. Preguntaron si fue debida al lujo la caнda del Imperio Romano, y se probу que ambos imperios, el de Oriente y el del Occidente, fueron destruidos por la teologнa y los monjes. Efectivamente, cuando se apoderу Alarico de Roma, no encontrу allн mбs que disputas teolуgicas, y cuando atacу Constantinopla Mahomet II, defendнan los frailes con mбs energнa la eternidad de la luz del Tabor, que en su ombligo veнan, que la ciudad de los turcos. Uno de los comensales hizo observar que mientras ambos imperios habнan perecido, todavнa subsisten los escritos de Horacio, Virgilio y Ovidio.

Del siglo de Augusto pasaron de un vuelo al de Luis XIV. Una seсora preguntу por quй los autores del dнa, aun cuando tengan mucho talento, no producen obras de tanto valor. Respondiу el seсor Andrй que era porque ya las habнan producido los de siglos pasados. Esta idea audaz, pero exacta, dio que pensar a los circunstantes, quienes se burlaron luego cruelmente de un escocйs que se ha metido a regulador del buen gusto y a crнtico de Racine, sin saber una palabra de francйs. Con mбs rigor todavнa fue tratado un italiano llamado Denina, el cual censurу El espнritu de las leyes, sin entender la obra, atacando lo mejor que ella tiene. Esto trajo a la memoria de todos, el afectado desdйn en que Boileau tenнa al Tasso. Alguien manifestу que con todos sus defectos, Tasso era tan superior a Homero, como con todos los suyos, todavнa mayores, es Montesquieu al aburrido Grocio. Se censuraron los prejuicios entre naciуn y naciуn y se tratу al seсor Denina como merecнa, y como tratan las personas inteligentes a los pedantes.

Tambiйn hubo de hacerse la observaciуn sagaz de que son las obras maestras del siglo pasado las que mбs ocupan la atenciуn de los literatos actuales. Nuestra tarea se reduce a examinar sus mйritos. Parecemos hijos desheredados, que hacen la cuenta del caudal de su padre. En lo que todos coincidieron fue en admitir que la filosofнa habнa adelantado mucho, pero que el estilo y el idioma se empobrecнan.

Norma es de todas las conversaciones saltar de un asunto a otro. En breve desaparecieron todos estos temas de amenidad, ciencia y gusto, para seсalarse el magnнfico espectбculo que estaban dando al mundo la emperatriz de Rusia y el rey de Polonia, quienes acababan de enaltecer a la humanidad abatida, estableciendo la libertad de conciencia en territorios mucho mбs extensos que nunca lo fue el Imperio Romano. Celebrуse, como era debido, tamaсo servicio hecho al mundo, y ejemplo tal dado a gobiernos que se tienen por ilustrados. Brindуse a la salud de la emperatriz, del rey filуsofo y a la de los que los imitasen. Hasta el doctor de la Sorbona les colmу de elogios; porque ha de saberse que en ese gremio se encuentran a veces, sujetos razonables, como se encontraban hombres de talento en la Beocia.

El secretario ruso dejу a todos maravillados al hablarles de los progresos que en Rusia se hacнan. Nadie supo decir por quй gustaba mбs la historia de Carlos XII, que se pasу la vida destruyendo, que la de Pedro el Grande, que pasу la suya en crearlo todo. Supusimos que la razуn de esta preferencia era nuestra frivolidad y falta de juicio, y convinimos en que Carlos XII fue el Don Quijote, y Pedro, el Solуn del Norte; en que los entendimientos superficiales prefieren a fe los grandes planes del legislador, el extravagante heroнsmo del soldado, y les agrada menos la narraciуn circunstanciada de la fundaciуn de una ciudad que la temeridad de un capitбn que con unos cuantos hombres se enfrenta a diez mil turcos. Ciertamente, la mayor parte de los sectores sуlo buscan el pasatiempo, no la instrucciуn. Por eso, de cada cien mujeres, noventa y nueve leen ridнculos novelones y sуlo una un capнtulo de Condillac.

ЎDe cuбntas cosas se hablу en esta cena que no olvidarй en mucho tiempo! Al fin fue indispensable tocar la tecla de los cуmicos y cуmicas, eterno asunto de las conversaciones de sobremesa en Versalles y en Parнs. Nadie negу que tan raro era un buen autor como un buen poeta, y se concluyу la cena cantando algunas coplas, que un comensal habнa escrito dedicadas a las damas. Confieso, por lo que a mн toca, que no me hubiera parecido mбs grato el banquete de Platуn que el del seсor y la seсora Andrй.

1768

La cena de aquella noche en casa del seсor Andrй costу tanto como treinta de las de Бtico, y las seсoras dudaron mucho de que fuesen mбs divertidas las de Roma que las de Parнs. Fue muy amena la conversaciуn, aunque algo cientнfica, y no se tratу ni de las modas ъltimas, ni de las ridiculeces del prуjimo, ni de los sucesos escandalosos mбs recientes.

Pero sн del tema del lujo. Preguntaron si fue debida al lujo la caнda del Imperio Romano, y se probу que ambos imperios, el de Oriente y el del Occidente, fueron destruidos por la teologнa y los monjes. Efectivamente, cuando se apoderу Alarico de Roma, no encontrу allн mбs que disputas teolуgicas, y cuando atacу Constantinopla Mahomet II, defendнan los frailes con mбs energнa la eternidad de la luz del Tabor, que en su ombligo veнan, que la ciudad de los turcos. Uno de los comensales hizo observar que mientras ambos imperios habнan perecido, todavнa subsisten los escritos de Horacio, Virgilio y Ovidio.

Del siglo de Augusto pasaron de un vuelo al de Luis XIV. Una seсora preguntу por quй los autores del dнa, aun cuando tengan mucho talento, no producen obras de tanto valor. Respondiу el seсor Andrй que era porque ya las habнan producido los de siglos pasados. Esta idea audaz, pero exacta, dio que pensar a los circunstantes, quienes se burlaron luego cruelmente de un escocйs que se ha metido a regulador del buen gusto y a crнtico de Racine, sin saber una palabra de francйs. Con mбs rigor todavнa fue tratado un italiano llamado Denina, el cual censurу El espнritu de las leyes, sin entender la obra, atacando lo mejor que ella tiene. Esto trajo a la memoria de todos, el afectado desdйn en que Boileau tenнa al Tasso. Alguien manifestу que con todos sus defectos, Tasso era tan superior a Homero, como con todos los suyos, todavнa mayores, es Montesquieu al aburrido Grocio. Se censuraron los prejuicios entre naciуn y naciуn y se tratу al seсor Denina como merecнa, y como tratan las personas inteligentes a los pedantes.

Tambiйn hubo de hacerse la observaciуn sagaz de que son las obras maestras del siglo pasado las que mбs ocupan la atenciуn de los literatos actuales. Nuestra tarea se reduce a examinar sus mйritos. Parecemos hijos desheredados, que hacen la cuenta del caudal de su padre. En lo que todos coincidieron fue en admitir que la filosofнa habнa adelantado mucho, pero que el estilo y el idioma se empobrecнan.

Norma es de todas las conversaciones saltar de un asunto a otro. En breve desaparecieron todos estos temas de amenidad, ciencia y gusto, para seсalarse el magnнfico espectбculo que estaban dando al mundo la emperatriz de Rusia y el rey de Polonia, quienes acababan de enaltecer a la humanidad abatida, estableciendo la libertad de conciencia en territorios mucho mбs extensos que nunca lo fue el Imperio Romano. Celebrуse, como era debido, tamaсo servicio hecho al mundo, y ejemplo tal dado a gobiernos que se tienen por ilustrados. Brindуse a la salud de la emperatriz, del rey filуsofo y a la de los que los imitasen. Hasta el doctor de la Sorbona les colmу de elogios; porque ha de saberse que en ese gremio se encuentran a veces, sujetos razonables, como se encontraban hombres de talento en la Beocia.

El secretario ruso dejу a todos maravillados al hablarles de los progresos que en Rusia se hacнan. Nadie supo decir por quй gustaba mбs la historia de Carlos XII, que se pasу la vida destruyendo, que la de Pedro el Grande, que pasу la suya en crearlo todo. Supusimos que la razуn de esta preferencia era nuestra frivolidad y falta de juicio, y convinimos en que Carlos XII fue el Don Quijote, y Pedro, el Solуn del Norte; en que los entendimientos superficiales prefieren a fe los grandes planes del legislador, el extravagante heroнsmo del soldado, y les agrada menos la narraciуn circunstanciada de la fundaciуn de una ciudad que la temeridad de un capitбn que con unos cuantos hombres se enfrenta a diez mil turcos. Ciertamente, la mayor parte de los sectores sуlo buscan el pasatiempo, no la instrucciуn. Por eso, de cada cien mujeres, noventa y nueve leen ridнculos novelones y sуlo una un capнtulo de Condillac.

ЎDe cuбntas cosas se hablу en esta cena que no olvidarй en mucho tiempo! Al fin fue indispensable tocar la tecla de los cуmicos y cуmicas, eterno asunto de las conversaciones de sobremesa en Versalles y en Parнs. Nadie negу que tan raro era un buen autor como un buen poeta, y se concluyу la cena cantando algunas coplas, que un comensal habнa escrito dedicadas a las damas. Confieso, por lo que a mн toca, que no me hubiera parecido mбs grato el banquete de Platуn que el del seсor y la seсora Andrй.

1768