XXX. Conclusiуn

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En el fondo de su corazуn, no tenнa Cбndido ganas ningunas de casarse con Cunegunda; pero la mucha insolencia del barуn lo determinу a acelerar las bodas, sin contar que Cunegunda insistнa tanto, que no las podнa dilatar mбs. Consultу, pues a Pangloss, a Martнn y al fiel Cacambo. Pangloss compuso una erudita memoria probando que no tenнa el barуn derecho ninguno sobre su hermana, y que segъn todas las leyes del imperio podнa Cunegunda casarse con Cбndido dбndole la mano izquierda; Martнn fue de parecer de que tiraran al barуn al mar, y Cacambo de que lo entregaran al arrбez levantino, el cual le volverнa a poner a remar en la galera, нnterin le enviaban al padre general por la primera embarcaciуn que diese a la vela para Roma. Pareciу bien esta idea; aprobу la vieja, y sin decir palabra a Cunegunda se puso en ejecuciуn mediante algъn dinero, teniendo asн la satisfacciуn de engaсar a un jesuita y escarmentar la vanidad de un barуn alemбn.

Cosa natural era pensar que despuйs de tantas desgracias, Cбndido, casado con su amada, viviendo en compaснa del filуsofo Pangloss, del filуsofo Martнn, del prudente Cacambo y de la vieja, y habiendo traнdo tantos diamantes de la patria de los antiguos Incas, disfrutarнa la vida mбs feliz; pero tanto lo estafaron los judнos, que no le quedaron mбs bienes que su pobre cortijo. Su mujer, que cada dнa era mбs fea, se hizo desapacible e inaguantable, y la vieja cayу enferma, y era mбs regaсona todavнa que Cunegunda. Cacambo, que cavaba el huerto y llevaba a vender las hortalizas a Constantinopla, estaba rendido de faena y maldecнa su suerte. Pangloss se desesperaba porque no lucнa su saber en alguna Universidad de Alemania; sуlo Martнn, firmemente convencido de que en todas partes el hombre se encuentra mal, llevaba las cosas con paciencia. Algunas veces disputaban Cбndido, Martнn y Pangloss sobre metafнsica y moral. Por las ventanas del cortijo se veнan pasar con mucha frecuencia barcos cargados de efendis, bajбes y cadнes que iban desterrados a Lemnos, Mitilene y Erzerum, y llegar otros bajбes y otros efendis, que ocupaban el lugar de los depuestos y que lo eran ellos luego; y se veнan cabezas rellenas adecuadamente con paja que se llevaban de regalo a la Sublime Puerta. Estas escenas daban materia a nuevas disertaciones, y cuando no disputaban se aburrнan tanto, que la vieja se aventurу a decirles un dнa: Quisiera yo saber quй es peor, їser violada cien veces al dнa por piratas negros, verse cortar una nalga, pasar por baquetas entre los bъlgaros, ser azotado y ahorcado en un auto de fe, ser disecado, remar en galeras, y finalmente padecer cuantas desventuras hemos pasado, o estar aquн sin hacer nada? Ardua es la cuestiуn, dijo Cбndido.

Suscitу este razonamiento nuevas reflexiones, y coligiу Martнn que el destino del hombre era vivir en las convulsiones de la angustia o en el letargo del tedio; Cбndido no se lo concedнa, pero no afirmaba nada; Pangloss confesaba que toda su vida habнa sido una serie de horrorosos infortunios; pero como una vez habнa sustentado que todo estaba perfecto, seguнa sustentбndolo sin creerlo. Lo que acabу de cimentar los detestables principios de Martнn, de hacer titubear mбs que nunca a Cбndido y de poner en confusiуn a Pangloss, fue que un dнa vieron llegar a su cortijo a Paquita y a fray Hilariуn en la mбs horrenda miseria. En breve tiempo se habнan comido los tres mil duros, se habнan dejado, vuelto a juntar y vuelto a reсir, habнan sido puestos en la cбrcel, se habнan escapado, y finalmente fray Hilariуn se habнa hecho turco. Paquita seguнa ejerciendo su oficio, pero ya no ganaba con йl para comer. Bien habнa yo pronosticado, dijo Martнn a Cбndido, que en breve disiparнan las dбdivas de usted, y serнan mбs miserables. Usted y Cacambo han rebosado en millones de pesos y no son mбs afortunados que fray Hilariуn y Paquita. ЎAh, dijo Pangloss a Paquita, conque te ha traнdo el cielo con nosotros! їSabes, pobre muchacha, que me has costado la punta de la nariz, un ojo y una oreja? ЎQuй mudada estбs! Vбlgame Dios, lo que es este mundo! Esta nueva aventura les dio margen a que filosofaran mбs que nunca.

En la vecindad vivнa un derviche que gozaba la reputaciуn del mejor filуsofo de Turquнa. Fueron a consultarle; hablу Pangloss por los demбs y le dijo: Maestro, venimos a rogarte que nos digas para quй fue creado un animal tan extraсo como el hombre. їQuiйn te mete en eso?, le dijo el derviche; їte importa para algo? Pero, reverendo padre, horribles males hay en la tierra. їQuй hace al caso que haya bienes o que haya males? Cuando envнa Su Alteza un navнo a Egipto їse informa de si se hallan bien o mal los ratones que van en йl? Pues їquй se ha de hacer?, dijo Pangloss. Que te calles, respondiу el derviche. Yo esperaba, dijo Pangloss, discurrir con vos acerca de las causas y los efectos del mejor de los mundos, del origen del mal, de la naturaleza del alma y de la armonнa preestablecida. En respuesta les dio el derviche con la puerta en las narices.

Mientras estaban en esta conversaciуn, se esparciу la voz de que acababan de ahorcar en Constantinopla a dos visires del banco y al muftн y de empalar a varios de sus amigos, catбstrofe que metiу mucha bulla por espacio de algunas horas. Al volverse Pangloss, Cбndido y Martнn a su cortijo encontraron a un buen anciano que estaba tomando el fresco a la puerta de su casa, bajo un emparrado de naranjos. Pangloss, que no era menos curioso que razonador le preguntу cуmo se llamaba el muftн que acababan de ahorcar. No lo sй, respondiу el buen hombre, ni nunca he sabido el nombre de muftн ni de visir alguno. Ignoro absolutamente la aventura de que me hablбis; presumo, sн, que generalmente los que manejan los negocios pъblicos perecen a veces miserablemente, y que bien se lo merecen; pero jamбs me informo de los sucesos de Constantinopla, contentбndome con enviar a vender allб las frutas del huerto que labro. Dicho esto, convidу a los extranjeros a entrar en su casa; y sus dos hijas y dos hijos les presentaron muchas especies de sorbetes que ellos mismos fabricaban, de kaimak, guarnecido de cбscaras de azamboa confitadas, de naranjas, limones, limas, piсas, alfуncigos y cafй de Moka, que no estaba mezclado con los malos cafйs de Batavia y las islas de Amйrica; y luego las dos hijas del buen musulmбn sahumaron las barbas de Cбndido, Pangloss y Martнn. Sin duda que tenйis, dijo Cбndido al turco, una vasta y magnнfica posesiуn. Nada mбs que veinte fanegas de tierra, respondiу el turco, que labro con mis hijos; y el trabajo nos libra de tres insufribles calamidades: el aburrimiento, el vicio y la necesidad.

Mientras se volvнa Cбndido a su cortijo iba haciendo profundas reflexiones en las razones del turco, y le dijo a Pangloss y a Martнn: Se me figura que se ha sabido este buen viejo labrar una suerte muy mбs feliz que la de los seis monarcas con quien tuvimos la honra de cenar en Venecia. Las grandezas, dijo Pangloss, son muy peligrosas, segъn opinan todos los filуsofos: Eglуn, rey de los moabitas, fue asesinado por Ahod; Absalуn colgado de los cabellos y atravesado con tres saetas; el rey Nadab, hijo de Jeroboam, muerto por Baza; el rey Ela por Zambri; Ocosнas por Jehъ; Atalнa por Joyada; y los reyes Joaquнn, Jeconнas y Sedecнas fueron esclavos. Sabido es de quй modo murieron Creso, Astiago, Darнo, Dionisio de Siracusa, Pirro, Perseo, Anнbal, Yugurta, Ariovisto, Cйsar, Pompeyo, Nerуn, Otуn, Vitelio, Domiciano, Ricardo II de Inglaterra, Eduardo II, Enrique VI, Ricardo III, Marнa Estuardo, Carlos I, los tres Enriques de Francia, el emperador Enrique IV; y nadie ignora... Tampoco ignoro yo, dijo Cбndido, que es menester cultivar nuestra huerta. Razуn tienes, dijo Pangloss; porque cuando fue colocado el hombre en el paraнso del Edйn, fue para labrarle, ut operaretur eum , lo cual prueba que no naciу para el sosiego. Trabajemos, pues, sin argumentar, dijo Martнn, que es el ъnico medio de que sea la vida tolerable.

Toda la compaснa aprobу tan loable determinaciуn. Empezу cada uno a ejercitar su habilidad, y el cortijo rindiу mucho. Verdad es que Cunegunda era muy fea, pero hacнa excelentes pasteles; Paquita bordaba y la vieja cuidaba de la ropa blanca. Hasta fray Hilariуn sirviу, pues aprendiу a la perfecciуn el oficio de carpintero y parу en ser hombre de bien. Pangloss decнa algunas veces a Cбndido: Todos los sucesos estбn encadenados en el mejor de los mundos posibles; porque si no te hubieran echado a patadas en el trasero de un magnнfico castillo por el amor de Cunegunda, si no te hubieran metido en la Inquisiciуn, si no hubieras andado a pie por las soledades de la Amйrica, si no hubieras pegado una buena estocada al barуn y si no hubieras perdido todos tus carneros del buen paнs de El Dorado, no estarнas aquн ahora comiendo azamboas en dulce y alfуncigos. Bien dice usted, respondiу Cбndido; pero es necesario cultivar nuestra huerta.

Zadig o el destino, historia oriental

Dedicatoria de Zadig a la Sultana Cheraah, por Sadi.

A 18 del mes de Cheval, aсo 837 de la hйgira.

Embeleso de las niсas de los ojos, tormento del corazуn, luz del бnimo, no beso yo el polvo de tus pies, porque o no andas a piй, o si andas, pisas o rosas o tapetes de Irбn. Ofrйzcote la versiуn de un libro de un sabio de la antigьedad, que siendo tan feliz que nada tenia que hacer, gozу la dicha mayor de divertirse con escribir la historia de Zadig, libro que dice mбs de lo que parece. Ruйgote que le leas y le aprecies en lo que valiere; pues aunque todavнa estб tu vida en su primavera, aunque te embisten de rondуn los pasatiempos todos, aunque eres hermosa, y tu talento da a tu hermosura mayor realce, aunque te elogian de dнa y de noche, motivos concomitantes que son mas que suficientes para que no tengas pizca de sentido comъn, con todo eso tienes agudeza, discreciуn, y finнsimo gusto, y te he oнdo discurrir con mas tino que ciertos derviches viejos de luenga barba, y gorra piramidal. Eres prudente sin ser desconfiada, piadosa sin flaqueza, benйfica con acierto, amiga de tus amigos, sin colrar enemigos. Nunca cifras en decir pullas el chiste de tus agudezas, ni dices mal de nadie, ni a nadie se le haces, puesto que tan fбcil cosa te seria lo uno y lo otro. Tu alma siempre me ha parecido tan perfecta como tu hermosura. Ni te falta cierto caudalejo de filosofнa, que me ha persuadido a que te agradarнa mбs que a otra este escrito de un sabio.

Escribiуse primero en el antiguo caldeo, que ni tъ ni yo sabemos, y fue traducido en бrabe para recreaciуn del nombrado sultбn Ulugbeg, en los tiempos que Бrabes y Persianos se daban a escribir las Mil y una Noches, los Mil y un Dнas, etc. Ulug mбs gustaba de leer a Zadig, pero las sultanas se divertнan mбs con los Mil y uno. Decнales el sabio Ulug, que como podнan llevar en paciencia unos cuentos sin pies ni cabeza, que nada querнan decir. Pues por eso mismo son de nuestro gusto, respondieron las sultanas.

Espero que tъ no te parezcas a ellas, y que seas un verdadero Ulug; y no desconfнo de que cuando te halles fatigada de conversaciones tan instructivas como los Mil y uno, aunque mucho menos recreativas, podrй yo tener la honra de que te ocupes algunos minutos de vagar en oнrme cosas dichas en razуn.

Si en tiempo de Scander, hijo de Filipo, hubieras sido Talestris, o la reina de Sabea en tiempo de Solimбn, estos reyes hubieran sido los que hubieran peregrinado por verte.

Ruego a las virtudes celestiales que tus deleites no lleven acнbar, que sea duradera tu hermosura, y tu ventura perpetua.

En el fondo de su corazуn, no tenнa Cбndido ganas ningunas de casarse con Cunegunda; pero la mucha insolencia del barуn lo determinу a acelerar las bodas, sin contar que Cunegunda insistнa tanto, que no las podнa dilatar mбs. Consultу, pues a Pangloss, a Martнn y al fiel Cacambo. Pangloss compuso una erudita memoria probando que no tenнa el barуn derecho ninguno sobre su hermana, y que segъn todas las leyes del imperio podнa Cunegunda casarse con Cбndido dбndole la mano izquierda; Martнn fue de parecer de que tiraran al barуn al mar, y Cacambo de que lo entregaran al arrбez levantino, el cual le volverнa a poner a remar en la galera, нnterin le enviaban al padre general por la primera embarcaciуn que diese a la vela para Roma. Pareciу bien esta idea; aprobу la vieja, y sin decir palabra a Cunegunda se puso en ejecuciуn mediante algъn dinero, teniendo asн la satisfacciуn de engaсar a un jesuita y escarmentar la vanidad de un barуn alemбn.

Cosa natural era pensar que despuйs de tantas desgracias, Cбndido, casado con su amada, viviendo en compaснa del filуsofo Pangloss, del filуsofo Martнn, del prudente Cacambo y de la vieja, y habiendo traнdo tantos diamantes de la patria de los antiguos Incas, disfrutarнa la vida mбs feliz; pero tanto lo estafaron los judнos, que no le quedaron mбs bienes que su pobre cortijo. Su mujer, que cada dнa era mбs fea, se hizo desapacible e inaguantable, y la vieja cayу enferma, y era mбs regaсona todavнa que Cunegunda. Cacambo, que cavaba el huerto y llevaba a vender las hortalizas a Constantinopla, estaba rendido de faena y maldecнa su suerte. Pangloss se desesperaba porque no lucнa su saber en alguna Universidad de Alemania; sуlo Martнn, firmemente convencido de que en todas partes el hombre se encuentra mal, llevaba las cosas con paciencia. Algunas veces disputaban Cбndido, Martнn y Pangloss sobre metafнsica y moral. Por las ventanas del cortijo se veнan pasar con mucha frecuencia barcos cargados de efendis, bajбes y cadнes que iban desterrados a Lemnos, Mitilene y Erzerum, y llegar otros bajбes y otros efendis, que ocupaban el lugar de los depuestos y que lo eran ellos luego; y se veнan cabezas rellenas adecuadamente con paja que se llevaban de regalo a la Sublime Puerta. Estas escenas daban materia a nuevas disertaciones, y cuando no disputaban se aburrнan tanto, que la vieja se aventurу a decirles un dнa: Quisiera yo saber quй es peor, їser violada cien veces al dнa por piratas negros, verse cortar una nalga, pasar por baquetas entre los bъlgaros, ser azotado y ahorcado en un auto de fe, ser disecado, remar en galeras, y finalmente padecer cuantas desventuras hemos pasado, o estar aquн sin hacer nada? Ardua es la cuestiуn, dijo Cбndido.

Suscitу este razonamiento nuevas reflexiones, y coligiу Martнn que el destino del hombre era vivir en las convulsiones de la angustia o en el letargo del tedio; Cбndido no se lo concedнa, pero no afirmaba nada; Pangloss confesaba que toda su vida habнa sido una serie de horrorosos infortunios; pero como una vez habнa sustentado que todo estaba perfecto, seguнa sustentбndolo sin creerlo. Lo que acabу de cimentar los detestables principios de Martнn, de hacer titubear mбs que nunca a Cбndido y de poner en confusiуn a Pangloss, fue que un dнa vieron llegar a su cortijo a Paquita y a fray Hilariуn en la mбs horrenda miseria. En breve tiempo se habнan comido los tres mil duros, se habнan dejado, vuelto a juntar y vuelto a reсir, habнan sido puestos en la cбrcel, se habнan escapado, y finalmente fray Hilariуn se habнa hecho turco. Paquita seguнa ejerciendo su oficio, pero ya no ganaba con йl para comer. Bien habнa yo pronosticado, dijo Martнn a Cбndido, que en breve disiparнan las dбdivas de usted, y serнan mбs miserables. Usted y Cacambo han rebosado en millones de pesos y no son mбs afortunados que fray Hilariуn y Paquita. ЎAh, dijo Pangloss a Paquita, conque te ha traнdo el cielo con nosotros! їSabes, pobre muchacha, que me has costado la punta de la nariz, un ojo y una oreja? ЎQuй mudada estбs! Vбlgame Dios, lo que es este mundo! Esta nueva aventura les dio margen a que filosofaran mбs que nunca.

En la vecindad vivнa un derviche que gozaba la reputaciуn del mejor filуsofo de Turquнa. Fueron a consultarle; hablу Pangloss por los demбs y le dijo: Maestro, venimos a rogarte que nos digas para quй fue creado un animal tan extraсo como el hombre. їQuiйn te mete en eso?, le dijo el derviche; їte importa para algo? Pero, reverendo padre, horribles males hay en la tierra. їQuй hace al caso que haya bienes o que haya males? Cuando envнa Su Alteza un navнo a Egipto їse informa de si se hallan bien o mal los ratones que van en йl? Pues їquй se ha de hacer?, dijo Pangloss. Que te calles, respondiу el derviche. Yo esperaba, dijo Pangloss, discurrir con vos acerca de las causas y los efectos del mejor de los mundos, del origen del mal, de la naturaleza del alma y de la armonнa preestablecida. En respuesta les dio el derviche con la puerta en las narices.

Mientras estaban en esta conversaciуn, se esparciу la voz de que acababan de ahorcar en Constantinopla a dos visires del banco y al muftн y de empalar a varios de sus amigos, catбstrofe que metiу mucha bulla por espacio de algunas horas. Al volverse Pangloss, Cбndido y Martнn a su cortijo encontraron a un buen anciano que estaba tomando el fresco a la puerta de su casa, bajo un emparrado de naranjos. Pangloss, que no era menos curioso que razonador le preguntу cуmo se llamaba el muftн que acababan de ahorcar. No lo sй, respondiу el buen hombre, ni nunca he sabido el nombre de muftн ni de visir alguno. Ignoro absolutamente la aventura de que me hablбis; presumo, sн, que generalmente los que manejan los negocios pъblicos perecen a veces miserablemente, y que bien se lo merecen; pero jamбs me informo de los sucesos de Constantinopla, contentбndome con enviar a vender allб las frutas del huerto que labro. Dicho esto, convidу a los extranjeros a entrar en su casa; y sus dos hijas y dos hijos les presentaron muchas especies de sorbetes que ellos mismos fabricaban, de kaimak, guarnecido de cбscaras de azamboa confitadas, de naranjas, limones, limas, piсas, alfуncigos y cafй de Moka, que no estaba mezclado con los malos cafйs de Batavia y las islas de Amйrica; y luego las dos hijas del buen musulmбn sahumaron las barbas de Cбndido, Pangloss y Martнn. Sin duda que tenйis, dijo Cбndido al turco, una vasta y magnнfica posesiуn. Nada mбs que veinte fanegas de tierra, respondiу el turco, que labro con mis hijos; y el trabajo nos libra de tres insufribles calamidades: el aburrimiento, el vicio y la necesidad.

Mientras se volvнa Cбndido a su cortijo iba haciendo profundas reflexiones en las razones del turco, y le dijo a Pangloss y a Martнn: Se me figura que se ha sabido este buen viejo labrar una suerte muy mбs feliz que la de los seis monarcas con quien tuvimos la honra de cenar en Venecia. Las grandezas, dijo Pangloss, son muy peligrosas, segъn opinan todos los filуsofos: Eglуn, rey de los moabitas, fue asesinado por Ahod; Absalуn colgado de los cabellos y atravesado con tres saetas; el rey Nadab, hijo de Jeroboam, muerto por Baza; el rey Ela por Zambri; Ocosнas por Jehъ; Atalнa por Joyada; y los reyes Joaquнn, Jeconнas y Sedecнas fueron esclavos. Sabido es de quй modo murieron Creso, Astiago, Darнo, Dionisio de Siracusa, Pirro, Perseo, Anнbal, Yugurta, Ariovisto, Cйsar, Pompeyo, Nerуn, Otуn, Vitelio, Domiciano, Ricardo II de Inglaterra, Eduardo II, Enrique VI, Ricardo III, Marнa Estuardo, Carlos I, los tres Enriques de Francia, el emperador Enrique IV; y nadie ignora... Tampoco ignoro yo, dijo Cбndido, que es menester cultivar nuestra huerta. Razуn tienes, dijo Pangloss; porque cuando fue colocado el hombre en el paraнso del Edйn, fue para labrarle, ut operaretur eum , lo cual prueba que no naciу para el sosiego. Trabajemos, pues, sin argumentar, dijo Martнn, que es el ъnico medio de que sea la vida tolerable.

Toda la compaснa aprobу tan loable determinaciуn. Empezу cada uno a ejercitar su habilidad, y el cortijo rindiу mucho. Verdad es que Cunegunda era muy fea, pero hacнa excelentes pasteles; Paquita bordaba y la vieja cuidaba de la ropa blanca. Hasta fray Hilariуn sirviу, pues aprendiу a la perfecciуn el oficio de carpintero y parу en ser hombre de bien. Pangloss decнa algunas veces a Cбndido: Todos los sucesos estбn encadenados en el mejor de los mundos posibles; porque si no te hubieran echado a patadas en el trasero de un magnнfico castillo por el amor de Cunegunda, si no te hubieran metido en la Inquisiciуn, si no hubieras andado a pie por las soledades de la Amйrica, si no hubieras pegado una buena estocada al barуn y si no hubieras perdido todos tus carneros del buen paнs de El Dorado, no estarнas aquн ahora comiendo azamboas en dulce y alfуncigos. Bien dice usted, respondiу Cбndido; pero es necesario cultivar nuestra huerta.

Zadig o el destino, historia oriental

Dedicatoria de Zadig a la Sultana Cheraah, por Sadi.

A 18 del mes de Cheval, aсo 837 de la hйgira.

Embeleso de las niсas de los ojos, tormento del corazуn, luz del бnimo, no beso yo el polvo de tus pies, porque o no andas a piй, o si andas, pisas o rosas o tapetes de Irбn. Ofrйzcote la versiуn de un libro de un sabio de la antigьedad, que siendo tan feliz que nada tenia que hacer, gozу la dicha mayor de divertirse con escribir la historia de Zadig, libro que dice mбs de lo que parece. Ruйgote que le leas y le aprecies en lo que valiere; pues aunque todavнa estб tu vida en su primavera, aunque te embisten de rondуn los pasatiempos todos, aunque eres hermosa, y tu talento da a tu hermosura mayor realce, aunque te elogian de dнa y de noche, motivos concomitantes que son mas que suficientes para que no tengas pizca de sentido comъn, con todo eso tienes agudeza, discreciуn, y finнsimo gusto, y te he oнdo discurrir con mas tino que ciertos derviches viejos de luenga barba, y gorra piramidal. Eres prudente sin ser desconfiada, piadosa sin flaqueza, benйfica con acierto, amiga de tus amigos, sin colrar enemigos. Nunca cifras en decir pullas el chiste de tus agudezas, ni dices mal de nadie, ni a nadie se le haces, puesto que tan fбcil cosa te seria lo uno y lo otro. Tu alma siempre me ha parecido tan perfecta como tu hermosura. Ni te falta cierto caudalejo de filosofнa, que me ha persuadido a que te agradarнa mбs que a otra este escrito de un sabio.

Escribiуse primero en el antiguo caldeo, que ni tъ ni yo sabemos, y fue traducido en бrabe para recreaciуn del nombrado sultбn Ulugbeg, en los tiempos que Бrabes y Persianos se daban a escribir las Mil y una Noches, los Mil y un Dнas, etc. Ulug mбs gustaba de leer a Zadig, pero las sultanas se divertнan mбs con los Mil y uno. Decнales el sabio Ulug, que como podнan llevar en paciencia unos cuentos sin pies ni cabeza, que nada querнan decir. Pues por eso mismo son de nuestro gusto, respondieron las sultanas.

Espero que tъ no te parezcas a ellas, y que seas un verdadero Ulug; y no desconfнo de que cuando te halles fatigada de conversaciones tan instructivas como los Mil y uno, aunque mucho menos recreativas, podrй yo tener la honra de que te ocupes algunos minutos de vagar en oнrme cosas dichas en razуn.

Si en tiempo de Scander, hijo de Filipo, hubieras sido Talestris, o la reina de Sabea en tiempo de Solimбn, estos reyes hubieran sido los que hubieran peregrinado por verte.

Ruego a las virtudes celestiales que tus deleites no lleven acнbar, que sea duradera tu hermosura, y tu ventura perpetua.